Aden se metió las manos en los bolsillos y asintió con timidez. él había empezado aquello, y tenía que aguantar hasta el final.
—Bueno, pues te equivocas. Yo flirteo con ella sólo por vosotros, chicos, y Meg lo sabe. Algunas veces, ella está en la misma habitación que yo mientras lo hago, porque es el único modo en que puedo soportar lo que tengo que decir y oír. Pero lo hago porque eso os permite estar aquí, cuando deberíais estar fuera por ser violentos. O por drogas. O por robo. O por otras cosas. Lo hago porque vuestras peticiones se gestionan antes que las de ningún otro. ?Cómo crees que has podido ir al instituto tan deprisa?
—Yo… Yo…
Dan no había terminado.
—Al principio no podía creer que la hubiera llamado y se lo hubiera pedido. Pero entonces me acordé de la decepción que te habías llevado cuando te dije que no podías ir, así que volví a llamarla y le pedí que acelerara el proceso. ?Y sabes qué? Que lo hizo. ?Crees que lo hace por todo el mundo igual? Tuvo que conseguir permiso del estado y del instituto. Tuvo que luchar. Yo tuve que luchar.
Aden sintió una ráfaga de culpabilidad fría y ácida. Había juzgado y condenado a Dan sin saber todos los hechos. Eso era algo que le habían hecho a él una y otra vez. Aden se había jurado que nunca se lo haría a los demás. Dan era un hombre honesto y sincero, y Aden debería haberse dado cuenta.
—Dan… —dijo, con un arrepentimiento muy profundo.
—Aden, a menudo las apariencias enga?an —dijo Dan con suavidad—. La próxima vez que pienses mal de mí, espero que me concedas el beneficio de la duda. Ven a hablar conmigo.
—Lo haré. Y siento mucho no haberlo hecho en esta ocasión —dijo. Alzó la barbilla y miró a Dan a los ojos—. Espero que tú hagas lo mismo por mí. Concédeme el beneficio de la duda.
Dan se cruzó de brazos y se quedó de nuevo en silencio. Aden no sabía lo que podía estar pensando. Fuera lo que fuera, su expresión cambió desde la desconfianza al disgusto, y después, a la aceptación.
—Entra en la furgoneta —dijo con la voz ronca.
?Que entrara en…? ?Cómo? ?Significaba eso que…?
—Voy a fingir que esa pelea no ha sucedido. Yo he estado como tú, y sé lo que es que te juzguen y te condenen cuando eres inocente. Así que te voy a conceder el beneficio de la duda y voy a confiar en que lo hiciste por un motivo. Pero será mejor que no vuelva a suceder. Y ahora no te quedes ahí parado. Muévete. No querrás llegar tarde a la primera hora.
Aden no pudo evitarlo. Se lanzó hacia Dan y lo abrazó.
Dan gru?ó y le revolvió el pelo, y Aden sonrió antes de entrar en la furgoneta.
Cuando llegaron al aparcamiento del instituto, Aden vio a Mary Ann esperando ante la puerta del edificio, mirando hacia el bosque. ?Lo estaba esperando a él? Aden quería creerlo, pero después de que ella hubiera salido corriendo tantas veces después de las clases…
En cuanto la furgoneta llegó a la acera, Aden sintió aquel golpe de viento que lo golpeó directamente en el pecho. Las almas gru?eron, desaparecieron en su vacío negro. Aden sintió de nuevo culpabilidad, aunque por otro motivo. Sus compa?eros le habían ayudado a entrar en aquella escuela y habían soportado el dolor de la oscuridad para que él pudiera encontrar una salida y cuerpos para ellos. Hasta el momento no había hecho nada por cumplir su parte del trato.
Eso iba a cambiar aquel mismo día. Ya había decidido que tenía que obligar a Mary Ann a que hablara con él para poder averiguar qué era lo que estaba ocurriendo dentro de su cabeza, pero en aquel momento daría un paso más. Le revelaría el resto de sus habilidades, por mucho que temiera la reacción de Mary Ann, y averiguaría cómo podía liberar a las almas.