En aquella ocasión, el lobo dio un paso hacia ella y flexionó las patas delanteras, tomando la posición perfecta para saltar.
No podía saber lo que estaba haciendo ella. No podía saber lo que ocurriría si ella apretaba el último botón. Por mucha inteligencia que hubiera en aquellos ojos verdes.
Cuando apretó el último número, en un pesta?eo, el lobo se lanzó hacia ella y le arrebató el teléfono con los dientes. Mary Ann soltó un jadeo, y se quedó paralizada. Aquellos dientes… Habría podido desgarrarle la mano, pero ni siquiera la habían rozado.
Se obligó a ponerse en movimiento y se dio la vuelta rápidamente. Sabía que no debía darle la espalda a aquel bicho. El lobo estaba bajo el ciruelo favorito de su padre, con el móvil entre los dientes, sentado con calma, como si estuvieran de picnic. De nuevo, se movió hacia un lado.
Mary Ann, que estaba perdiendo el miedo poco a poco, se tambaleó en aquella dirección. Aunque el lobo no le hubiera hecho da?o y, aparentemente, no quisiera hacérselo, ella mantuvo toda la distancia que pudo con él.
Caminó hacia atrás, teniendo cuidado de no tropezar de nuevo.
El animal soltó una exhalación. ?Era un suspiro? Y después, dio un salto y se colocó delante de ella, y comenzó a caminar con un ritmo constante. De vez en cuando miraba hacia atrás para asegurarse de que ella lo seguía.
Y como no sabía qué hacer, Mary Ann lo siguió.
El lobo conocía el camino hacia el instituto. Aunque había tres posibles itinerarios, él eligió el preferido de Mary Ann. ?Acaso la había seguido otras veces, o podía oler el rastro?
El animal, que claramente era muy inteligente, se mantuvo entre las sombras alejado de la vista de los conductores. De repente, Mary Ann lamentó no saber más cosas sobre los animales.
Por fin, el Crossroads High apareció ante ellos, y Mary Ann suspiró de alivio. Era un edificio nuevo, grande, de color rojo. Había muchos coches en el aparcamiento, y muchos chicos disfrutando del cálido sol, que pronto sería reemplazado por la neblina del invierno. Entonces, su alivio desapareció. ?Los atacaría el lobo?
La furgoneta de Tucker pasó junto a ella, y él frenó con un chirrido. ?Gracias a Dios! El lobo dejó caer el teléfono y retrocedió. Cuando se hubo alejado lo suficiente como para que ella estuviera tranquila, Mary Ann echó a correr y tomó el móvil del suelo. Sin dejar de mirar al animal, retrocedió hasta el coche de Tucker, abrió la puerta y entró. El lobo desapareció por entre los árboles y los matorrales que rodeaban el instituto.
Aquella última mirada que le había lanzado el animal estaba llena de decepción. Incluso de ira. Ella tragó saliva. Por lo menos no había saltado sobre el coche.
—Esto es una novedad —comentó Tucker con su voz profunda.
Tenía el pelo rubio y los ojos grises, de un color que habría sido feo en cualquier otra persona. En Tucker, con su cara de ni?o, los hoyuelos y el cuerpo atlético, era un color increíble.
Mary Ann nunca había entendido por qué quería salir con ella, y mucho menos por qué seguían haciéndolo, porque apenas estaban juntos fuera del instituto. Todas las animadoras lo adoraban, sobre todo su jefa, Christy Hayes, la belleza adorada del instituto. Sin embargo, Tucker no quería saber nada de ella, y siempre la daba de lado para estar con Mary Ann. Lo cual, aunque ella odiara admitirlo, era tan bueno para su autoestima como los cumplidos de Tucker.
?Eres tan guapa?, le decía. ?Tengo mucha suerte de estar contigo?.
Ella sonreía durante horas, después de oírlo.
Tucker se echó a reír.
—A esto sí estoy acostumbrado.
—?Qué?
—Me estás ignorando, porque estás absorta en tus pensamientos.
—Oh. Lo siento.
?Acaso lo hacía mucho? No se había dado cuenta. Tendría que hacer un esfuerzo y concentrarse. ?Y de qué estaban hablando, de todos modos? Oh, sí.
—?Qué es la novedad? —le preguntó.
La furgoneta avanzó.