—?Es que no puedes dejarme en paz? Yo nunca he hecho nada que pudiera perjudicarte.
—Adelante —dijo Tucker, que también se puso en pie—. Levántate y camina. Yo te seguiré. Seré tu sombra. Cada vez que te des la vuelta estaré ahí, y te daré un pu?etazo. Y cuando haya terminado contigo, iré por Mary Ann. Después iré por Victoria. Ella…
Aden rugió y se lanzó contra Tucker, que abrió unos ojos como platos al recibir el primer pu?etazo. El cartílago se rompió y saltó la sangre. Tucker soltó un aullido de dolor.
?Basta?, dijo Eve. ?Tienes que parar. Sólo te está provocando, intentando que te pelees con él para que te echen del instituto?.
Aden ya no podía escuchar. Nadie amenazaba a sus amigos. A él, no le importaba. Había tenido que soportar amenazas durante toda su vida. Sin embargo, Mary Ann era demasiado delicada, y Victoria demasiado… suya. Se preparó para darle otro pu?etazo a Tucker, pero se detuvo cuando la imagen de Tucker se transformó en la de Mary Ann. Pesta?eó con desconcierto.
Lo siguiente que notó fue un pu?etazo en la nariz. De nuevo se rompió un cartílago y saltó la sangre, pero en aquella ocasión era la suya. Sintió un dolor agudo, y después, una descarga de adrenalina.
Aden tuvo la sensación de que oía a los otros chicos gritar en la distancia. No podía ver a nadie. Tuvo el impulso de sacar las dagas, pero no lo hizo. No quería matar a Tucker, sólo detenerlo. Y humillarlo, de paso.
Aden se agachó y saltó hacia Tucker. Lo agarró por la cintura y lo empujó hacia la pared. Oyó una risa chulesca, y se irguió. Entonces, vio que Tucker había adoptado la forma de Victoria.
?Ella no, ella no, ella no?. Aden le dio un pu?etazo y Tucker abrió unos ojos como platos. Aden ya no iba a pelear limpiamente. El golpe se lo dio en el cuello, y lo dejó sin respiración. El otro chico se inclinó hacia delante, intentando tomar aire. él le dio un rodillazo en la cara y le rompió el pómulo, y Tucker cayó al suelo y comenzó a retorcerse.
Aden saltó sobre él y le golpeó la cara una y otra vez. Después de un rato, Tucker dejó de moverse.
—No vas a amenazar más a Mary Ann. Ni a Victoria. ?Me entiendes?
—Aden —dijo Victoria, suavemente, a su espalda.
Era sólo una ilusión, se dijo Aden, mientras continuaba dando pu?etazos. Victoria le había dicho que la dejara en paz. Victoria ni siquiera estaba en el instituto.
Unas manos suaves y cálidas se le posaron en los hombros.
—Tienes que parar.
Aden se dio la vuelta para atacar a aquella nueva visión, cuando se dio cuenta de que el callejón había desaparecido, y de que las paredes de la escuela estaban de nuevo a su alrededor. Todo estaba lleno de chicos que lo miraban, pero que ya no animaban la pelea. Ni siquiera sonreían. Todos lo estaban mirando con horror y con espanto.
él miró a Victoria. Era ella de verdad. Tenía la respiración muy profunda, y los colmillos le asomaban sobre los labios, se?al de que tenía mucha hambre. No podía ser una ilusión, porque Tucker no sabía que ella era una vampira. Aden se levantó con las piernas temblorosas y se acercó a ella. Tenía las manos cubiertas de sangre.
Victoria se alejó.
—No puedo tocarte ahora —le dijo.
?Ella también le tenía miedo? ?O sólo deseaba la sangre que lo cubría?
—?Oh, Dios mío!
El se?or White, el director del instituto, se abrió paso por entre la multitud y miró a Tucker, que estaba inmóvil.
—?Qué has hecho? ?Qué diablos has hecho? ?Que alguien llame a una ambulancia!
Victoria negó con la cabeza.
—?Que nadie se mueva! —gritó, e irradió un poder absoluto—. Escuchadme y obedeced. Salvo tú, Aden.