—Pero es lógico pensar que si se crearon vampiros una vez, puedan crearse de nuevo.
—Cierto. Pero nadie sabe que los últimos intentos han fracasado. O la sangre que mi padre y sus hombres consumieron ya no tiene el mismo efecto, o los cuerpos humanos han evolucionado y se han hecho más resistentes. Algunas veces, el vampiro que intenta la transformación muere con el humano.
Entonces, aquélla era una opción descartada. No iba a poner en peligro a Victoria. Aden suspiró. ?Qué podía hacer?
—Tuerce a la izquierda —le dijo ella.
él obedeció, y pronto se vio recorriendo una carretera de tierra a las afueras de la ciudad. Había edificios que daban a otra parte del bosque. La gravilla crujía bajo los neumáticos, y el coche botaba. No había nadie. Sólo un corvette rojo.
—Aparca aquí.
Aden frenó y apagó el motor. Se quitaron el cinturón de seguridad a la vez, y se miraron. Ella llevaba una camiseta negra, como de costumbre, y se la estaba sujetando por el bajo. Al ver sus u?as pintadas de negro, Aden recordó que tenía la laca en la mochila.
Tomó la mochila del asiento trasero, abrió la cremallera y rebuscó dentro. Cuando tocó con los dedos el frasco de cristal peque?o y frío, lo sacó, rezando por que fuera rosa y brillante, tal y como le había prometido John. Lo era. Gracias a Dios.
—Antes de que me ense?es lo que quieras ense?arme, quería darte esto —le dijo a Victoria, y se lo tendió—. Para ti. Bueno, para tus u?as.
Ella lo miró, miró a Aden y volvió a mirar el frasquito, con la boca abierta.
—?Para mí?
?Aquello significaba que le había gustado?
—Sí. Como mencionaste los colores de casa de Mary Ann, pensé que tal vez…
—?Me encanta! —exclamó Victoria.
Se lanzó a sus brazos y le llenó la cara de besos. Cuando uno de aquellos besos cayó en los labios de Aden, Victoria se quedó inmóvil. Su sonrisa desapareció. Lo besó de nuevo, suave y lentamente, dejando que su lengua se le deslizara entre los labios.
él tenía cortes y magulladuras, y el beso le dolió, pero no la habría detenido por nada del mundo. La abrazó y la estrechó contra sí, atesorando aquel contacto. Inhaló profundamente el olor a flores de su pelo, y se dejó envolver por su calor…
Alguien llamó a la ventanilla.
Se apartaron de un salto, como si se hubieran quemado. Aden estaba palpando sus dagas cuando vio el rostro de Riley, intenso y curtido. Mary Ann estaba a su lado, muy pálida.
él abrió la puerta y salió. El interior fresco del coche dio paso al calor del día. Había una cosa que Aden odiaba de Oklahoma, y era que un día podía ser frío y el día siguiente una sauna.
No había oído moverse a Victoria, pero de repente, ella estaba a su lado.
—?Y bien? —preguntó.
—Cada vez va peor —respondió Riley.
Victoria se puso tensa, y Aden le rodeó la cintura con un brazo.
—?Qué ocurre? —preguntó.
—Ven. Te lo ense?aré.
Riley tomó a Mary Ann de la mano y entró en un callejón que había entre dos edificios, manteniéndose en las sombras.
—No deberíamos haberos traído aquí, pero tenemos que ense?aros lo que hay ahí fuera para que podáis identificar a las especies de una mirada.
Aden los siguió sin soltar a Victoria. Permaneció en guardia, como si fueran a recibir un ataque, pero para su sorpresa, no se les abalanzó nada ni nadie. También para su sorpresa, sólo vio a multitud de gente caminando en todas direcciones cuando llegaron al final del callejón. Había mucha gente, más de la que él hubiera pensado, en aquella peque?a zona de la ciudad. Pero… ?qué problema había en eso?
—?Ves a aquella mujer? —le dijo Victoria, al tiempo que se?alaba a una mujer con el pelo casta?o, fea, con una camiseta marrón y unos vaqueros desgastados. Era muy corriente, y no llamaba la atención entre los demás.
–Sí.