—Sí, por supuesto.
Una mentira. Ni la verdad, ni una media verdad, ni siquiera una omisión podrían funcionar en aquella ocasión. Para Dan, admitir que había tirado las pastillas por el váter sería peor que escaparse a la ciudad. Además, él no necesitaba las pastillas. Lo debilitaban, lo dejaban cansado, y le embarullaban la mente. Aunque se dio cuenta de que ya estaba sintiendo todo aquello. Se mareó. Maldito veneno de cadáver. De todos modos, con el mareo llegó cierta urgencia.
—En realidad, fui a buscarte cuando llegué. Yo… yo… Quiero ir al instituto público. Al Crossroads High.
Ya estaba. Hecho. Ya no podía retirar aquellas palabras.
Dan frunció el ce?o.
—?Al instituto? ?Por qué?
Sólo había una explicación que pudiera sonar creíble.
—Nunca he estado con chicos de mi edad, normales, y creo que sería bueno para mí. Podría verlos, interactuar con ellos, aprender de ellos. Por favor. No he perdido ni una sola sesión de terapia desde que llegué aquí. Dos veces por semana. La doctora Quine piensa que voy bien —dijo.
La doctora Quine era la última que estaba intentando recomponerlo. A Aden le caía bien. Parecía que se preocupaba de verdad por él.
—Lo sé. Me mantiene informado.
Motivo por el que Aden cuidaba mucho lo que decía delante de la doctora. Sintió otra oleada de mareo, y se frotó las sienes.
—Si llamas a la se?ora Killerman, ella puede firmar los documentos necesarios, y yo podría ir a clase la semana que viene. Sólo habré perdido el primer mes, y sería el inicio de mi nueva vida. Una vida normal. La vida que has dicho que quieres para mí.
Dan ni siquiera se tomó un momento para pensarlo.
—Está bien en teoría, pero… Diga lo que diga la doctora Quine, tú sigues teniendo conversaciones contigo mismo. No lo niegues, porque te he oído esta ma?ana. Te quedas mirando al vacío durante horas, desapareces, y aunque acabo de encontrarte con los otros chicos, estabas rígido y enfadado, así que sé que no te has hecho amigo suyo. Lo siento, chico, pero la respuesta es no.
—Pero…
—No. Mi palabra final. Tal vez, con el tiempo.
—No he hecho amigos aquí porque no le intereso a nadie.
—Puede que no lo estés intentando.
Aden apretó los pu?os con furia. Tal vez no lo estuviera intentando, pero… ?importaría eso? él no quería hacerse amigo de Ozzie y de sus subalternos.
—Sé que te has enfadado, pero es lo mejor. Si le hicieras da?o a alguno de los alumnos, te meterían en la cárcel, y no tendrías más oportunidades. Y como ya te he dicho, no quiero eso para ti. Eres un buen chico con mucho potencial. Debes tener la oportunidad de alcanzar todo ese potencial, y brillar, ?de acuerdo?
La ira de Aden se mitigó ante la bondad de Dan. Sin embargo, su determinación se fortaleció. Tenía que ir a aquel instituto, tenía que pasar más tiempo con Mary Ann. Sí, podría encontrársela casualmente en la ciudad, ?pero cuándo? ?Y con cuánta frecuencia? Las clases del instituto eran cinco días a la semana, durante siete horas al día. Allí tendría muchas oportunidades de conocerla y saber cómo podría salir con ella.
Y, durante aquellas benditas horas estaría en paz. Por eso estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Incluso… Tragó saliva, porque no le gustaba dónde acababa aquel pensamiento.
—?Estás seguro? —le preguntó, dándole a Dan una última oportunidad.
—Muy seguro.
—Bueno.
Entonces, Aden miró a su alrededor, y hacia detrás, para asegurarse de que nadie podía ver lo que iba a suceder desde la casa y desde el barracón.