—Las cosas no van a ser siempre igual.
—Eso parece una amenaza, y ya sabes cuál es el castigo por ello. Incluso para ti, que también eres un príncipe.
Dmitri se quedó mirándola durante un largo rato. Finalmente dijo:
—Vete. Diviértete. Disfruta del caos. Terminará pronto, quieras o no.
Victoria se quedó inmóvil mientras él se alejaba, respirando profundamente para calmarse. Cuando Dmitri desapareció, ella echó a correr, con el pelo al viento, libre. Pasó como un bólido por delante de los edificios, y finalmente llegó al bosque. Siguió corriendo mientras las preocupaciones se desvanecían, mientras las hojas caían de las ramas. Los olores de la noche invadieron la nariz de Aden, rocío, tierra y animales.
Victoria sólo aminoró el paso cuando vio aparecer el Rancho D. y M. Allí estaba su ventana, abierta para ella. En el interior había dos corazones, y Victoria los reconoció a ambos. Eran el de Aden, que latía un poco más rápido de lo normal, y el de Shannon, con un pulso lento y constante. Uno estaba perdido en una visión, seguro, y el otro dormía plácidamente.
Casi había llegado…
Entró y le puso las manos en los hombros a Aden. Lo zarandeó, y él abrió los ojos. Se dio cuenta, con sorpresa y decepción, de que estaba en su cuarto. Aunque le aliviaba que la ceguera hubiera terminado, no quería salir de la cabeza de Victoria. Volvió a maravillarse de su fuerza. Había sobrevivido a todo aquello, no había cedido terreno ante Dmitri y no se había acobardado.
Aden había tenido ganas de saltar entre ellos, de arrojar al vampiro al suelo y de llevarse a Victoria.
—Aden —susurró ella.
Estaba sobre él, como la primera vez que la había visto, con el pelo cayendo en cascada alrededor de su rostro y encerrándoles entre unas cortinas oscuras. él le acarició la mejilla, y ella cerró los ojos.
—Shannon está…
—Dormido —susurró Victoria.
Sí, Aden lo sabía. Porque a través de ella había sentido los latidos del corazón de su amigo durante un instante.
—Gracias por todo.
—?Qué has visto?
—A ti, alimentándote. Y a ti, hablando con Dmitri.
—Entonces, lo has visto todo —dijo ella con un suspiro—. Seguramente te estarás preguntando cómo es posible.
Aden asintió.
—Cuando un vampiro ingiere sangre humana, entra en nuestro organismo y se transforma. Cobra vida con todo lo que nosotros somos. Con nuestro pensamiento, nuestras emociones, nuestra esencia. La peque?a cantidad que te di te curó las heridas, pero también te vinculó a mi mente.
—?Voy a poder ver las cosas a través de tus ojos más veces?
—No lo sé —respondió Victoria. Le acarició, con la delicadeza de las alas de una mariposa, el ojo, ya curado. Aden notó el fuego de su piel, tan amado para él—. Aunque he oído decir que a algunos les ha ocurrido, yo nunca había compartido mi sangre con nadie. Bueno, doy gotas para curar las heridas de los mordiscos, pero como no es ingerida, los humanos nunca se vinculan conmigo.
Así que ella le había dado algo que nunca les había dado a otros. El amor que sentía por ella creció, se expandió.
—Es alguien a quien desprecio, alguien que… —entonces, sus orejas se irguieron, y Victoria se incorporó—. Ha llegado Riley. Su corazón late muy deprisa —a?adió con el ce?o fruncido—. Nos necesita.
Aden se levantó sin dudarlo y se miró. Llevaba la ropa de todo el día, arrugada y sucia por haber trabajado en el establo.
—Necesito cinco minutos.
—Muy bien. Riley dice que vamos a estar fuera todo el fin de semana, y que se ha asegurado de que nadie nos eche de menos —dijo Victoria—. Haz tu bolsa de viaje, y yo me ocuparé de Dan y de los otros chicos. No se darán cuenta de que te has ido. Nos vemos fuera —le dijo ella, y se marchó.