Entrelazados

Aden dio vueltas y vueltas por la cama, y al final terminó resignándose a otra noche de insomnio. Su mente estaba demasiado excitada. Las almas estaban dormidas, por fin, así que tenía sus pensamientos para él solo, aunque no fueran muy agradables. Sólo podía oír el jadeo de asombro que se le había escapado a Mary Ann cuando él se había metido en el cuerpo del hombre lobo. Sólo podía ver al hombre lobo, sangrando… ?muriéndose? ?O era Shannon el hombre lobo, tal y como él sospechaba? Si Shannon era el lobo, entonces querría matarlo. Después de todo, era lo que había prometido. Aden tendría que vigilar, estudiar y esperar. Si podía. Para entonces, Mary Ann ya le habría contado a todo el mundo lo que había visto. Lo más probable era que no la creyeran, pero con el pasado de Aden… cualquier acusación podía echarlo todo a perder.

Siempre podía recoger sus cosas y marcharse. Ya lo había hecho tres a?os antes. Vivir en la calle había sido muy duro. No tenía techo, ni comida, ni agua, ni dinero. Había intentado robarle la cartera a un tipo, pero lo habían arrestado y lo habían enviado a un reformatorio.

Sin embargo, ahora era más listo. Mayor. Podría sobrevivir. Pero por primera vez en su vida tenía algo por lo que sentir esperanza. Una escuela, amigos… paz. Si se escapaba, destrozaría aquella oportunidad de alcanzar la felicidad.

Suspiró y cerró los ojos.

?Despierta?.

Aquella palabra resonó en su mente, seductoramente, pero también autoritariamente. Abrió los ojos. La chica del bosque estaba sobre él; su pelo oscuro caía como una cortina sobre sus hombros. No estaba allí hacía un instante, pero de todos modos, era una visión muy bella.

?Era aquélla su visión? Porque él lo había visto antes: ella, frente a él. Pronto le haría un gesto para que lo siguiera al exterior. Y él la seguiría.

Respiró profundamente y percibió su olor a madreselva y a rosas. No, no era una visión. Aquello era real.

—?Dónde has estado? ?Qué…?

—Shhh. No debemos despertar a los demás.

él apretó los labios. El corazón le latía con fuerza. Ella llevaba la misma toga negra que en la visión. Le dejaba un brazo pálido y esbelto al descubierto. En el dedo índice de la mano izquierda llevaba un gran anillo de ópalo. En la visión, ella siempre tenía mucho cuidado de no permitir que aquel anillo rozara a Aden.

—Me alegro de que hayas venido —susurró él.

Ella entornó los ojos, pero él siguió viendo su brillo cristalino. Aden se recordó que ella no sabía que él la conocía. Tenía que ser cuidadoso con sus halagos.

—Ven —dijo ella, y caminó… No, flotó hacia la ventana. Después, sin moverse, desapareció. Aden notó una brisa en la piel.

Un segundo después estaba en pie. Sentía la necesidad de obedecer de una manera que no entendía, y que no se había esperado. En su visión caminaba, sí, pero no se había dado cuenta de que no tendría el control de sí mismo. Sus pies se movían por voluntad propia. Lo llevaron hasta la ventana y lo hicieron saltar al suelo; no llevaba calzado, y sintió en la piel el rocío de la hierba. Ni siquiera entonces pudo dominar la situación. Sin embargo, no sintió pánico. Estaba con la chica de su visión, y eso era todo lo que importaba.

Observó la zona y la vio a unos cuantos metros por delante, junto a los árboles.

—Ven —dijo ella, y de nuevo, le hizo un gesto para que lo siguiera. Entonces volvió a desaparecer, pero sólo después de mirarlo de los pies a la cabeza.

Aden sintió vergüenza. Sólo llevaba unos calzoncillos negros. ?Qué iba a pensar ella de él?

En parte, se sentía como si ya la conociera, y esa parte de él estaba cómoda con ella, y ya estaba medio enamorado de ella. Después de todo, conocía el sabor de sus labios y había oído como suspiraba su nombre, y había sentido como se derretía entre sus brazos.

Pero la parte racional de su cerebro sentía cada vez más cautela. La última vez que ella le había hablado, le había pedido respuestas que él no conocía. La última vez que la había visto, ella estaba con otro chico.

Hacía frío, y el cielo estaba lleno de nubes. Los grillos estaban chirriando, y a lo lejos, se oyó el ladrido de un perro. Pronto, ambas cosas cesaron, y sólo quedó el silencio, espeso y oscuro.

Hasta que sus compa?eros comenzaron a despertar y bostezaron en su mente.

??Estamos fuera??, preguntó Julian con somnolencia.

—Sí —susurró Aden.

?No estaremos huyendo otra vez, ?verdad??, preguntó Caleb.

—No.

Eve suspiró de alivio.

?Gracias a Dios?.

?Entonces, ?vas a decirnos lo que está pasando??, pidió Elijah.

—Estamos viviendo una visión.

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