Entrelazados

La puerta se abrió y se cerró. Se oyeron unos pasos, el ruido de la ropa.

—?Estás bien, tío? —le preguntó Shannon—. Tienes mala cara.

No había tartamudeado ni siquiera un poco. Tal vez la falta de los constantes comentarios hirientes de Ozzie y la confianza de saber que tenía amigos de verdad hubieran tenido buenas consecuencias.

—No muy bien —dijo Aden. Notaba el calor del cuerpo de su amigo, y sabía que estaba cerca—. ?Estamos solos?

—Sí.

Si Victoria iba a verlo… quería estar preparado. O al menos, tan preparado como podía estar un tipo en sus condiciones.

—La ventana… la chica…

—No te preocupes. La dejaré abierta.

A Aden se le escapó un gemido porque el dolor se intensificó repentinamente. Era como si tuviera un ariete golpeándole por toda la cabeza, como si quisiera abrírsela. Casi tenía ganas de que sucediera. Así, el dolor escaparía. Era tan fuerte, que incluso sus compa?eros lo sentían, y gemían con él.

Cuando creía que ya no podía soportarlo más, de repente hubo un fogonazo de miles de puntos de luz multicolor detrás de sus ojos. Y comenzó a ver una escena. Sucedía en un callejón oscuro, iluminado únicamente por la luz de las farolas que había más allá. De vez en cuando pasaba un coche, pero él estaba escondido entre las sombras, así que estaba a salvo de la observación de los demás. Y se alegraba. Su agudo sentido del olfato le daba a entender que no había nadie más entre él y su comida, nadie que pudiera ver lo que iba a hacer, y eso era bueno, muy bueno. Pero no era su pensamiento. No salía de su mente. Era algo un poco desesperado, hambriento. Incluso avergonzado.

Estaba detrás de un hombre de mediana edad; tenía una mano sobre su cabeza y se la empujaba para ladeársela, y la otra, sobre su hombro, para mantenerlo inmóvil. Las manos eran pálidas y delicadas.

?Pálidas? ?Delicadas? Aquéllas no eran sus manos, pero sí eran extensiones de su cuerpo. Miró hacia abajo. No. Aquél no era su cuerpo, tampoco. Aquél llevaba una túnica negra y tenía unas suaves curvas.

Victoria. él debía de estar viviendo aquella escena a través de los ojos de Victoria. ?Estaba ocurriendo en aquel momento, o había ocurrido en el pasado? ?Era un recuerdo?

—Eres un chico malo —dijo Aden, pero no con su voz. Era la de Victoria. Y él nunca la había oído hablar en un tono tan frío, tan implacable. él sentía su furia, y también su hambre, pero ella no dejó entrever ninguna de las dos cosas—. Pegas a tu esposa y a tu hijo, y te crees superior —prosiguió ella con desprecio—. Cuando en realidad, no eres más que un cobarde que merece morir en este callejón.

El hombre se echó a temblar. Ella ya le había ordenado que mantuviera los labios sellados, así que él no podía hablar, ni siquiera gimotear.

—Pero no voy a matarte. Eso sería demasiado fácil. Ahora tendrás que vivir sabiendo que te ha vencido una chica —dijo, y con una carcajada cruel, a?adió—: Una chica que te perseguirá y te cazará si vuelves a maltratar a tu esposa o a tu hijo. Y si crees que no me voy a enterar, piénsalo bien. He visto lo que les hiciste esta ma?ana.

El temblor del hombre aumentó.

Entonces, Victoria le mordió salvajemente en el cuello. No tuvo nada de lento ni de suave, como había hecho con Aden. Hundió profundamente los colmillos hasta que llegó al tendón. El cuerpo del hombre se sacudió, sus músculos sufrieron espasmos. Ella tuvo buen cuidado de no inocularle saliva en la vena, porque eso habría mejorado la experiencia para él. Le habría drogado, como había sucedido con Aden.

El olor metálico de la sangre saturó el aire, y Aden lo inhaló profundamente, tal y como estaba haciendo Victoria. A ella le encantaba, y saciaba su hambre con él, y él se dio cuenta de que a través de sus sentidos, disfrutaba igualmente.

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