Mary Ann le estaba dando golpecitos en la espalda para reconfortarlo. él se dio cuenta cuando se irguió.
El hada debió de decidir que, de todos modos, iba a revisar aquel callejón. Aden se llevó a Mary Ann en dirección contraria a sus amigos. No podía preocuparse de los efectos secundarios de la sangre de Victoria en aquel momento. No sería peor que el veneno de los cadáveres, y la seguridad de Mary Ann era lo primero.
Comenzó a caminar rápidamente. Si el hada los vio, él no lo supo. Siguió moviéndose sin mirar atrás, hasta que encontró una puerta que no estaba cerrada con llave. Dentro del edificio, que era una tienda de ropa, se topó con un dependiente que le dijo que no podía haber nadie en la parte trasera del establecimiento. Aden se disculpó y salió. Mary Ann se mantuvo junto a él en todo momento, en silencio.
Había muchísima gente. A primera vista eran normales, pero mientras los miraba con toda la atención posible, comenzó a ver más allá de sus máscaras. Algunos eran tan bellos que no podía apartar la vista de ellos. Otros eran tan horribles que le provocaban náuseas. Sin embargo, el hecho de mirar de hito en hito y vomitar le habría delatado.
—?Nos sigue alguien? —le preguntó Mary Ann en un susurro.
Aden se atrevió a mirar hacia atrás.
—No. Que yo sepa. Sonríe, como si acabara de decir algo gracioso.
Ella consiguió soltar una carcajada poco convincente.
—Tal vez deberías decir algo gracioso.
—No se me ocurre nada —contestó él, y decidió preguntarle algo serio—. Pediste nuestros certificados de nacimiento, ?verdad?
—Sí.
—?Y cuándo llegarán?
—Creo que hoy. Pagué para que nos los enviaran con urgencia. En realidad, tal vez ya estén en el buzón.
—Muy bien.
Si los certificados ya habían llegado, Aden tendría la dirección de sus padres, y tal vez pudieran ir a comprobar al día siguiente, sábado, si la pareja todavía vivía allí. Y si no, podrían ir al hospital donde nació e intentar conseguir sus expedientes para averiguar un poco más sobre su familia y él.
—No sabes lo que he hecho —dijo ella—. Para darte conversación, te lo contaré. Me colé en el despacho de mi padre y saqué las notas que tomó sobre ti. Te recuerda, y realmente te tomó cari?o, pero lo que dijiste de mi madre le asustó mucho.
—Primero, gracias. Segundo, yo no dije nada sobre tu madre.
—Sí. Lo de los viajes en el tiempo.
él sólo había mencionado sus propios viajes en el tiempo. Era el doctor Gray quien había mencionado los de otra persona, los de una mujer. ?Podría ser?
—?Tu madre desaparecía a veces?
—No, nunca. Yo me habría enterado. Me pasé casi toda la infancia pegada a ella.
—Entonces no lo entiendo.
—Yo tampoco. él mencionaba a una esposa y a una esposa actual, y no sé si eso significa que mi la mujer que yo pensaba que era mi madre no lo era en realidad. Pero no entiendo cómo es posible.
él la llevó hasta el coche que les había procurado Victoria, puesto que el corvette ya no estaba, y se quedaron sentados en su interior durante varios minutos, esperando a ver si veían acercarse a alguien, o algo. No ocurrió nada. Aden exhaló un suspiro de alivio y puso en marcha el motor.
—Gracias —le dijo de nuevo a Mary Ann—. Por todo.
—Voy a hablar con él. Tengo que hacerlo. De otro modo, nunca sabremos la verdad. Además, necesito un descanso de todo esto, ?sabes?
Con suerte, la explicación llegaría antes de Halloween y de la fiesta a la que él tenía que acudir. El conocimiento era poder, y Aden tenía el presentimiento de que iba a necesitar mucho poder para enfrentarse al padre de Victoria. él la quería y deseaba formar parte de su vida todo el tiempo que le quedara, y tener el permiso de su padre le ayudaría. Tal y como estaban las cosas, no era probable que lo consiguiera. Era un chico problemático, un loco.