—Nos besábamos —dijo él, sin mencionar que ella iba a beber sangre de su cuello.
—?Nos besábamos? —susurró ella—. Oh, yo quiero hacerlo, Aden, quiero. Pero no puedo. Terminaría alimentándome de ti, y me niego a que me veas de esa forma.
—Ya has probado mi sangre, y pudiste alejarte.
—A duras penas.
—?Y qué pasa si no puedes hacerlo esta vez? Yo sí puedo soportarlo.
—Tú sí, tal vez, pero yo no puedo soportar saber que me has visto comportándome como un animal.
?Victoria? ?Un animal?
—Yo nunca pensaría eso de ti.
Ella le rodeó el cuello con los brazos y apoyó los codos en sus hombros. Los colmillos, blancos y afilados, se le asomaron por entre los labios.
—Aden —le dijo, y después suspiró—, ?qué voy a hacer contigo?
—Vas a besarme.
Ella se resistió un poco más, pero la firmeza se estaba desvaneciendo.
—Puedo asustarte y horrorizarte. Deberíamos irnos.
Victoria se alejó de él y se dio la vuelta.
—No puedes irte todavía. Me toca a mí pedirte que te quedes, y a ti ceder. Además, tengo que hacerte una pregunta más, y me debes una respuesta.
Ella no miró hacia atrás, pero asintió.
—Está bien. Pregunta.
Lentamente, Aden se acercó a ella.
—?Qué te parecería… esto?
Entonces, tomó agua y se la lanzó hacia la oreja, empapándole el pelo.
Ella estaba tartamudeando cuando se dio la vuelta. Tenía los ojos llenos de agua.
—?Por qué…?
Aden, riéndose, volvió a salpicarle la cara.
—?Tú, peque?o… humano!
Antes de que Aden pudiera pesta?ear, ella lo había hundido bajo el agua. Cuando salió a la superficie, Victoria se estaba riendo, y el sonido de su risa le calentó el cuerpo y el alma. Como ni?os felices y despreocupados, estuvieron jugando hasta que el sol comenzó a salir. Salpicándose, hundiéndose en el agua. Ella ganó, por supuesto, porque era mucho más fuerte, pero él nunca se había divertido tanto.
?Aden, cari?o?, dijo Eve, que hablaba por primera vez desde hacía horas. Su voz le sorprendió. Las almas se habían portado tan bien, que no se había acordado de ellas hasta aquel momento. ?Tienes que volver. Vamos a tener suerte si Dan no se ha despertado ya y no te ve entrando a tu habitación por la ventana?.
Tenía razón.
?Pero, vaya, ojalá yo pudiera sentir lo mismo que tú sientes?, dijo Caleb. ?Ni siquiera me ha importado estar en silencio. Te has apretado contra sus pechos. ?Varias veces!?.
Aden alzó los ojos al cielo con resignación.
—Tengo que volver al rancho para que no me pillen —dijo. Con delicadeza, le apartó a Victoria un mechón de pelo empapado de la sien—. Pero quiero volver a verte. Me gustaría verte más que una vez a la semana. Quiero verte todos los días.
Su sonrisa se desvaneció, pero Victoria asintió.
—No sé si podré escaparme ma?ana, pero como te he dicho antes, serías más inteligente si te mantuvieras apartado de mí. Aunque… lo intentaré. De todos modos, volveremos a vernos.
En su dormitorio, Aden no podía dejar de bostezar. Miró su cama con nostalgia. Tenía que dormir pronto, o iba a desmayarse en público. Pero aquél no era el mejor momento para descansar. Había estado fuera tanto tiempo que casi era la hora de salir para el instituto. Se miró al espejo; tenía los ojos enrojecidos y los párpados medio cerrados. Y además, uno de ellos estaba negro a causa de su pelea con Ozzie.
Por lo menos, los labios se le habían curado. Las caricias de Victoria habían obrado maravillas.
Sonrió al recordarlo. Quería sentir de nuevo sus labios, y quería que ella lo besara. Quería que lo abrazara y que girara la cabeza para poder tener su lengua dentro de la boca, y no fuera.
??En qué estás pensando??, le preguntó Eve. ?Noto que te está subiendo la presión sanguínea?.
—En nada —murmuró él.