—Si fui yo quien os lanzó esa energía, no fue intencionadamente.
Ella alzó la mano y posó las yemas de los dedos justo debajo de la oreja de Aden. él cerró los ojos durante un instante, saboreándolo. Por fin. Contacto. La piel de Victoria era caliente como un relámpago. Ella lo ara?ó suavemente hacia abajo, hasta que llegó a la base de su cuello, donde le latía el pulso.
—Fuera o no fuera intencionado —dijo—, mi padre se puso furioso. Y créeme, su furia es algo terrorífico. Quería que murieras.
—?Y por eso me has traído aquí? ?Para matarme? Entenderás que no lo acepte con docilidad.
La dureza de su tono de voz debió de molestarla, porque se echó hacia atrás hasta que estuvo fuera del alcance de Aden. ?Tenía que haberme callado?, pensó él. ?Cómo podría hacer que volviera?
—He dicho que mi padre quería que murieras —admitió ella suavemente, y miró al suelo—. Ya no quiere. Yo le convencí de que esperáramos, de que te estudiáramos. Después de todo, todavía sentimos las vibraciones de tu poder.
—?Por qué?
Ella no eludió la pregunta. él quería saber por qué lo había ayudado, por qué había ayudado a un chico a quien no conocía de nada.
—Me fascinas —dijo, y se ruborizó—. He sido una tonta por decir eso. Haz como si hubiera dicho otra cosa.
—No puedo —respondió Aden. Y tampoco quería—. Tú también me fascinas. No he podido dejar de pensar en ti desde el primer momento en que te vi. Y cuando me visitaste mientras estaba enfermo… No, no intentes negarlo —dijo, cuando ella abrió la boca para hablar—. Me cuidaste, sé que lo hiciste. Desde entonces, quiero estar contigo.
Ella negó con la cabeza.
—No podemos gustarnos el uno al otro. No podemos ser amigos.
—Me alegro, porque no quiero ser tu amigo. Quiero ser algo más.
Aquellas palabras se le escaparon sin que pudiera evitarlo. Lo que sentía por aquella chica era distinto de lo que hubiera sentido por cualquier otra persona. Era mucho más intenso.
Tal vez debería guardarse aquella información, al menos por el momento. Sin embargo, debido a la visión de Elijah, sabía que tenía los días contados.
—No lo dirías si supieras… ?Sabes lo que soy, Aden? ?Y lo que es mi padre?
—No.
Y no le importaba. él tenía cuatro almas atrapadas en la cabeza. No podía quejarse por lo que era otra persona, ni por sus ancestros, fueran cuales fueran.
Antes de que pudiera pesta?ear, Victoria estaba de nuevo ante su cara, y lo empujó hacia atrás hasta que él se chocó contra el tronco de un árbol. él quería que ella se le acercara, pero no así. No con ira.
Entonces, Victoria le mostró los dientes, y unos colmillos afilados y muy blancos.
—Sentirías terror si lo supieras.
Aquellos colmillos…
—Pero… no puede ser. Te he visto a la luz del sol.
—Cuanto mayores somos, más da?o nos hace la luz del sol. Los jóvenes como yo podemos soportarla durante horas sin que nos afecte. ?Lo entiendes ahora? Usamos a tu gente para alimentarnos. Son nuestra comida andante. Y si esa comida nos gusta, seguimos bebiendo de él hasta que el humano se convierte en nuestro esclavo de sangre. Pero nunca se convierten en amigos nuestros. Es inútil que nos preocupemos por ellos, porque se marchitarán y morirán, mientras que nosotros viviremos.
él se preguntaba qué más podía haber ahí fuera, y ya lo sabía.
—No puedo… Quiero decir… Una vampira…
De repente, en su mente se abrió una de las visiones de Elijah, y vio la cabeza de Victoria apoyada en su hombro, con los dientes en su cuello. Vio como le fallaban las rodillas, y como su cuerpo sin vida caía al suelo. La vio apartarse de él con la boca manchada de sangre y una mirada de horror en los ojos.
Quería negar lo que estaba viendo, pero no podía. Sospechaba que la habilidad de Elijah estaba aumentando, y aquélla era una prueba. Victoria estaba allí, real, frente a él. Lo había llevado al bosque y le había acariciado la mejilla.