Entrelazados

?Sé lo que estás planeando, Ad, y no es buena idea?. Si Caleb hubiera poseído un cuerpo propio, estaría zarandeando a Aden por los hombros. ?En realidad, es una idea malísima. No tengo que ser vidente para saberlo?.

La última vez que había hecho algo parecido se había pasado una semana en cama, temblando de frío, con miedo de todos los sonidos, y agonizando cada vez que algo le rozaba la piel. Y con la toxina en el organismo, aquellas consecuencias podían ser mil veces peor.

?Aden?, dijo Eve. Por su tono, era evidente que se avecinaba un sermón.

—Lo siento, Dan —dijo Aden… justo antes de entrar en su cuerpo.

Gritó a causa del dolor que le causaba pasar de una masa sólida a una neblina, y Dan gritó también. Ambos cayeron de rodillas aturdidos. Los colores se fundían unos con otros, el verde de la hierba con el marrón de las vacas, el rojo del tractor con el amarillo del trigo. Aden estaba jadeando, sudando, con el estómago a punto de estallar.

Respiró profundamente varias veces. Minutos después, consiguió encontrar su centro de gravedad. El dolor disminuyó, pero sólo un poco.

?Tuviste que hacerlo?, soltó Caleb.

—No se va a acordar —respondió Aden. Era extra?o saber que era él quien hablaba, pero con una voz diferente—. Estaremos bien.

?Bueno, haz lo que quieras hacer y salgamos de aquí rápidamente?, dijo Julian. ?Dios santo, a veces no puedo creer las cosas que haces?.

Elijah gimió.

?Si alguien supiera que eres capaz de hacer esto…?.

—Nadie lo va a saber —dijo él. Eso esperaba.

Aden obligó a Dan a sacarse el teléfono móvil del bolsillo, como si aquél fuera su propio cuerpo. La mano temblaba, pero consiguió pasar los números hasta que llegó al de Tamera Killerman. Su número estaba entre los de marcación rápida.

Aden tragó saliva y llamó.

—?Sí? —respondió su asistente social al tercer tono.

—Hola, se?ora Killerman —dijo él—. Soy… Dan Reeves.

Hubo una pausa. Una risita.

?Una risita? ?De Killerman, siempre tan calmada y tan formal? La conocía desde hacía un a?o, y apenas la había visto sonreír. Aden pesta?eó de la sorpresa.

—?Se?ora Killerman? —preguntó ella. Su voz era un susurro que hizo que a Aden se le encogiera el estómago—. Ayer me llamaste cari?o.

—Yo… eh…

—Bueno, ?qué tal estás, mi amor, y cuándo volveré a verte?

?Mi amor? ?Por qué…? Aden se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y frunció el ce?o. Se sintió decepcionado, enfadado. Dan estaba casado, y sólo su esposa debería llamarlo ?mi amor?. A Aden le caía muy bien la mujer de Dan. Se llamaba Meg Reeves, cocinaba maravillosamente bien, siempre tenía una sonrisa para todo el mundo y nunca le había reprendido. Incluso canturreaba mientras limpiaba la casa.

Aden quiso entrar en los recuerdos de Dan. Quería saber por qué un hombre traicionaría a una mujer tan estupenda. Sin embargo, parecía que la única habilidad que no poseía era la de leer el pensamiento de los demás.

?No importa. Termina lo que has empezado antes de que te marees demasiado?.

—Escuche, se?ora Killerman. Quisiera apuntar a Haden Stone en el instituto de la ciudad. Se llama Crossroads High.

—?A Haden? —preguntó ella con asombro—. ?Al esquizofrénico? ?Por qué?

él apretó los dientes con furia. ??No soy esquizofrénico!?.

—Creo que la interacción con los demás estudiantes será buena para él. Además, durante el tiempo que ha estado aquí ha mejorado mucho, tanto que ni siquiera sé por qué está aquí.

?Se habría pasado?

—Me parece muy bien, pero… ?estás seguro de que está preparado? Ayer, cuando hablamos, me dijiste que progresaba con lentitud.

—Ayer no estaba hablando de Aden. Estaba hablando de Ozzie Harmon. Aden está totalmente preparado.

—?Totalmente? —ella volvió a reírse—. Dan, ?estás bien? Parece que no eres tú mismo.

él se tambaleó, pero volvió a erguirse.

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