—Apagad las luces —dijo Dan de repente.
Se oyeron gru?idos y protestas por los pasillos, seguidos de pasos. Con un suspiro, Aden se puso en pie y apagó la luz de la mesilla. En su habitación se hizo la oscuridad. No se quitó los zapatos, sino que se tumbó en la cama directamente. Estaba muy cansado y muy inquieto, como siempre. En parte, esperaba que Dan se asomara a su habitación a comprobar que estaba bien, así que esperó varias horas tapado hasta la barbilla para ocultar el hecho de que estaba vestido. Las horas pasaron lentamente hasta que sintió que sus compa?eros se dormían de aburrimiento.
Finalmente, cuando supo que los demás estaban durmiendo, salió de su habitación por la ventana. Las noches estaban empezando a ser más frías a medida que se acercaba el oto?o. Sophia y los demás perros dormían dentro de la casa, con Dan y Meg, así que Aden no tenía que preocuparse de que despertaran a ladridos a todo el rancho.
Como había hecho durante todas las noches de la pasada semana, caminó por el bosque hacia el claro al que le había conducido Victoria. La falta de sue?o le estaba convirtiendo en una persona malhumorada, pero prefería tener la oportunidad de verla que la promesa del sue?o. ?Dónde estaba? ?Por qué no había vuelto a su lado?
Pese al hecho de que ella bebiera sangre, y de que un día fuera a beber la suya, y pese al hecho de que pudiera convertir a los humanos en esclavos de sangre, él quería verla de nuevo. Necesitaba verla.
Poco a poco percibió un murmullo, y se dio cuenta de que no procedía de su cabeza. Cuanto más se acercaba al claro, más nítido se oía. Aden sintió emoción. ?La había encontrado por fin?
Se colocó detrás de un tocón grande y escuchó. Uno de los que hablaban era un hombre, y otro, una mujer. Sin embargo, no podía distinguir las palabras. Pronto se dio cuenta de que la voz femenina no era de Victoria. Era demasiado aguda.
Se llevó una decepción. Se hubiera marchado sin averiguar quiénes eran y qué estaban haciendo de no saber que había una vampira por la zona. Tal vez ellos fueran cazadores de vampiros y estuvieran planeando cómo matarla.
Aden no sabía si aquella gente existía de verdad, pero no iba a arriesgarse. Se acercó un poco más a ellos intentando descifrar sus palabras, silenciosamente, hasta que aplastó una ramita con el pie. Se quedó inmóvil, sin atreverse a respirar. Las voces se acallaron.
?Qué podía hacer? No podía marcharse hasta que lo hicieran ellos, por si acaso aparecía Victoria. Y no podía…
Alguien se abalanzó a él por la espalda e hizo que cayera de bruces sobre un lecho de hojarasca. El impacto lo dejó anonadado, pero pudo rodar hasta que tuvo a su atacante debajo del cuerpo. Le dio un pu?etazo en el estómago.
Oyó un gru?ido de dolor y se puso en pie, intentando sacar las dagas. Sin embargo, al mirar hacia abajo se dio cuenta de quién lo había derribado.
—?Ozzie?
—?Stone? —preguntó Ozzie, y escupió un pu?ado de tierra—. ?Ahora resulta que me sigues? ?Por qué? ?Es que quieres que me echen del rancho? Pues buena suerte, porque no te lo voy a poner fácil.
Sin previo aviso, le dio una patada entre las piernas a Aden.
Sintió un dolor tan intenso, que se dobló hacia delante. Su piel era como de fuego y de hielo a la vez. Quería vomitar. Dios santo.
Mientras jadeaba, sudaba y combatía las náuseas, sintió también una rabia enorme. Un golpe bajo. Cuando pudiera respirar de nuevo, Ozzie se iba a enterar.
—Vamos a ver cómo puedes hablar de mí sin dientes.
Ozzie le dio un pu?etazo en un ojo, y después en los labios. A Aden comenzó a darle vueltas la cabeza, pero su rabia aumentó tanto que le dio alas. Con un rugido, se lanzó hacia delante y agarró al otro chico por la cintura, y ambos cayeron al suelo con un ?crac?. Ozzie se golpeó la cabeza con una piedra grande y se quedó aturdido.