Entonces, cerró los labios. Las luces estaban apagadas, no había ruido de pasos ni se oía el chocar de las cacerolas. No obstante, no había manera de saber quién podía estar acechando por allí.
Llamó a la puerta y esperó un rato. Volvió a llamar. Esperó más. No apareció nadie. Se le hundieron los hombros de la decepción. Quería hablar con Dan para poner aquella idea en funcionamiento.
Con un suspiro, se dirigió hacia el barracón. Sophia ladró, y finalmente se marchó. Dentro, la brisa fresca cesaba, y el aire estaba cargado de polvo. Iba a ducharse, a cambiarse, tal vez a comer algo, y volvería a la casa. Si Dan no había vuelto para entonces, tendría que esperar hasta la semana siguiente para hablar con él. El veneno comenzaría a hacer efecto en su cuerpo durante las horas siguientes.
Aquello sólo era la calma antes de la tormenta.
Oyó un murmullo de voces, e intentó llegar de puntillas a su habitación. Sin embargo, crujió una tabla del suelo, y un segundo más tarde, Aden oyó una voz familiar.
—Eh, chiflado. Ven aquí.
Aden se detuvo, preguntándose si no debería escabullirse. Ozzie y él nunca se habían llevado bien, tal vez porque todas las palabras que salían de la boca de aquel muchacho eran un insulto. Pero de todos modos, cualquier otra pelea, verbal o de otra clase, haría que lo echaran de allí. Ya se lo habían advertido.
—Tú, chiflado. No me obligues a ir a buscarte.
Oyó unas risotadas.
Así que los amigos de Ozzie también estaban allí.
?Márchate. No puedo soportar otro disgusto más hoy?, le dijo Julian.
?Si te marchas, pensarán que eres un débil?, dijo Elijah, y por lo tanto, aquello tenía muchas posibilidades de ser cierto. ?Entonces, no te dejarán en paz ni un momento?.
?No. Ve al bosque y te dejarán en paz ahora?, le dijo Caleb. ?Además, no puedes enfrentarte a ellos en tu estado?.
?Vamos, termina con ello ahora mismo?, le dijo Eve. ?Si no, estarás toda la noche preocupado por si te atacan. Y vas a estar enfermo, así que no deberías tener otra preocupación más?.
Con la mandíbula apretada, él entró en su habitación, dejó la mochila y fue hacia la habitación de Ozzie.
?Siempre le haces caso a Eve?, gimoteó Julian.
?Porque es listo?, dijo Eve.
?Porque es un adolescente, y tú eres una mujer?, dijo Caleb. ?Nunca te habías quejado por el hecho de que yo fuera una mujer?.
Cuando Aden apareció en la puerta, Ozzie lo miró, sonriendo, de arriba abajo. Pronto, la sonrisa se convirtió en un gesto de desprecio.
—?Qué has estado haciendo? ?Besuqueándote con la aspiradora, ya que no encuentras a nadie lo suficientemente desesperado como para tocarte? O tal vez estabas con uno de tus amigos invisibles. ?Era un tío o una tía esta vez?
Los demás se echaron a reír.
—Era una chica —dijo Aden—. Acababa de dejarte, así que sí estaba lo suficientemente desesperada. —Tocado —dijeron los demás, riéndose. Ozzie se quedó callado, y entornó los ojos. Ozzie llevaba allí poco más de un a?o, unos meses más que cualquiera de los otros. Por lo que sabía Aden, lo habían arrestado por asuntos de drogas y de hurtos en tiendas en más de una ocasión, y finalmente, sus padres se habían lavado las manos.
—Me voy —dijo Aden.
—No te muevas de ahí —le ordenó Ozzie, y le dio un porro a medio fumar. Tenía el pelo rubio en punta, como si se hubiera pasado las manos por él varias veces—. Dale una calada. Necesitas ayuda con tu locura.
Hubo más risas.
—No, gracias —dijo él.
No necesitaba que a?adieran el consumo de drogas a su historial, ya de por sí demasiado largo.
—No te lo estoy pidiendo —dijo Ozzie—. Fuma. Ahora.
—No. Gracias —repitió Aden.
Observó el dormitorio. Era igual que el suyo. Paredes blancas, una litera con edredones marrones, una cómoda y un escritorio. Nada extra. Ni carteles enmarcados, ni fotografías. A Dan le gustaba decir que la falta de detalles era para ayudarles a olvidar el pasado y concentrarse en el futuro, pero Aden sospechaba que era porque los descarriados llegaban y se marchaban con mucha rapidez.