Entrelazados

—Va-vamos, t-tío. Haz-lo-lo —dijo Shannon.

Era un chico negro, el más grande de todos, que estaba tumbado sobre los almohadones que habían tirado por el suelo. Tenía los ojos enrojecidos, y uno de ellos, hinchado. ?De una pelea reciente? Seguramente. Por lo general, Shannon tartamudeaba y los demás se reían de él, y entonces, él se enfurecía. Aden no sabía por qué iban con él.

—Así-sí olvidarás q-q-que estás loc-co —a?adió.

Seth, Terry y Brian asintieron. Los tres podían pasar por hermanos. Tenían el pelo y los ojos oscuros, y la cara de ni?o. Sin embargo, sus estilos eran muy diferentes. Seth tenía mechones te?idos de rojo y se había tatuado una serpiente en la mu?eca. Terry llevaba el pelo largo y enmara?ado, y vestía con ropa muy holgada. Brian iba siempre impecable.

Decir que no era duro. Sobre todo, cuando sabía que le ayudaría a mitigar el dolor que se avecinaba. Pero lo hizo.

Si se drogaba, olvidaría algo más que quién era. Olvidaría hablar con Dan, y tenía que hacerlo. Si Dan accedía al plan de Aden, Aden vería mucho a Mary Ann.

Con aquel incentivo, estaba dispuesto a decir que no a cualquier cosa.

—Lo que quieras, tío —dijo Ozzie, y le dio una calada al porro. El humo se extendió alrededor de su cara—. Ya sabía que eras patético.

?No reacciones?.

—?Dónde está Ryder? —preguntó Aden. El sexto miembro de su grupo.

—Dan encontró una bolsa en su habitación. Vacía, por supuesto, o lo habría echado. Y se lo llevó al pueblo para hacerle una prueba de drogas —dijo Seth—. Tardarán horas en volver. Por eso estamos haciendo la fiesta.

De repente, alguien llamó a la puerta, y se oyó el chirrido de las bisagras.

—Ya hemos vuelto —dijo Ryder nerviosamente. Debía de saber lo que estaban haciendo.

—Con que iban a tardar horas en volver, ?eh? —preguntó Aden.

Ozzie soltó una maldición y se apresuró a esconder el porro, echándolo a un recipiente de metal. Lo tapó rápidamente para encerrar el humo.

Seth tomó un bote de ambientador y pulverizó por la habitación. Terry echó los almohadones en la cama. Brian se escabulló en busca de la salida. Y Shannon permaneció donde estaba, con la cabeza apoyada en las manos. Entonces, Ryder entró en la habitación, con el pelo rojo en punta y un gesto de mal humor.

Dan entró detrás de él. Se detuvo en la puerta, junto a Aden, con los pulgares enganchados en el cinturón. Llevaba una gorra de béisbol bien calada. Al olisquear el aire, puso cara de desaprobación.

—Estoy intentando salvaros la vida, chicos. ?Lo sabéis?

Unos cuantos de los descarriados se miraron los pies con vergüenza. Ozzie sonrió con desdén. Nadie dijo nada.

—Terminad de limpiar, y después quiero que hagáis algo útil. De hecho, quiero que cada uno tome un libro de la caja que os di la semana pasada y leáis cinco capítulos. Me contaréis lo que habéis leído ma?ana, durante el desayuno.

Todos gru?eron.

—No quiero nada de eso —dijo Dan, observando cada una de sus caras. Al llegar a Aden, se sorprendió, como si no se hubiera dado cuenta de que estaba allí—. Vamos a dar un paseo —le dijo, y sin esperar a que respondiera, salió del barracón dando un portazo.

—Si le dices dónde está mi hierba —le amenazó Ozzie—, te corto el pescuezo.

—Inténtalo —dijo Aden, y se dio la vuelta.

??Tenías que enfrentarte a él??, le preguntó Eve con frustración.

—Sí.

Aden no reaccionaba bien ante las amenazas.

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