—Estoy perfectamente. Sólo tengo un poco de cansancio. De todos modos, si comenzaras a arreglarlo todo, te lo agradecería mucho —dijo Aden, pensando que eso sería algo que también diría Dan—. ?De acuerdo?
—De acuerdo. Supongo. Pero… ?sigues queriendo que Shannon Ross vaya también a Crossroads?
?Shannon? ?Por qué Shannon? ?Y por qué no se lo había dicho a nadie?
—Sí. Volveré a llamarte luego —a?adió, antes de que ella pudiera hacerle más preguntas—. Cari?o.
Clic.
Durante un largo instante, Aden miró fijamente el teléfono, luchando por mantener la respiración, temblando. Afortunadamente, la se?ora Killerman no volvió a llamar.
Más tarde, cuando Dan estuviera solo, recordaría aquella charla con Aden, pero pensaría que había hecho la llamada de teléfono por voluntad propia. Se preguntaría por qué, pero nunca recordaría que Aden había entrado en su cuerpo. Nadie se acordaba, tal vez porque sus mentes no podían procesar aquella noción. Tal vez porque Aden se llevaba el recuerdo.
De cualquier modo, se preguntó si Dan llamaría a Killerman otra vez para decirle que había cambiado de opinión. ?Y cumpliría ella su promesa de ponerlo todo en marcha?
Sólo el tiempo lo diría.
Lo único que podía hacer Aden era esperar. Eso, y curarse, pensó, mientras Dan y él se agachaban y vomitaban. Estupendo. Su batalla con el veneno acababa de empezar.
Aden pasó los seis días siguientes entre la consciencia y la pérdida de conocimiento. En varias ocasiones quiso dejar de luchar, terminar con todo y alejarse flotando de aquella masa de dolor que era su cuerpo. Pero no lo hizo. Luchó. Luchó con más tenacidad de lo que había luchado nunca por nada, con un solo pensamiento: la paz que lograba con Mary Ann.
Unas cuantas veces incluso tuvo la alucinación de que la veía sobre él, y de que su pelo largo y oscuro le hacía cosquillas en el pecho. O tal vez, la habilidad de Elijah estaba aumentando y tenía una visión de algo que no era la muerte, sino que vislumbraba el futuro. Salvo que, al contrario que en la realidad, la piel de Mary Ann era muy pálida, y no bronceada. Además, sus ojos eran de un azul brillante, y no casta?os.
Había algunas explicaciones para aquellas diferencias. O sus visiones anteriores no eran de Mary Ann, y él todavía no había conocido a la verdadera chica morena o, como estaba tan enfermo, había captado mal los detalles.
Ambas cosas eran perfectamente posibles. Se dio cuenta de que, aunque había visto a la chica morena muchas veces en sue?os, nunca había visto en realidad sus rasgos faciales. La cara que había visto aquella semana, sin embargo, no podría olvidarla.
—Duerme —le había dicho ella mientras le acariciaba la frente—. Cuando te pongas bien, tenemos mucho que hablar.
—?De qué? —había preguntado él.
—Por ejemplo, de cómo llamaste a mi gente. De cómo sigo sintiendo tu zumbido. De cómo ese zumbido cesó durante una corta temporada. De por qué quieres que estemos aquí. De si permitiremos que vivas, o no. Sin embargo, hablaremos cuando tu sangre huela menos a muerto viviente.
Aquélla era una conversación que Aden no entendía.
Al contrario que durante sus encuentros con Mary Ann, Aden no quería huir de aquella aparición, ni quería abrazarla como si fuera su hermana. Tampoco había sentido la ráfaga de viento dolorosa. Quería meter las manos entre su pelo, acercársela y beberse su olor. Madreselva y rosas. Quería besarla como se besaban en las visiones.