—No es gracioso, Ross, es...
—Es una mierda, sí —a ver, no era el tatuaje más bonito del mundo, seamos sinceros—. Soy bastante consciente de ello.
Ella sacudió la cabeza y me empujó suavemente. Sus manos peque?as contra mi pecho desnudo avivaron sensaciones que ya ni recordaba que tuviera.
—Intenta dormirte —me dijo en voz baja, claramente alterada.
Oh, no. De eso nada.
En cuanto hizo un ademán de apartarse, la sujeté de la mu?eca y tiré de ella hacia mí. Jen me miró, confusa, de pie entre mis piernas.
—Ross, ?qué...?
—Duerme conmigo.
Ella abrió mucho los ojos, mirándome fijamente, como si se estuviera planteando hasta qué punto lo quería. Hice un ademán de incorporarme, pero me sujetó los hombros para mantenerme en mi lugar.
—?Estás seguro?
?Bien! ?Estaba accediendo!
—Sí —le aseguré enseguida.
—Pero...
—Solo quiero dormir contigo, Jen.
—Mira, estás borracho —me dijo lentamente—, no quiero que ma?ana te arrepientas de esto.
—?Te crees que no es lo que he querido hacer desde que te volví a ver?
Esta vez no se apartó cuando tiré ligeramente de su mu?eca, echándome hacia atrás para dejarle sitio delante de mí. Jen tragó saliva y se tumbó delante de mi cuerpo, hecha un ovillo y mirando la televisión apagada. Cerré los ojos, aliviado, y le rodeé los hombros y la cintura con los brazos, desde atrás, intentando pegarla tanto a mi cuerpo como me fue posible.
Dios, no me podía creer que la hubiera echado tanto de menos.
Hundí la nariz en su pelo y noté que ella sujetaba uno de mis brazos con las manos, soltando una bocanada de respiración agitada.
Al final, me conformé con pegar la mejilla a su pelo, cerrando los ojos y disfrutando de su compa?ía.
—Buenas noches, Jen —murmuré contra su pelo.
Ella tardó unos pocos segundos en responder, relajándose entre mis brazos.
—Buenas noches, Jack.
Pero yo no quería dormirme tan rápido. Quería disfrutar de ese momento.
Esperé unos minutos y su respiración se volvió acompasada. Aproveché que estaba dormida para levantar la cabeza y mirarle el perfil. Tenía los ojos cerrados y la expresión calmada, perfecta. Tal y como la recordaba.
?Cuántas noches me había contentado observándose mientras dormía cuando yo era incapaz de dormirme? Ver a Jen durmiendo era... extra?amente relajante. Podría hacerlo durante horas y horas sin cansarme.
Levanté el brazo y le coloqué unos cuantos mechones de pelo suelto tras la oreja.
Y, justo en ese momento, vi que esbozaba una peque?a sonrisa y, sin abrir los ojos, me atrapaba la mano. Contuve la respiración cuando se la llevó a los labios y me dio un suave beso en la palma antes de entrelazar sus dedos con los míos y colocar nuestras manos junto a su cara.
—Deja de mirarme y duérmete —murmuró, medio dormida.
—?Cómo demonios sabes que estoy mirándote si tienes los ojos cerrados?
Abrió un ojo y pareció risue?a cuando comprobó que no se había equivocado.
—Jack, a dormir. Es muy tarde.
—?Ahora qué eres? ?Mi madre?
—Soy la que te dará un pu?etazo destructor como no te duermas ya.
—Adoro tus pu?etazos destructores —sonreí.
Ella cerró los ojos de nuevo, pero tenía una peque?a sonrisa.
—Jack, o te duermes ya o me voy a la habitación.
Me tumbé al instante. Ella se echó a reír.
?Cuándo había sido la última vez que la había hecho reír? Parecía que me había pasado una eternidad...
La estreché entre mis brazos y, esta vez, cuando cerré los ojos, logré quedarme dormido.
Capítulo 15
??Mini maratón 1/2??
Bueno... era el día de la premiere.
Qué asco.
Suspiré pesadamente al terminar de abrocharme la camisa delante del espejo de la habitación. Estaba muy raro tan arreglado. ?Dónde estaban mis sudaderas? Las echaba de menos.
Mientras me ponía la americana y recogía la corbata que había comprado con Jen esa ma?ana, no pude evitar echar una ojeada al interior del armario. Sus cosas volvían a estar ahí. Vi el jersey rojo, los pantalones negros con los que me torturaba continuamente y las botas que siempre usaba. Era extra?o. Y reconfortante.
Estaba peleándome a muerte con la estúpida corbata cuando la puerta se abrió y Will se asomó para mirarme con una sonrisita burlona.
—Mírate, qué prestigioso —bromeó—. ?Puedo hacerme una foto contigo para presumir con mis amigos?
Le dediqué una mirada furibunda y él se echó a reír, se?alando mi corbata.
—?Te ayudo?
—Puedo yo solo —me enfurru?é.
—No, no puedes.
—?Que sí que puedo!
—Creo que voy a tener que llamar a alguien a quien no podrás decirle que no, entonces.
Apenas unos segundos después de que desapareciera, volvieron a abrir la puerta, pero esta vez era Jen.
Maldito y sabio Willy Wonka.
Jen se acercó a mí intentando no sonreír al verme. Intenté que eso no me afectara, pero no lo conseguí.
—?Qué es tan gracioso? —mascullé, empezando a contemplar la posibilidad de ahogarme a mí mismo con la corbata.
—?Alguien no sabe atar su corbatita?
—Cállate. Sé hacerlo —y me enfurru?é todavía más.
Madurez en estado puro.
Jen se acercó un poco más a mí y ladeó la cabeza, divertida.
—Puedo ayudarte —se ofreció.
Con todas las cosas con las que podía ayudarme... y solo se ofrecía para atarme una corbatita estúpida.
—?Sabes atar una corbata? —pregunté, extra?ado.
—Aunque te parezca mentira, mi instituto era de uniforme. Tenía que hacerme el nudo de la corbata cada ma?ana. Creo que me las puedo arreglar.
Quité las manos dócilmente cuando ella deshizo mi desastroso nudo e intentó quitar las arrugas de mi pobre corbata aplanándola con la mano.
—Tengo que admitir que nunca creí que te vería en traje y corbata —murmuró con una sonrisita—. Aunque es una corbata preciosa. Seguro que quien te la recomendó tiene un gusto excelente.