él siempre lo había negado.
Durante muchos a?os, Mary Ann había tenido resentimiento hacia su padre por aquella posibilidad. Su madre no trabajaba, se había quedado en casa para cuidar de Mary Ann y ocuparse de todas las tareas domésticas. Sin embargo, cuando ella había muerto, la tristeza de su padre había convencido a Mary Ann de que era inocente. Además, llevaba solo muchos a?os. No había tenido ni una cita, ni había mirado a otras mujeres.
—Me recuerdas todos los días a tu madre —le dijo su padre con una sonrisa—. No sólo en el físico. A ella también le encantaba la química.
—?Lo dices en serio? Odiaba las matemáticas, y la química está llena de ecuaciones que la habrían vuelto loca. Además, ?quién ha dicho que a mí me encante la química? La estudio porque es necesaria.
Sin embargo, Mary Ann entendía lo que estaba haciendo su padre. Mentía para que ella se sintiera más cerca de su madre, como si la muerte no las hubiera separado. Se inclinó hacia delante y lo besó en la frente.
—No te preocupes, papá. No la voy a olvidar nunca.
—Lo sé —respondió él con suavidad—. Me alegro. Era una mujer increíble que convirtió esta casa en un hogar.
En cuanto su padre había abierto su propia consulta, habían tenido dinero suficiente para comprar aquella casa de dos pisos. Su madre estaba eufórica. Su hermana Anne, la tía de Mary Ann, que había muerto antes de que ella naciera, y su madre habían tenido una infancia pobre y aquella casa era la primera noción de riqueza que tenía la madre de Mary Ann. Ella había pintado las paredes de colores agradables, había colgado fotografías de ellos tres y había colocado muchas alfombras para calentar el suelo de baldosas.
Su padre carraspeó y los sacó a ambos de aquellos recuerdos.
—Hoy voy a llegar tarde del trabajo. ?Estarás bien?
—Por supuesto. Tengo que terminar de leer ese artículo sobre el déficit de atención y el trastorno obsesivo compulsivo. Es bastante interesante, ?sabías que el treinta y cuatro por ciento de los ni?os que tienen…
—Dios santo, he creado un monstruo —dijo él. Se levantó y le revolvió el pelo—. No puedo creer que esté diciendo esto, cari?o, pero tienes que salir más. Vivir un poco. Muchos de mis pacientes vienen a la consulta por eso, porque no se habían dado cuenta de que el estrés que se estaban causando a sí mismos había empezado a pasarles factura, y que el tiempo libre cura tanto como la risa. De veras, hija, incluso yo me voy de vacaciones. Tienes dieciséis a?os. Deberías estar leyendo libros sobre hechiceros y chismes.
Ella frunció el ce?o. Había leído aquel artículo para impresionarlo, ?y él no quería escucharla? ?Ahora quería que se dedicara a leer novelas?
—Estoy expandiendo mi mente, papá.
—Y me siento muy orgulloso por ello, pero de todos modos creo que tienes que tomarte más tiempo libre. Tiempo dedicado a la diversión. ?Y Tucker? Podríais salir a cenar juntos. Y, antes de que me digas nada, sé que amenacé con castrarlo la primera vez que salisteis, pero me he acostumbrado a la idea de que tengas novio. Aunque no pases mucho tiempo con él, en realidad.
—Hablamos por teléfono casi todas las noches —protestó ella—. Pero él tiene entrenamiento o partido de fútbol todos los días de la semana, y yo tengo que hacer los deberes. Y durante los fines de semana, como sabes, vivo prácticamente en La Regadera.
—Sí, es cierto. ?Y Penny? Podría venir a casa a ver una película contigo.
Su padre estaba realmente preocupado por su vida social si sugería que quedara con Penny.
—Está bien. La buscaré en el instituto y le preguntaré si tiene planes —le dijo, porque sabía que era lo que él quería oír. Lo más probable era que ella se pasara la tarde con la nariz en el libro de química.
—Eso significa que no la vas a invitar.
Mary Ann se encogió de hombros.
él suspiró y miró el reloj.