Entrelazados

—Te llamaré después, ?de acuerdo? —le dijo a Penny, y salió corriendo sin hacer caso de sus protestas.

La mochila le golpeaba la espalda, y los libros que había dentro estuvieron a punto de romperle la espina dorsal.

—?Shannon! —gritó.

Al verla, él abrió unos ojos como platos, y aquellos ojos verdes hicieron que Mary Ann recordara al lobo nuevamente. Shannon intentó eludirla, pero ella se colocó delante de él y le cortó el paso.

—?Va a venir Aden?

él frunció el ce?o.

—?P-p-por qué t-te imp-porta?

Su lobo no tartamudeaba, pero lo cierto era que no hablaba con la boca. Dios, aquello era desconcertante. ?Y extra?o! Ver a un humano convirtiéndose en lobo no era normal.

Pero… ?era Shannon su lobo, o no?

—Me importa —dijo Mary Ann por fin—. ?Va a venir o no?

—Venía un poco después de mí.

Entonces, había vuelto a aparecer. Eso significaba que estaba vivo, y que estaba bien. Mary Ann sintió un enorme alivio. Sonrió y le dijo a Shannon:

—Gracias. Muchísimas gracias.

él no respondió, pero la miró con curiosidad. Finalmente, la rodeó y se dirigió hacia la entrada de la escuela. Mary Ann siguió esperando fuera, y por fin, vio llegar a Aden.

Sintió el mismo golpe en el pecho, pero no tuvo el impulso de salir corriendo. En aquella ocasión no. Deseaba obtener respuestas.

—Hola, Aden.

Al verla, él estuvo a punto de tropezar. Su expresión se volvió de cautela, y miró a su alrededor como si se esperara el ataque de alguien. Ella también miró a su alrededor, pero no había ninguna otra se?al de vida. Los insectos y los pájaros estaban callados. Era muy extra?o.

—Mary Ann. ?Qué estás haciendo aquí? Conmigo, quiero decir.

—Quiero saber lo que ocurrió ayer.

él se rió nerviosamente.

—?A qué te refieres? A alguien se le escapó un perro que te asustó mucho. Yo lo ahuyenté y me fui a casa.

??Mentiroso!?.

—No sucedió eso, y lo sabes.

—Sí sucedió eso. Claro que sí. El miedo te ha distorsionado los recuerdos.

—Cuéntame lo que pasó, Aden. Por favor.

Por un momento, él se quedó callado. Después suspiró.

—Déjalo, Mary Ann.

—?No! Tienes que saber una cosa de mí, Aden. Soy muy testaruda. O me das las respuestas que quiero, o las conseguiré de otro modo.

—Está bien —dijo él, mirándola fijamente—. ?Qué crees tú que sucedió?

—Mira, yo no le he contado a nadie lo que vi —respondió Mary Ann, cruzándose de brazos—. Y no voy a hacerlo. Es nuestro secreto. Pero tienes que decirme lo que está pasando. Estoy en medio de algo de lo que no sé nada, estoy viendo cosas que me habrían parecido imposibles. No sé lo que tengo que hacer, ni cómo protegerme. En realidad, no sé de qué tengo que protegerme, o si necesito estar preocupada.

Aden miró hacia el instituto.

—Creo que no es el mejor momento para hablar de esto. Vamos a llegar tarde a la primera clase.

—Hagamos novillos. Vamos a mi casa; mi padre está trabajando, y podremos hablar a solas tranquilamente.

—No puedo —respondió él, negando con la cabeza—. Si hago novillos una sola vez… Está bien, mira, tengo que confesarte una cosa. Vivo en el Rancho D. y M. Si hago novillos, me echarán de allí. No quiero que me echen. Además, hoy es mi primer día. Mis profesores me están esperando.

Ella exhaló un suspiro.

—Entonces, no haremos novillos. Pero hablaremos.

Aden asintió de mala gana.

—Vamos, acompá?ame al instituto. Hablaremos por el camino. Pero vigila lo que dices, ?de acuerdo? Nunca se sabe quién, o qué, está acechando.

Aunque quería quedarse donde estaba para evitar que aquella conversación terminara, Mary Ann se giró y se dirigió hacia el instituto junto a Aden. Afortunadamente, todavía tenían un rato antes de verse entre la multitud de chicos que empezaban el día de clases.

—No tienes que empezar por el principio, ni nada de eso. Sólo dime algo, por favor —le rogó.

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