Entrelazados

Victoria faltó a clase. También Mary Ann, y también Riley. ?Qué estudiantes faltaban a clase cuando sólo era su segundo día de instituto? ?Y qué decir de Mary Ann? Ella sí que estaba faltando a clase últimamente.

?Estarían juntos?, se había preguntado Aden varias veces, mientras transcurría aquel día nefasto. Había empezado con las amenazas de muerte de Ozzie y había empeorado porque Shannon, que tosía y estaba muy débil, se había empe?ado en ir a la escuela y Aden casi había tenido que llevarlo al edificio. Y allí había descubierto que sus amigos no estaban…

Quería marcharse a buscarlos, pero no podía, si quería volver. Si faltaba un solo día, Dan lo echaría. Victoria podía arreglar eso, claro, pero sólo si todavía quería estar con él. Después de lo de la noche anterior, de lo que le había dicho cuando había visto al vampiro espiando a través de la ventana, Aden no estaba seguro.

?Quién era aquel tipo? ?Y por qué Victoria había cambiado de actitud tan repentinamente? No tenía respuestas. ?Y no quería ella protegerlo de las criaturas que habían invadido la ciudad? Seguramente, eso también había cambiado.

Durante toda la clase de química, en geometría y en espa?ol, él escuchó a medias a los profesores, y a medias a sus compa?eros, que ya habían despertado y no estaban drogados, porque no había tomado la medicación. Durante aquella tercera clase, John O’Conner apareció una vez más a su lado.

—?Por qué siempre apareces aquí?

—Porque tenía esta clase con Chloe. Y a propósito, ?has hablado ya con ella?

Aden lo miró de reojo y negó con la cabeza. Cuando terminó la clase, se dirigió hacia la puerta, y John permaneció junto a él hasta que salió al pasillo. Entonces, el chico desapareció.

Debía ir en busca de Chloe. Como era la hora de comer, ella estaría en la cafetería. Aden tenía pensado salir del colegio e ir en busca de Victoria durante aquella hora, pero tendría que esperar. Le había dado su palabra a John, y quería esa laca de u?as.

Alguien le empujó con fuerza el hombro, y su mochila salió volando. De repente, Tucker apareció ante él con cara de pocos amigos, de amenaza. De determinación.

—?Adónde vas, Chiflado?

Aden apretó los dientes.

—Quítate de mi vista, Tucker.

—?Qué vas a hacer para conseguirlo? Aquí no hay nadie para salvarte esta vez.

El mundo que lo rodeaba se desvaneció, y apareció otro. Estaban en un callejón desierto, formado por paredes de ladrillo rojo pintado de grafitis. Había un contenedor de basura y ratas. Al fondo se oía una sirena de un coche de policía. ?Qué demonios?

—Ahora sólo estamos tú y yo —dijo Tucker con petulancia.

Aden vio que a Tucker le giraban los ojos, y que el color gris estaba intercalado con plata. Aquello tenía que ser una ilusión. Tucker lo había intentado más veces, pero le había salido mal. En aquella ocasión, Mary Ann no estaba a su lado, y no había nadie que anulara el poder de Tucker. Salvo que…

Riley siempre eclipsaba la anulación de Mary Ann, y permitía que los compa?eros de Aden hablaran en su presencia. Tucker había intentado el truco de las ara?as cuando los dos estaban con él, y había fallado. ?No significaba eso que Tucker no podía usar su habilidad contra Aden, estuviera con quien estuviera?

Se había distraído, y no se dio cuenta de que Tucker se le abalanzaba. Lo empujó con tal fuerza, que lo lanzó hacia atrás. Aden cayó al suelo. Aunque sus ojos le decían que había chocado contra la pared de ladrillo, la pared saltó y se alejó de él con una maldición. ?Había chocado contra una persona, en realidad?

Tucker sonrió con perversidad.

—Esto va a ser divertido.

Cuando Aden se puso en pie, Tucker lo embistió de nuevo. Aden volvió a caer, pero en aquella ocasión rodó y agarró a Tucker por los hombros. Alzó las rodillas y le rodeó a Tucker la cintura para sujetarlo.

—No quiero pelearme contigo —le dijo.

—?Eres un gallina? —Tucker se liberó los brazos, lo agarró por los hombros y lo tiró a un lado.

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