Entrelazados

Riley puso en marcha el motor y salió a la carretera, que ya estaba vacía. Conducía con tanta facilidad, que parecía que el coche era una extensión de sí mismo.

—Tenía que ayudar a Victoria con un problema. Y lo siento, cari?o —a?adió, mientras le besaba el dorso de la mano—. Todavía no puedo decirte qué problema es. Victoria no se lo ha dicho a Aden, y él debería ser el primero en saberlo.

—Lo entiendo.

—?De verdad?

—Pues claro.

—Me asombras. Cualquiera estaría intentando sonsacármelo.

—No es mi estilo.

La gente revelaba sus secretos cuando estaba preparada para hacerlo, y presionar sólo servía para causar amargura. En cuanto a los secretos de su padre, tal vez él no quisiera contárselos, pero eso no le importaba. Nunca le habían pertenecido a él en exclusiva.

—A pesar de lo que ha ocurrido —dijo Riley—, tu padre te quiere. Tienes mucha suerte por ello. Yo no tengo padres. Murieron poco después de que yo naciera, así que a mí me crió el padre de Victoria, que piensa que los chicos deben ser guerreros, y que no se deben tolerar las debilidades. Aprendí a luchar con todo tipo de armas cuando tenía cinco a?os, y maté a mi primer enemigo a los ocho. Y cuando fui herido… —dijo, y sus mejillas se ti?eron de rojo mientras apartaba la mirada y carraspeaba—, no hubo nadie que me abrazara, nadie que me besara para que me sintiera mejor.

Ella lo haría. A partir de aquel momento, ella lo consolaría siempre, como él la había consolado aquella noche. Y le había hecho entender que, pese a las mentiras, era afortunada por haber tenido su ni?ez y a sus padres.

—Tú me asombras a mí —dijo—. ?Crees que… ?Podrías…? Alguna vez uno de tu raza ha salido con uno de la mía?

él apretó el volante, y se le pusieron blancos los nudillos.

—No. Los hombres lobo viven mucho más tiempo que los humanos, así que salir con uno se considera una estupidez supina.

—Ah —dijo ella, sin poder disimular la decepción.

—Pero encontraremos la manera de hacerlo.

—Ah —dijo ella de nuevo, pero en aquella ocasión, con una sonrisa.





Después de terminar con sus tareas en el rancho, Aden se dio cuenta de que se le estaban cerrando los ojos. Sin saber qué ocurría, entró en su habitación. No pudo cerrar la puerta con llave porque a partir de aquel día, Shannon iba a ser su compa?ero de habitación. Parecía que a Ozzie lo habían sorprendido metiendo drogas en la habitación de Aden aquel día, para que lo expulsaran del rancho.

Por una vez, la suerte había estado de su parte, y Dan había visto lo que ocurría desde fuera, por la ventana. O tal vez había sido un efecto del viaje en el tiempo de Aden. De todos modos, la policía había ido al rancho y se habían llevado a Ozzie. En aquel momento estaba en la comisaría, y no iba a volver al rancho.

Aquello eliminaba una de las preocupaciones de Aden.

Dan se había dado cuenta de que Aden y Shannon se habían hecho amigos, y para animar su amistad había cambiado a Shannon a la habitación de Aden. Era raro, el hecho de no estar solo en el rancho. Incluso más raro, el hecho de que Brian, Terry, Ryder y Seth hubieran sido agradables con él durante todo el día. Parecía que sin la influencia de Ozzie lo consideraban uno de los suyos.

Aden se sentía como si hubiera acabado en una nueva dimensión, o en un mundo alternativo.

Se dejó caer en su cama, la litera de abajo. ?Qué le ocurría? ?Se estaba quedando ciego? ?Por qué? Mientras se hacía aquellas preguntas, la poca luz que todavía podía ver desaparecía. Aden se quedó en la oscuridad.

—?Qué me pasa? —murmuró, sintiendo pánico.

?Tal vez sea la sangre de Victoria?, dijo Eve.

?Ella te advirtió de que podía haber complicaciones?, le recordó Caleb. Después silbó. ?Dios, está muy buena. ?Cuándo vas a volver a besarla??.

La sangre de Victoria. Por supuesto. Se sintió aliviado, pero al instante comenzó a sentir un dolor de cabeza fuerte que le martilleaba contra las sienes. ?Cuánto tiempo iban a durar la ceguera y el dolor?

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