—?Qué estás haciendo aquí? —repitió ella, mientras subía los escalones del porche. El lobo la siguió, permaneciendo cerca de ella. ?Pensaba en protegerla, como ella se había imaginado antes?
—Quería hablar contigo —dijo él, y miró al lobo—. En privado.
—De acuerdo. Habla.
—?Entramos?
—No. Aquí está bien.
La última vez que habían estado solos dentro de la casa, lo único que él quería era manosearla.
Tucker miró de nuevo al lobo y tragó saliva.
—De acuerdo. Bueno, es que últimamente has estado muy distante, ?sabes? Y no me gusta. Quiero que las cosas sean como antes. Cuando me sonreías cada vez que me veías, y contestabas a mis llamadas todas las noches.
Ella sintió una punzada de culpabilidad. Era cierto que no había respondido a sus llamadas.
—Creo que sé por qué es todo esto —prosiguió él, y a?adió con desprecio—: Es por Penny, ?verdad?
—No lo entiendo. ?Por Penny?
él perdió algo de bravuconería, y volvió a agachar los hombros.
—Sabía que eras demasiado lista como para creerla.
—?Creer qué?
—Me dijo que te lo había dicho. Pero no importa. Lo que importa somos tú y yo.
?Tú y yo?. A ella se le encogió el estómago.
—Vamos a salir esta noche. Así podríamos hablar. Por favor.
A ella se le encogió el estómago de nuevo.
—Mira, Tucker, yo no quería herir tus sentimientos al no contestarte a las llamadas, pero en este momento, tienes que creerme, mi vida se ha vuelto un caos. Tal vez deberíamos… No sé, tomarnos un descanso.
—No. No tenemos que tomarnos un descanso —dijo él mientras sacudía la cabeza con vehemencia y la miraba de manera suplicante—. No puedo perderte.
—?Por qué? ?Qué es lo que ves en mí? No lo entiendo. No soy tan guapa ni tan admirada como Christy Hayes, que se dejaría cortar una pierna con tal de salir contigo. Odio el fútbol americano, y no sé nada de ese deporte. Y me paso el día estudiando en vez de salir contigo.
—Escúchame —dijo él, y se acercó a ella con los brazos extendidos para posarlos sobre sus hombros—. Nada de eso tiene importancia para…
El lobo gru?ó.
Tucker se quedó inmóvil y volvió a tragar saliva.
—Eres guapa y lista, y me siento mejor cuando estoy contigo. No sé cómo describirlo, y no sé cómo lo haces. Lo único que sé es que consigues que me sienta normal por primera vez en mi vida.
?Normal? ?Tucker no se había sentido siempre normal? Aquello la sorprendió, y le demostró lo poco que lo conocía en realidad. A ella siempre le había parecido el chico más centrado y seguro de sí mismo que había conocido. Bueno, aparte del lobo, pero él no contaba.
—ésa no es razón para que estemos juntos, Tucker —dijo ella.
Y se dio cuenta de que era cierto. No estaban hechos el uno para el otro. Ella había sido una mala novia. Distante y desapasionada. Sólo se habían besado, y poco. Siempre que él había intentado ir un poco más allá, ella lo había parado. Había pensado que era porque no estaba preparada, pero bueno, mirando atrás, entendía que no estaba lista con él. él no era la persona adecuada para ella. Eran demasiado distintos.
—Si no quieres salir conmigo, por lo menos sé amiga mía —dijo él con desesperación—. Por favor. Como te he dicho, no puedo perderte. Y te prometo que yo no soy el padre del ni?o de Penny. No dejes que te convenza de lo contrario, prométemelo.
Mary Ann se echó a reír.
—Penny no está embarazada —dijo.
Si estuviera embarazada, su amiga se lo habría dicho.
A menos… a menos que el padre fuera de verdad el novio de Mary Ann.
Miró con atención a Tucker. Estaba pálido y sudoroso.
—No está embarazada, ?verdad?
él apartó la mirada.
—Se ha acostado con la mitad del equipo de fútbol. Eso debes saberlo. Podría ser de cualquiera.
—Ella está… Tú…
—?No soy el padre, te lo prometo! No estoy preparado para tener hijos.