Entrelazados

Al darse cuenta de que podían sorprenderlo hablando solo, Aden miró a su alrededor para asegurarse de que no había nadie cerca. él habría pensado las respuestas, en vez de decirlas en voz alta, pero había tal corriente de ruido en su cabeza, que las almas tenían problemas para distinguir sus palabras de lo demás.

Había empezado a ponerse el sol, y el rancho aparecía en el horizonte. Era un edificio rojo de madera, rodeado de molinos de viento, una torre de perforación petrolífera y una verja de hierro forjado. Había vacas y caballos pastando por todas partes. Los grillos chirriaban. Se oyó el ladrido de un perro. Aden no se había imaginado que iba a vivir en un sitio como aquél, porque era lo menos parecido a un vaquero que podía existir, pero se había dado cuenta de que le gustaban más los espacios abiertos que los edificios api?ados de las ciudades.

En la parte trasera del rancho había un establo, además de un barracón donde dormían los otros y él. Normalmente estaban fuera con el tutor, el se?or Sicamore, o haciendo balas de heno, segando y recogiendo estiércol con una carretilla, para usarlo de abono. Aquellas tareas tenían el objetivo de ?ense?ar la importancia del trabajo y la responsabilidad?. Sin embargo, en opinión de Aden, sólo les ense?aban a odiar el trabajo.

Afortunadamente, aquél era el día libre de todo el mundo. Cuando atravesó la cancela, no había nadie por allí.

—Tienes razón al decir que tal vez coincidiéramos en la misma ciudad al mismo tiempo, pero hay pocas posibilidades. De todos modos, te prometo que nunca la había visto de verdad hasta hoy —dijo Aden, retomando la conversación donde la habían dejado. Si Mary Ann y él se hubieran cruzado antes, él habría experimentado aquel dulce silencio, y nunca lo habría olvidado.

Caleb se echó a reír.

?Tú siempre llevas la cabeza agachada, y la mirada fija en el suelo, allá donde vayas. Podrías haberte cruzado con tu madre y no te habrías dado cuenta?.

Cierto.

—Pero me han llevado de clínica mental en clínica mental, y allí no había chicas. ésta es la primera vez que he salido libremente a la calle. ?Dónde iba a haberla conocido?

Eve suspiró.

?No lo sé?.

?De todos modos, creo que deberías mantenerte alejado de ella?, dijo Elijah.

—?Y por qué?

Elijah permaneció en silencio.

?Bueno, no sé los demás, pero a mí no me gusta nada lo impotente que me siento cuando estás cerca de ella?, dijo Julian.

—?Elijah? —insistió Aden.

?No sé. No me gusta?, respondió el adivino.

Aden siguió caminando y se tropezó con uno de los perros de Dan, Sophia, una collie negra y blanca que ladraba para llamar su atención. él le acarició la cabeza y ella continuó bailando a su alrededor. Mientras estaba allí, una idea se formó en la cabeza de Aden. Sin embargo, no la mencionó. Todavía no. Pero dijo:

—Bueno, pues a mí sí me gusta, y quiero, necesito, estar más tiempo con ella.

?Entonces vas a tener que encontrar la manera de liberarnos?, dijo Elijah. ?Si tengo que pasar más tiempo en ese agujero negro, me volveré loco?.

—?Y cómo?

Ya habían intentado hacerlo de mil modos diferentes. Por medio de exorcismos, de encantamientos, de oraciones. Nada de nada había funcionado. Y, con su propia muerte tan cercana, estaba comenzando a desesperarse. No sólo por la paz que le proporcionaría durante aquellos últimos a?os, o meses, o semanas de vida, sino porque no quería que sus únicos amigos murieran con él. Quería que tuvieran su propia vida. Las vidas que siempre habían deseado.

?Digamos que encontraremos el modo de salir?, dijo Eve. ?Entonces necesitaríamos cuerpos, cuerpos vivos, o seríamos insustanciales, como los fantasmas?.

?Cierto, pero no podemos pedir los cuerpos por Internet?, dijo Julian.

?Aden va a encontrar la manera?, respondió Caleb con confianza.

?Imposible?, quiso decir Aden, pero no lo hizo. No tenía ningún motivo para destruir su esperanza. Cuando llegó al edificio principal, murmuró:

—Terminaremos esta conversación más tarde.

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