Entrelazados

—Lo siento. Estaba distraído.

Y no había sido por culpa de las almas. Al contrario que el día anterior, en el bosque, cuando las había oído aunque estuviera en presencia de Mary Ann, estaban en silencio de nuevo. Eso tampoco lo entendía.

Aden frunció el ce?o. Estuvo a punto de chocarse con otra persona. Se había distraído de nuevo. ?Cuánto llevaba recorriendo los pasillos del instituto sin verlos?

Se obligó a asimilar lo que había a su alrededor. Las paredes estaban pintadas de negro, dorado y blanco, los colores del instituto. Había carteles que decían ánimo Jaguars cada pocos metros. Los chicos iban en todas direcciones. Se abrían y se cerraban las taquillas. Las chicas se reían mientras los chicos las miraban.

—La temporada de fútbol está en su apogeo —dijo Mary Ann—. ?Tú juegas? Sé que Dan jugaba, así que me imaginé que tal vez entrenara a los chicos del rancho.

—No. Yo no juego, y Dan no nos entrena. Tenemos muchas tareas.

Sin embargo, a Aden le encantaba ver los partidos, y odiaba el hecho de no poder concentrarse lo suficiente como para jugar.

—Lo siento —dijo ella.

—?Por qué?

—Bueno, lo has dicho con tristeza, como si quisieras jugar pero…

Mary Ann se quedó callada al darse cuenta de que tal vez los deportes de contacto no fueran lo mejor para alguien que podía poseer el cuerpo de otros.

Ella no tenía ni idea de que aquello sólo era una parte del problema.

—No te preocupes. Lo superaré —dijo Aden. Había otras mil cosas de las que podría preocuparse—. ?Qué va a pensar tu novio de que me ense?es el instituto? él no quería que lo hicieras, ?te acuerdas?

—No quiero hablar de él —dijo Mary Ann, y antes de que Aden pudiera responder, a?adió—: Déjame ver tu horario.

Parecía que él no era el único que sabía cómo cambiar de tema. Se sacó el papel del bolsillo y se lo entregó.

Ella lo leyó.

—Tenemos dos clases juntos. La primera y la segunda hora.

—?Me vas a dejar copiar en los exámenes? —bromeó él.

—Tal vez yo te copie a ti. Puede que saque muy buenas notas, pero tengo que ganármelas a pulso.

—Deberíamos estudiar juntos.

—Como si fuéramos a estudiar algo —dijo ella, riéndose.

—Espera, ?se supone que deberíamos conseguirlo? Creía que la palabra ?estudiar? era un código para reunir-nos y hablar.

Mary Ann lanzó otra carcajada.

—Ojalá.

Qué normal le parecía todo aquello. Y, pese a todo lo que estaba ocurriendo, Aden se dio cuenta de que era feliz.

El lobo quería comérselo, ?y qué? Victoria, la chica a la que quería besar, un día se bebería su sangre, ?y qué? Alguien iba a clavarle un pu?al en el corazón, ?y qué? Podía soportarlo.

No importaba lo que le deparara el futuro. Podría soportarlo.





A causa del toque de queda de Aden, Mary Ann no tuvo ocasión de hablar con él después de las clases.

Así pues, a la ma?ana siguiente lo esperó a las puertas del instituto, pero Tucker llegó antes. Como temía que los dos chicos se encontraran, Mary Ann le pidió que la acompa?ara a clase. Por lo menos él había vuelto a ser el de siempre, solícito y halagador. Pero Mary Ann seguía sin saber qué hacer con Tucker, tal vez porque tenía demasiadas cosas en la cabeza. Como Aden y el lobo.

Intentó hablar con Aden durante las clases que compartían, pero los profesores los separaron y observaron atentamente al chico, como si temieran que fuera una mala influencia. Y, en los descansos había demasiados chicos en los pasillos como para poder hablar de cosas importantes.

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