—Ya lo tengo.
Tal vez debiera ir de caza, encontrar a aquel hombre lobo y terminar con él antes de que le hiciera da?o a alguien. Por ejemplo, a Mary Ann.
Victoria se fue acercando más y más a él.
—Antes me preguntaste por qué no hay noticias de gente que haya sufrido el ataque de un vampiro. Ya has visto cómo les afectaba mi voz a tus amigos, ?no? Como te afectó a ti la primera vez que hablamos. Cuando mordemos a un humano, liberamos una sustancia química en su organismo, que los hace más susceptibles a nuestros requerimientos. Una droga, un alucinógeno, supongo. Cuando hemos terminado con ellos, los dejamos tranquilos y se olvidan de que han sido una comida.
Si era obligatorio que tuviera un poder extra?o, Aden hubiera preferido que se pareciera más al de Victoria. Aquella voz de vudú hubiera convertido su vida en algo mucho más fácil. Habría podido alejar a gente como Ozzie sin que se acordaran de él.
—?Estás muerta, como se cuenta en las leyendas? —preguntó.
Ya había perdido la cuenta de quién debía una respuesta a quién. Sin embargo, intercambiar información ya no era su objetivo. Su objetivo era acariciarla. Le pasó la mano por la cintura y extendió los dedos por su espalda. A ella no le importó.
—Quiero decir que si tuviste que morir para convertirte en vampira.
—No, no estoy muerta. Vivo —respondió Victoria.
Posó la mano de Aden en su pecho y apretó. Tenía la piel muy caliente, como antes, pero por debajo, Aden sintió los latidos de su corazón. Latía mucho más rápido que el suyo.
—Mi padre fue el primero de nosotros. Tal vez hayas oído hablar de él. Algunos lo llaman Vlad el Empalador. Durante su primera vida, su vida humana, bebía sangre como símbolo de su poder. Bebió tanta que… le cambió. O tal vez bebiera sangre infectada. Nunca ha estado muy seguro. Lo único que sabe es que empezó a anhelarla de tal manera que, finalmente, fue lo único que aceptaba su estómago.
—?Y cuántos de tu raza hay ahora?
—Unos cuantos miles que viven por todo el mundo. Mi padre es el rey de todos ellos.
?El rey?. Aquella palabra resonó en la cabeza de Aden, y al asimilar su significado, se encogió.
—Eso significa que tú eres…
—Una princesa. Sí.
Una princesa. De repente, Aden se sintió inferior. Ella era de la realeza, y él era pobre. Vivía en un rancho con chicos que eran demasiado salvajes como para convivir con la civilización. Ella era la hija de un rey. él no tenía padres y lo consideraban mentalmente inestable.
—Seguramente debería irme —murmuró.
Ella se quedó desconcertada.
—?Por qué?
?Acaso tenía que explicárselo?
—Yo no soy nadie, Victoria. Soy un don nadie. ?O debería decir princesa Victoria? ?Tengo que inclinarme ante ti?
Aquel tono sarcástico hizo que ella se alejara nadando.
—No te molestaba que fuera vampira, y sin embargo, te molesta mi posición. ?Por qué?
—Olvídalo —dijo él, y se dio la vuelta. Tenía las manos heladas sin el calor que ella desprendía.
Antes de que pudiera pesta?ear, Victoria estaba delante de él, de nuevo entre sus brazos.
—Eres muy exasperante, Aden Stone.
—Y tú.
Sabía que debería soltarla, pero no pudo.
—Como soy una princesa, me he pasado la mayor parte de mi vida aislada. Mi vida está llena de reglas y normas, porque siempre debo actuar con el decoro que exige mi título. Tengo que ser todo lo que espera la gente: amable, educada e irreprochable. Entonces tú nos llamaste, y vinimos a observarte. He visto cómo te mantenías apartado de los que te rodean. He visto la soledad reflejada en tus ojos, y pensaba que tú entenderías como me siento. Y entonces, la primera vez que me miraste, que me viste de verdad, noté tu emoción. Hace que te fluya la sangre muy deprisa —dijo ella, y cerró los ojos, como si saboreara aquel recuerdo.