Entrelazados

Un día, Victoria lo mordería. Bebería de él. No lo mataría, pero lo dejaría indefenso.

?Podría impedir que sucediera aquello? ?Quería impedirlo?

El tener a Victoria en su vida se había convertido en algo tan importante para Aden como respirar.

La visión desapareció, y Aden pesta?eó. Seguía en el bosque, pero Victoria no estaba con él. Con un suspiro, volvió hacia la casa, aunque sabía de antemano que no iba a dormir.





Mary Ann llegó al instituto con una hora y media de antelación. Era la única que estaba fuera del edificio, y el sol estaba empezando a asomarse por entre las nubes. Bien. Estaba temblando y desarreglada. Se había pasado toda la noche delante del ordenador, buscando información sobre hombres lobo y sobre habilidades paranormales, recordando una y otra vez lo que había pasado en el bosque.

Aunque había impreso cientos de páginas, no había encontrado nada sustancial. Ambas cosas eran consideradas como de ficción. En aquellas ficciones, los hombres lobo podían pasar de animal a hombre, pero ninguno tenía la capacidad de insertar su voz en la mente humana. Sin embargo, ella sabía que aquel lobo le había hablado dentro de la mente.

La capacidad de hacer que un cuerpo desapareciera se llamaba ?teletransporte?, y ella también sabía que Aden se había desvanecido en el aire. Sabía que su cuerpo había atravesado el del lobo, y que no había salido por el otro lado. No se lo había imaginado. Su terror era demasiado real, y todavía sentía el pelaje del lobo en la mano.

?Estaría bien el lobo? Aquella pregunta la había obsesionado durante toda la noche, y eso también le había provocado un fuerte sentimiento de culpabilidad. Debería preocuparse más por Aden. ?Estaría bien? ?Adónde había ido? ?Había vuelto? ?Podía volver? Mary Ann había buscado en el listín telefónico el número de Dan Reeves, pero no figuraba, así que ella había estado a punto de ir al rancho, pero no lo había hecho por si acaso le causaba problemas a Aden. Por eso, y porque tenía miedo de decir en voz alta lo que había pasado, y que le respondieran que había tenido alucinaciones.

?No estoy loca?, se dijo mientras caminaba por delante de las puertas del instituto. Iba a pedirle respuestas a Aden. Si aparecía, claro. Y si él negaba su habilidad, ella, ?qué? No sabía lo que podía hacer. Si se lo contaba a su padre, tal vez él la llevara a la consulta de uno de sus colegas, y tal vez la medicaran. Se había dado cuenta en el bosque, la primera vez que el lobo había hablado con ella. Y en aquel momento, también se daba cuenta de que sus amigas se reirían de ella, y tal vez la dejaran de lado.

Se puso a caminar de un lado a otro y miró hacia el bosque, en busca del lobo. Dio una patada contra el suelo. El lobo no. Aden. Estaba buscando a Aden con la mirada.

Pasó una eternidad hasta que empezaron a llegar los profesores y los estudiantes. Todos, menos Aden.

Penny entró en el aparcamiento en su Mustang y aparcó. Aquel día, llevaba un vestido color zafiro que hacía juego con sus ojos. Unos ojos enrojecidos, según notó Mary Ann. Llevaba el pelo recogido en una coleta, y estaba muy pálida.

Mary Ann fue a su encuentro.

—?Qué te ocurre?

Aquella pregunta le arrancó una carcajada seca a su amiga.

—?A mí? Nada. Tucker me llamó anoche, y me ha llamado esta ma?ana, para preguntarme si a ti te ocurría algo. Me dijo que ayer, después de clase, te comportaste de un modo raro. Me dijo que te había estado llamando por la noche, pero que no le respondiste.

Tucker no tenía importancia en aquel momento. Y menos aquel Tucker nuevo, que le hacía da?o a la gente y amenazaba a sus amigos.

—Tucker va a tener que esperar —dijo, y miró nuevamente hacia el bosque.

Y por fin, tuvo su recompensa. Shannon apareció, grande y guapísimo; Aden podía estar muy cerca. Y no era decepción lo que sentía, se dijo. Ver al lobo no debería ser una de sus prioridades.

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