Entrelazados

—Te creo —le dijo—. No creo que podamos estar como antes, todavía no. Pero te creo.

Penny la miró durante un instante y después se echó a sus brazos. Mary Ann se quedó asombrada, pero mientras Penny lloraba, ella no pudo evitar abrazarla y susurrarle palabras de consuelo.

Tal y como había dicho Riley, todo el mundo cometía errores. Aquél era el de Penny, y si Mary Ann quería que la chica formara parte de su vida, tenía que perdonarla.

—Lo siento muchísimo. Te lo prometo. Nunca volveré a hacerlo. Puedes confiar en mí. He aprendido la lección. Te lo juro.

—Shh, shh. Ya está. Ya no estoy enfadada contigo.

Penny se apartó, aunque no dejó de abrazar a Mary Ann.

—?De verdad?

—Eres una parte importante de mi vida. No sé cuánto tiempo tardaré en confiar de nuevo en ti, pero ya no me parece tan imposible.

—No te merezco —dijo Penny, y se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. Sé que no te merezco, que debería dejarte en paz para siempre, pero no puedo. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Me entiendes como nadie, y me he odiado a mí misma desde que ocurrió esto con Tucker. Quería decírtelo, de verdad, pero tenía mucho miedo de perderte.

—No vas a perderme. Yo también te necesito. Además, me hiciste un favor. Tenía que romper con Tucker. Me diste el empujón que necesitaba para hacerlo.

Aquello provocó a Penny una sonrisa temblorosa.

—Es tonto, ?verdad?

—Sin duda. ?Va a ayudarte con…?

Penny estaba negando con la cabeza antes de que Mary Ann pudiera terminar la pregunta.

—Me ha dicho que no quiere saber nada de mí ni del bebé. Estoy sola.

—Bueno, tienes a la tía Mary Ann. Nunca he estado con ni?os peque?os, pero estoy dispuesta a aprender.

Penny volvió a sonreír.

—Tengo que volver a casa. Estoy castigada por ser una cualquiera, como dice mi madre, pero quiero volver a estar contigo muy pronto. Quiero que hablemos.

—Muy bien. Yo quiero enterarme de todo lo del bebé.

Penny se acarició el vientre, que tenía ligeramente hinchado. Mary Ann no se había dado cuenta hasta aquel momento.

—Te quiero, chica —le dijo Penny, y le dio un beso en la mejilla. Después se alejó hacia su casa.

Mary Ann la observó hasta que desapareció por la puerta. Qué día.

Abrió con ganas el paquete de los certificados. Leyó primero el de Aden y anotó el nombre del hospital donde había nacido, el Santa María, los nombres de sus padres, Joe y Paula Stone, y la fecha de su cumplea?os, el doce de diciembre. Qué coincidencia. Ella también había nacido en esa fecha.

Después leyó su certificado. Agitó la cabeza. Volvió a leerlo, pero las palabras no habían cambiado. Se tambaleó hacia atrás. No podía ser correcto. Ella también había nacido en el Santa María, pero lo peor era que la mujer a la que había llamado mamá durante toda su vida no era su madre.

Todo cobró sentido de repente. Entendió el motivo por el que se parecía tanto a la mujer que la había criado, pero que no era su madre biológica. Y entendió por qué su padre hablaba de dos esposas.

La alegría que había sentido después de hablar con Penny desapareció por completo, y sólo sintió rabia. Mary Ann tenía la respiración entrecortada cuando entró en el despacho de su padre. Estaba temblando, y tenía un zumbido en los oídos.

él la miró, y al ver su expresión, dejó los papeles que tenía entre las manos.

—?Qué te ocurre, cari?o?

—Explícame esto —le gritó, y le tiró el certificado al escritorio.

él lo vio y se quedó helado.

—?Dónde lo has conseguido? —le preguntó suavemente.

—Eso no importa. ?Por qué no me dijiste que mi tía Anne es mi madre, y que dejaste que su hermana me criara como si fuera suya?

Su padre bajó la cabeza y la apoyó entre las manos. Se quedó así, encorvado, durante un largo instante. Finalmente, respondió:

—No quería que lo supieras. No quiero.

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