Entrelazados

Le sobraban veinte minutos. El sol estaba en lo alto del cielo, y hacía mucho calor. Pronto empezó a sudar. Se apoyó contra un lateral del edificio, con medio cuerpo a la sombra. Minutos después llegó Shannon, con una expresión pétrea, como siempre, y con una sola bolsa.

Aden tenía ganas de preguntarle qué había comprado, pero sabía que no iba a responderle.

—?Cómo has conseguido tantas cosas? —le preguntó Shannon sin mirarlo.

La pregunta le sorprendió tanto, que se quedó sin habla.

?Contesta al chico?, le dijo Eve.

—Yo… eh… sólo he comprado lo que estaba de rebajas.

Shannon asintió con tirantez, y no dijo nada más.

?Me siento muy orgullosa de ti. Ya os estáis haciendo amigos?. Si hubiera tenido manos, Eve estaría aplaudiendo.

Aden no tuvo valor para sacarla de su error.

El domingo, Aden no pudo dormir en toda la noche. Estaba nervioso, emocionado, esperando que su chica misteriosa volviera. No lo hizo. Cuando todavía quedaban dos horas para que llegara el momento de salir hacia el instituto, Aden se levantó, se duchó, se lavó los dientes y se puso la ropa nueva. No podía dejar de sonreír, hasta que se miró al espejo.

En algún momento de aquellos dos últimos días, seguramente mientras él estaba fuera trabajando, alguien se había colado en su cuarto y había escrito algo en su camisa, y después había vuelto a doblarla y la había dejado en su sitio. Las palabras eran: Hola, me llamo Chiflado.

Aden agarró la camisa por el bajo y arrugó la tela. ?Aquel idiota de Ozzie! No tenía duda de que él era el culpable; si no lo había hecho en persona, le había ordenado a otro que lo hiciera.

?Oh, Aden. Lo siento muchísimo?, le dijo Eve.

?Tienes que castigarlo?, intervino Caleb. ?Podrías despertarlo a pu?etazos?.

?Eso sería un buen modo de quedar empatados?, dijo Julian, ?si quieres perderte el examen y seguramente, la oportunidad de ir al instituto?.

?Y de ver a la chica?, dijo Elijah, porque sabía que la mención de Mary Ann había calmado a Aden la última vez.

Aden respiró profundamente varias veces. Miró rápidamente las demás camisas y comprobó que también estaban escritas. Apretó los dientes.

—No importa —se dijo. Ojalá pudiera creerlo.

?Los chicos de Crossroads pensarán que es una broma?, le dijo Elijah. ?Tal vez incluso se convierta en una nueva moda?.

Aunque lo que dijera su amigo no fuera cierto, no le importaba. O mejor dicho, no iba a permitir que le importara. Aquel día era demasiado importante. En sus mejores días hacía mal los exámenes, porque no podía concentrarse. Tenía que centrarse en aprobar.

Con la camisa escrita, salió al porche. Miró hacia la fila de árboles, pero no había ni rastro de la chica morena ni de su amigo. Así era mejor, puesto que lo que menos necesitaba eran distracciones en aquel momento. Sólo se preguntaba por qué no habían vuelto a acercarse a él, y si querían hacerle da?o, y si a la chica le había gustado tanto estar con él como a él le había gustado estar con ella.

Ojalá pudiera parar las voces como hacía Mary Ann. Entonces habría sido perfecta.

Debió de quedarse allí, absorto en sus pensamientos, durante la hora que le quedaba, porque cuando quiso darse cuenta, vio a Dan caminando hacia la furgoneta con dos paquetes de almuerzo en la mano.

La puerta del barracón se abrió y Aden se dio la vuelta y vio a Shannon. Shannon miró su camisa y bajó la vista al suelo con culpabilidad. Seguramente eso significaba que él también había participado. Aden volvió a contener su ira y se dirigió hacia la furgoneta.

Dan vio su camisa y frunció el ce?o.

—?Qué ha ocurrido?

—Nada —dijo Aden—. No pasa nada. Estoy bien.

Hubo una pausa.

—?Estás seguro?

Aden asintió.

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