Su pelo era negro, sedoso y brillante como el pelaje del lobo, y sus ojos eran verdes. Ahí era donde terminaba el parecido con el lobo. Era más alto de lo que Mary Ann había pensado, y era musculoso y delgado, con los hombros anchos y las piernas largas. Su piel era de un color bronceado, dorado. Llevaba una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros desgastados, e iba descalzo.
Mary Ann notó un cosquilleo en el estómago. Ella había estado tumbada en la cama con aquella magnífica criatura. Lo había abrazado y lo había acariciado. Ella, que se pasaba el tiempo leyendo y que estudiaba todo lo posible, y que no sabría lo que era la diversión aunque la tuviera frente a la cara. Ella, que había olvidado de repente su plan de los quince a?os.
Era gracioso. Antes pensaba que alejarse de aquel plan sería un motivo de dolor. Y sin embargo, en aquel momento quería celebrarlo.
—?Y bien? ?No tienes nada que decir? —le preguntó él—. Tu aura es rosa, verde y dorada. Emoción, nervios y náuseas.
Mary Ann enrojeció. Seguramente, su piel estaba de los mismos colores que su aura.
—?Qué estás pensando?
—?No te lo imaginas? —preguntó ella.
—Mary Ann —dijo él con exasperación.
—Estoy pensando que eres… normal.
—Normal —respondió él con tirantez. Parecía que eso era algo muy malo.
Mary Ann, que no sabía qué hacer, asintió.
Se hizo el silencio entre ellos. Ninguno de los dos se movió.
?Di algo. Cualquier cosa?, pensó Mary Ann.
—Aden cree que soy una especie de neutralizador de habilidades sobrenaturales. Si es cierto, ?por qué no te he impedido que cambiaras de lobo a humano? O tal vez sería mejor preguntar por qué no volviste a tu forma humana cuando te acercaste a mí por primera vez. Claro que, tal vez yo no sea una neutralizadora —dijo, y se dio cuenta de que estaba balbuciendo—. ?Sabes? Podías dejar de mirarme así. Eso sería de ayuda.
él se pasó la mano por la cara y se echó a reír, aunque sin ganas.
—Durante todo este tiempo me he debatido con angustia sobre si debía mostrarme o no ante ti. Temía tu reacción, y esto es lo que consigo —dijo él, y se rió de nuevo—. Te comportas como si no lo hubiera hecho. En cuanto a tu capacidad para neutralizar, tal vez sea real, tal vez no. El cambio de forma no es algo sobrenatural, ni mágico. Es parte de lo que soy, de cómo sobrevivo. No se puede impedir respirar a los humanos, ?no?
—No.
Asintió, como si con aquello hubiera dejado las cosas bien claras.
—Por cierto, me llamo Riley. Aunque tú no me lo hayas preguntado.
—Yo me llamo Mary Ann —respondió ella automáticamente, y se ruborizó—. Perdona. Eso ya lo sabías. Pero… ?por qué te causaba tantos nervios el hecho de mostrarme tu forma humana?
—Sabía que tenías unas expectativas altas. Quería superarlas. De todos modos, no has respondido a mi pregunta. Cuando entré en tu habitación, estabas hablando de comenzar por el principio. ?Qué principio?
No. Eso no se lo iba a contar.
—Lo siento, pero no te lo puedo decir.
—?Por qué?
—Porque es algo relacionado con Aden, y tú lo quieres matar.
—Sí. Pero no voy a hacerlo. Les cae muy bien a mis amigas.
—?Amigas?
—Tú. Y a mi protegida, Victoria. Princesa de los vampiros, y un dolor de cabeza para mí.
Victoria. La princesa de la que le había hablado Aden con tanto anhelo.
—Aden me ha hablado un poco de ella.
Riley asintió.
—No deberías saber nada sobre Victoria. Nadie debería. Mi trabajo es que esté segura, y cuanta más gente sepa de su existencia, más peligros correrá, y más se enfadará conmigo su padre.
—Aden y yo guardaremos todos los secretos, de verdad. Hablar de ellos sería como pintarnos una diana en la espalda.
—Nadie te va a poner una diana en la espalda a ti —dijo él, y en su tono hubo, de repente, tanta furia, que Mary Ann se quedó muda. él se acercó y se sentó a su lado. Sus hombros se rozaron, y ella se estremeció.
Hubo un segundo de silencio. De tensión.
Mary Ann no sabía lo que quería que hiciera Riley. Sólo sabía que quería que él hiciera algo. Cualquier cosa, salvo apartarse de ella.