Era la primera vez que le pedía algo amablemente. Ella se dio la vuelta y le acarició el cuello. Se le cayó una lágrima, y Mary Ann intentó que no se le notara. No quería a?adir el llanto a su lista de vergüenzas de aquel día.
?Siento mucho que estés sufriendo, pero no me da pena que él haya salido de tu vida. Eras demasiado buena para ese chico?.
—Lo de él lo superaré —respondió ella con la voz temblorosa.
?Entonces, es por la chica. Penny. ?Es tu amiga??.
—Era. Era mi amiga. Mi mejor amiga.
Oh, Dios. Tantos a?os de amor y de confianza, tirados por la borda.
??Y no va a seguir siéndolo? La gente comete errores, Mary Ann?.
—Sé que la gente comete errores. Voy a ser psicóloga, ?sabes? Sé muy bien que hay impulsos más difíciles de contener que otros. Sé que el miedo a las consecuencias nos hace guardar secretos. Sin embargo, nuestras acciones cuando nos enfrentamos a una tentación son las que nos definen. Y nuestro valor a la hora de admitir que hemos hecho algo mal. Ella se acostó con mi novio, y después hizo como si no hubiera ocurrido nada.
??Y tú eres perfecta? ?Nunca has tomado una decisión equivocada? ?Nunca has intentado ocultarle tus acciones a tu padre??.
—No, no es eso lo que quiero decir. Pero yo nunca le he mentido a Penny, ni le he quitado nada.
El lobo soltó un resoplido.
??Y qué es lo que te ha quitado ella? Una porquería. Deberías darle las gracias, y después compadecerla, porque ahora es ella la que se ha quedado con él?.
—Eso no significa que esté bien.
?Lo sé. Te han hecho da?o, y te sientes traicionada. Pero… ?ese chico era tuyo de verdad, para empezar? Durante todo el tiempo que te he observado, tú lo has mantenido a distancia. Estabas más contenta cuando estabas separada de él?.
—Pero Penny debería habérmelo dicho.
??Y le has dado la oportunidad de que te lo confesara? No te he visto ir a buscarla ni una sola vez. Y cuando ella se acercó a ti, tú no le prestaste atención porque tenías otras cosas en la cabeza?.
Mary Ann dio un pu?etazo en el colchón.
—?Eres exasperante! Hablas igual que mi padre y yo…
?No soy tu padre?, gru?ó él, y le colocó las patas en los hombros para empujarla hacia atrás. Aquellos ojos verdes la miraron con fijeza.
—?Y cómo puedo saberlo? —le preguntó Mary Ann—. No estás dispuesto a mostrarme tu forma humana. Podrías ser cualquiera.
Hubo una pausa.
?No puedo hacerlo. Si me mostrara ahora, estaría desnudo?.
—Oh.
El lobo, desnudo en su forma humana. Ella nunca había querido ver a Tucker desnudo, pero al lobo… ?Sería alto y musculoso? ?Delgado? ?Guapo?
?Y qué importaba? ?Qué iba a hacer ella con un chico desnudo en su cama? ?Un chico desnudo que la fascinaba? Un chico que la había ayudado a calmar el sufrimiento por lo que había pasado, pensó Mary Ann; ya sólo sentía un vago latido en el pecho.
?Es momento de cambiar de tema, o tal vez él satisfaga tu curiosidad?.
—?Y por qué no me has hablado así en toda la semana?
?Cuanto más te hablo, más deseo seguir haciéndolo. Y ya pienso lo suficiente en ti como para empeorarlo?.
—Ah —dijo ella, con un estremecimiento de emoción. El lobo pensaba en ella. Sí, pero, ?qué pensaba?
—Mary Ann —dijo su padre de repente. La puerta delantera se cerró con un clic que resonó por toda la casa—. Ya estoy en casa.
A ella se le escapó una exclamación de sorpresa. ?Qué estaba haciendo en casa tan temprano?
—?Mary Ann?
—Eh… Hola, papá —dijo con la voz entrecortada.
A su padre no le gustaban los animales en absoluto, así que si veía al lobo, seguramente llamaría a la perrera.
—Escóndete —le susurró mientras se zafaba de él.
Se levantó con nerviosismo y salió de la habitación hasta la barandilla de la escalera, desde donde miró hacia abajo. Su padre estaba revisando el correo en la entrada.
—?Por qué no estás en el trabajo?
—Mi último paciente del día llamó y canceló su cita. He pensado que podríamos salir a cenar fuera.
—?No! No. Yo… eh… estoy estudiando.
?Por favor, que se retire a su despacho. Oh, por favor, por favor?.