—Es una bruja, y va envuelta en su magia. Lo que estás viendo no es su aspecto verdadero.
Entonces, Aden se concentró y se dio cuenta de que la mujer miraba con suma atención a quienes la rodeaban. Tenía un ligero brillo alrededor, como si atrajera más que los otros la luz del sol. Estudiaba a todos los que se acercaba, incluso tocaba a algunos, como si esperara recibir una descarga. No pasaba nada, y entonces fruncía el ce?o y seguía caminando.
—?Cómo sabes lo que es? —preguntó Aden—. ?Cómo puedes distinguirlo?
—Tienes que entrenar la mirada para ir más allá de las apariencias —dijo Mary Ann, como si estuviera repitiendo lo que le habían dicho. Cosa que seguramente era cierta.
—Las brujas y los brujos pueden bendecir con una mano y maldecir con la otra —le explicó Victoria—. Unos tienen más poder que otros, pero todos son peligrosos.
—He estado escuchando unas cuantas conversaciones —dijo Riley—. Los brujos quieren capturarte, Aden, aunque no sepan quién eres, para aumentar sus poderes contigo. Creen que quien los ha llamado es un brujo todopoderoso. Te aconsejo que evites que te capturen.
—?De veras? Como si yo no hubiera llegado ya a esa conclusión —dijo secamente.
Riley continuó como si él no hubiera hablado.
—Si te atrapan, cuando terminen contigo no serás más que una cáscara. Te sacarán todo lo que tengas dentro.
—Entendido.
—El hombre que va tras ella es un hada —dijo Victoria. El disgusto de su voz era palpable.
Aden lo miró rápidamente. El hombre era un adolescente, en realidad, de unos dieciocho a?os, alto y musculoso, y también brillaba. Tenía el pelo rubio y los ojos dorados. Todos los que pasaban a su lado, hombres y mujeres, se quedaban mirándolo con admiración. Salvo la bruja. Ella corrió en dirección contraria.
—Como otros vampiros, las hadas succionan todo lo que pueden —continuó Victoria—. Salvo que en vez de beber sangre, absorben toda la energía. Vampiro, bruja, no importa. Bueno, eso no es cierto. Ellos no atacan a los humanos. Se consideran protectores de la humanidad, dioses entre los hombres.
—Has mencionado que también hay duendes –comedores de carne humana. Aden se estremeció, como si le estuvieran mordiendo unos cadáveres fantasma—. ?Dónde están? —preguntó, para poder reconocerlos y evitarlos.
—Y demonios —dijo Mary Ann con un escalofrío—. Que no se te olviden.
—Los duendes sólo salen de noche, porque tienen unos ojos muy sensibles al sol —dijo Riley—. Diles a tus amigos que dejen de salir después del anochecer. Las estadísticas de desaparecidos van a aumentar mucho. Y también el número de muertes.
?Por mi culpa?, pensó Aden. Porque había visto a Mary Ann. Por haberse quedado en aquella ciudad.
—Oh, Dios —dijo Mary Ann, y se tapó la boca con la mano, al darse cuenta del peligro en el que se encontraban. Se le llenaron los ojos de lágrimas—. ?Va a morir gente?
Riley le besó la cabeza.
—No te preocupes. Haremos lo que podamos. En cuanto a los demonios, son más difíciles de distinguir. Algunos han aprendido a enmascarar sus auras.
—?Cómo han llegado aquí? —preguntó Aden—. Me refiero a la Tierra. ?Y cuánto llevan aquí?
—Llevan aquí miles de a?os. Antes de que las murallas del infierno se reforzaran, unos cuantos escaparon de su prisión. No podían hacerse pasar por humanos, puesto que tenían escamas, cuernos y lenguas bífidas, así que se hicieron pasar por dioses. Se aparearon con humanos y engendraron bebés medio humanos, medio demonios. Estos ni?os tampoco podían pasar por humanos, ni sus hijos, ni los hijos de sus hijos. Al final, sin embargo, su descendencia pudo mezclarse con el resto de la sociedad. Ladrones, asesinos, aquéllos que son perversos a menudo tienen antepasados entre los primeros demonios.
Los perversos. Como Tucker.
—Tucker —dijo Mary Ann, como si le hubiera leído el pensamiento.
Riley asintió.
—En cierto modo sí, aunque no sabemos si…