Entrelazados

Durante la hora de la comida, Mary Ann no lo encontró por ninguna parte. Como siempre, se sentó con Tucker y con su grupo, y con Penny y el suyo. No sabía cómo habrían reaccionado si los hubiera dejado para estar con Aden.

Por desgracia, toda la semana pasó de un modo muy parecido. Tucker se reunía con ella todas las ma?anas, los profesores la mantenían separada de Aden y él desaparecía a la hora de comer. No volvieron a tener ocasión de hablar. Mary Ann pensó que él debía de sentirse aliviado por no tener que contarle ningún secreto más.

Cada día, después de la última clase, él tenía una escapatoria, porque Mary Ann no quería verlo. Su lobo, el lobo que había prometido que iba a matar a Aden, la esperaba siempre. En realidad, la acompa?aba hacia el colegio, y de vuelta a casa. El alivio que había sentido Mary Ann al verlo y saber que estaba bien seguía llenándola cada vez que volvía a encontrarse con él.

Por el bien de todo el mundo, ella intentaba mantener separados a Aden y al lobo. Sin embargo, aquello le estaba costando la cordura. Tenía que hablar pronto con Aden. ?Cómo le iría en las clases? ?Se estaba adaptando bien? ?Había hecho amigos? ?Adónde iba a la hora de comer?

?Qué otras habilidades tenía?

Aquella última pregunta la obsesionaba.

Pronto, o antes o después de las clases, tendría que echar al lobo de su lado y hablar con Aden. Aunque no quisiera alejarse del lobo. Sentía mucha curiosidad por él. Quería que le mostrara su forma humana y que le dijera qué era lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, él se había mantenido en silencio desde aquel primer día.

Mary Ann suspiró. Aquel día el sol lucía con fuerza y hacía calor. La sombra de los árboles sólo refrescaba un poco. En cualquier momento aparecería su nuevo amigo y…

él saltó hacia ella.

Apareció.

En aquella ocasión, Mary Ann no pesta?eó, no se tropezó. Ya estaba acostumbrada a su presencia. él se puso a caminar a su lado. Sus garras rascaban de vez en cuando alguna piedra. Los primeros días cojeaba, pero después, su paso había vuelto a ser suave y ágil. Ella le había preguntado qué le sucedía, pero, por supuesto, él no había contestado.

Le resultaba asombroso haberse sentido alguna vez amenazada por él. Ahora se sentía segura, como si no pudiera ocurrirle nada malo, como si él fuera a protegerla con su vida. Era una tonta, y lo sabía. Pero después de una sola semana, ya no quedaba nada de la antigua Mary Ann. Había interrumpido su rígido programa de estudio, y no había trabajado todas las horas posibles durante el fin de semana. Pasaba todo el tiempo pensando en Aden y en el lobo.

—Todavía no he pensado en lo que puedo hacer con Tucker —dijo. Sabía que el lobo no iba a responder, pero necesitaba contárselo a alguien—. Es mi novio y me gusta, pero… no sé. Ya no me parece bien estar con él. Por lo menos ha dejado tranquilos a Aden y a Shannon, así que supongo que no debería quejarme.

El lobo gru?ó.

?Por Tucker, o por ella?

—Ojalá supiera cómo te llamas. No me gusta pensar en ti como en ?el lobo?.

Silencio.

—?Por qué no me muestras tu forma humana? Sabes que quiero verte, y no es de buena educación que sigas escondiéndote de mí.

De nuevo, silencio.

—?Eres alguien a quien conozco? ?O estás desfigurado?

Cuando él giró la cabeza para mirarla, su pelaje negro brilló como el ébano pulido. Sus ojos eran de un verde tan claro como de costumbre.

—?Es que no puedes cambiar de forma? ?Estás atascado?

él negó con la cabeza.

Mary Ann sonrió.

—?Milagro de los milagros, nos estamos comunicando! ?Ves qué fácil es? Yo hago una pregunta y tú la respondes.

él levantó los ojos al cielo con resignación.

—Entonces, ?por qué no me muestras tu forma humana?

Siguió el silencio.

—Vamos a intentarlo de otra forma. ?Vas a mi instituto?

Hubo una negativa. Después, un asentimiento.

Ella frunció el ce?o. ?Qué quería decir?

—Puedes hablarme dentro de la cabeza para responder. No me importa.

Otra negativa.

—?Por qué no?

Otro silencio.

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