Casey se quedó paralizada.
—Tira la pistola y márchate. No tendrás recuerdos de lo que ha sucedido.
Casey obedeció al instante. El arma cayó al suelo, y la muchacha se dio la vuelta y se alejó sin mirar atrás. Aden estaba anonadado y avergonzado a la vez. Los poderes de Victoria eran mucho más grandes de lo que había imaginado. Y acababa de salvarlo una chica. él era quien debía de estar salvándola a ella.
—?Qué demonios…? —quiso preguntar Ozzie.
—Tú también vas a marcharte, y no tendrás recuerdos de lo que ha sucedido.
Los ojos del chico se pusieron vidriosos. Se dio la vuelta y se alejó.
—Necesito que se acuerde —dijo Aden.
De lo contrario, cuando ambos se despertaran con la cara llena de moretones y cortes, Ozzie sabría que se habían peleado, pero no sabría que había perdido contra Aden. Aden quería que Ozzie lo supiera, y que tuviera miedo de volver a enfrentarse a él.
Victoria asintió de mala gana.
—Muy bien. Le devolveré los recuerdos ma?ana por la ma?ana.
—Gracias por todo —dijo Aden mientras la miraba. Tenía el pelo recogido en una coleta que le caía por un hombro, y sus labios estaban rosados, en vez de rojos—. ?Cómo me has encontrado?
—Estás sangrando —dijo ella, en vez de responder.
O tal vez aquélla fuera su respuesta. Mientras hablaba, sus ojos se oscurecieron porque las pupilas se le dilataron e invadieron todo el iris azul. Victoria se acercó flotando a él, pero se detuvo antes de alcanzarlo, y retrocedió.
—No debería haberme mostrado.
—Yo me alegro de que lo hicieras —respondió Victoria, mirando la sangre que le brotaba de los labios a Aden—. Puedo detener la hemorragia, si quieres —dijo, y se pasó la lengua por los colmillos afilados—. No… No significaría nada. Es sólo algo que puedo hacer.
él no sabía cómo pensaba hacerlo, pero asintió.
—No te voy a hacer da?o. Seré delicada. No seré como un animal.
Aden no sabía si aquellas palabras eran para él o para sí misma, pero de nuevo, Victoria se acercó a él. Y entonces unió su boca con la suya y lo apretó suavemente, con delicadeza. Lamió con su lengua cálida las gotas de color rojo.
él se quedó inmóvil, saboreándola, percibiendo su fragancia de madreselva. Tuvo que apretar los pu?os a los lados del cuerpo para no abrazarla. Allí donde ella lamía, él sentía un cosquilleo… un dolor… pero era un dolor bueno. ?No pares?, pensó. ?No pares nunca?.
Pero ella paró. Alzó la cabeza con los ojos medio cerrados y con una expresión de dicha.
—Delicioso.
—Puedes tomar más, si quieres —dijo él con la voz entrecortada, y ladeó la cabeza para mostrarle el cuello. Si así era como iba a sentirse cuando ella lo mordiera, estaba dispuesto a dejarse.
—Sí, yo… no —dijo Victoria, y retrocedió de nuevo—. No. No puedo. ?Por qué me has dejado que hiciera eso? ?Y por qué me pides que lo haga otra vez? ?Es que no tienes sentido común? ?Quieres ser mi esclavo de sangre? ?Quieres convertirte en un adicto a mi mordisco, y ser incapaz de pensar en otra cosa?
—No me voy a hacer adicto.
—?Cómo lo sabes?
él no tenía respuesta para aquella pregunta, así que la ignoró.
—?Duele?
Victoria se relajó un poco.
—Me han dicho que es maravilloso —dijo. Sin embargo, después desapareció.
él pesta?eó, intentando no sentir pánico. Miró a la izquierda y a la derecha.
—Pero el hecho de que te gustara sería el menor de tus problemas —le dijo ella, a su espalda.
Aden se dio la vuelta.
Victoria estaba apoyada contra el tronco de un árbol.
—No deberías tentarme a que lo hiciera, ?sabes?
él suspiró.
—Si bebieras una vez sola de mí, ?me convertiría en un esclavo?