—?Y qué más hay aquí? —preguntó Aden.
—Cualquier cosa, cualquier criatura, aunque los demás todavía no hayan llegado a Crossroads —dijo Victoria, y apoyó la cabeza en el hombro de Aden—. Dragones, ángeles, valquirias, cambiadores de forma de todo tipo. La mayoría viven en armonía con los demás, pero hay varias razas que están en guerra. Tal vez por eso llegan tarde a esta reunión. O, si tenemos suerte, no vendrán.
Mary Ann se secó las lágrimas con el dorso de la mano.
—?Y qué debemos hacer?
Aden alzó la barbilla. Sabía lo que tenían que hacer. Mary Ann estaba preocupada por su padre. Victoria estaba preocupada por su gente. Riley estaba preocupado por Mary Ann.
—Voy a hacer las maletas. Me marcho —dijo—. Las criaturas me seguirán, y aquí todo el mundo se quedará a salvo.
—?No! —exclamó Victoria—. Te seguirán allí donde vayas, sí, pero pondrás a más gente en peligro. Mary Ann y tú estáis a salvo aquí, porque cuando estás con ella, tus se?ales están amortiguadas.
—Pero cuando ella está con Riley, todo mi poder permanece intacto. Incluso ahora estoy oyendo a mis compa?eros al fondo de mi mente. él tiene algún tipo de efecto en ella, y la neutraliza.
Riley ladeó la cabeza.
—Tal vez no es a ella a quien afecte, sino a ti. Me pregunto si, en el fondo, tienes tal conciencia de que soy un depredador, que tus defensas y tu adrenalina actúan intensamente cuando estoy cerca de ti, y atraviesan las barreras que te impone Mary Ann.
Tenían mucho que aprender. Muchísimo. ?Dónde iban a encontrar las respuestas?
—Vamos. Tenemos que irnos de aquí —dijo Victoria de repente, y tiró de él hacia las sombras.
?Por qué? Aden volvió a mirar a la plaza. El hada había cambiado de dirección y se dirigía hacia ellos. Eso no era bueno. Aquella hada tenía poder para succionar a Victoria, para hacerle da?o. Ella estaba en peligro en aquel lugar.
Aden la soltó y tomó de la mano a Mary Ann.
—Riley, saca a Victoria de aquí. Nos veremos en casa de Mary Ann.
—No, yo… —dijo Riley.
—Yo protegeré a Mary Ann —insistió Aden—. Pero así, si Mary Ann y yo nos quedamos juntos, las criaturas no podrán seguir ninguna se?al. ?Marchaos!
El hada cada vez estaba más cerca.
Riley asintió de mala gana y se llevó a Victoria. O lo intentó, al menos. Ella se escapó de él y corrió hacia Aden. Mientras lo hacía, abrió el anillo, hundió la u?a en la pasta azul y se rozó la mu?eca. Inmediatamente, la carne chisporroteó y apareció una herida.
En cuanto llegó junto a Aden, le apretó aquella herida contra los labios. Los agarró con tanta fuerza que él no pudo liberarse. Lo único que pudo hacer fue abrir la boca para protestar, y entonces tragó la sangre que le entró por los labios. Era caliente y dulce, chispeante como la soda. Casi tenía vida.
—Esta peque?a cantidad no te matará —dijo ella—. Dan no puede verte con heridas otra vez. Así no lo verá. Te curarás antes de llegar al rancho.
él sintió un calor que se le extendía por el cuerpo, y que se intensificó a cada segundo, quemando, abrasando todo lo que tocaba. Era como si tuviera fiebre, o más bien como si estuviera ardiendo. Todo su cuerpo estaba en erupción antes de convertirse en cenizas.
—Los efectos secundarios… —dijo ella—. Lo siento.
Riley se la llevó. Ella siguió mirando a Aden todo el tiempo posible, y él intentó no preguntarse qué significaban los efectos secundarios. Cuando estuvieron lejos, las almas gimieron y volvieron al agujero oscuro que tanto odiaban.
Aden se dio cuenta de que el hada se detenía y miraba a su alrededor con desconcierto. Frunció el ce?o. Bien. Aden tuvo que inclinar la cabeza para respirar profundamente una y otra vez hasta que, por fin, su cuerpo se fue enfriando.