Tres meses (Meses a tu lado #3)

??Dormir?! ?Era una broma?

—Tengo de todo menos sue?o —le aseguré.

Bueno, si lo hacía con ella igual lo consideraba.



—Ross... —me miró con mala cara.

—Jennifer... —le sonreí como un angelito.

—Duérmete.

—No, gracias.

Sonreí ampliamente cuando suspiró, invocando paciencia.

—Quiero hablar contigo —aclaré, inclinándome hacia ella.

Y besarla, y tocarla... quería hacer muchas cosas.

Pero mejor empezábamos por hablar.

Me sorprendió que me pusiera una mano en el pecho cuando intenté acercarme un poco más a su rostro. Tenía la cabeza agachada y evitaba mirarme, pero el ligero rubor de sus mejillas era inconfundible. Lo había visto demasiadas veces en nuestra habitación como para no saber qué significaba.

Dios, yo la deseaba. Y ella me deseaba a mí. ?Por qué tenía que ser tan complicado todo? ?Por qué no podía dejar que la besara y terminar con esta maldita tensión?

—Ma?ana —aclaró con un hilo de voz—, cuando estés mejor...

—Ahora estoy bien —le aseguré.

Ella se aclaró la garganta, evitando mi mirada de nuevo.

—Supongo que quieres dormir aquí, ?no?

No, quería dormir encima o debajo de ella.

Pero supuse que eso no era una opción.

—No quiero dormirme ahora. ?Te quedarás a vivir aquí?

Vamos, Jen, solo tenía que decir que sí. Solo eso. Y ya está.

Pero no lo hizo. Solo me empujó suavemente para que me quedara tumbado en el sofá, mirándola cuando recogió un cojín y una manta para traérmelos. Los dejó a un lado cuando se acercó para quitarme los zapatos.

—?Te vas a quedar a vivir aquí? —insistí. Necesitaba que me dijera que sí.

—Ya hemos hablado de eso esta tarde, Ross —me dijo sin mirarme.

Tragué saliva cuando me echó una ojeada y dejó mis zapaos a un lado.

—?Vas a venir a mi premiere? —pregunté sin pensar.

No sé si quería que viniera. Creo que no. Si lo hacía y veía la película... me odiaría. Y con razón.

—No sé si querrás eso cuando estés sobrio —murmuró.

Yo tampoco, la verdad.

Me puso la manta por encima y yo me ajusté el cojín detrás de la cabeza, siguiéndola con la mirada. Cuando la estiró para que me cubriera hasta los hombros, me miró un momento con una expresión casi tierna.

—Duérmete —susurró.

Cerré los ojos y escuché que se marchaba. Sin embargo, no pude dormirme. No podía hacerlo sabiendo que ella estaba al otro lado del pasillo y no podía tocarla. La necesitaba un poco más cerca. Mucho más.

Me puse de pie y fui dando tumbos hacia el pasillo. Me apoyé torpemente en el marco de la puerta de nuestra habitación, pero no me atreví a entrar. Solo la miré.

Jen estaba sentada en mi lado de la cama, pasándose las manos por la cara. Al instante en que la vi tan cerca de ese lugar donde habíamos pasado tanto tiempo juntos... sentí que lo único que quería era dormir con ella.

?Dormir con ella? Mhm... habría que ser estratégico, pero no era imposible.

Estaba pensando ya en una estrategia cuando ella levantó la cabeza y me miró, extra?ada. Yo tiré torpemente del cordón de mi sudadera, mirándola con una sonrisita.

—Te has dejado esto —insinué sin poder evitar el tono calenturiento.

Ella se ruborizó un poco, pero trató de ocultarlo tanto como pudo con una expresión neutral.

—?No puedes quitártelo tú solito? —entrecerró los ojos.

—Estoy muy débil —y me llevé una mano al corazón dramáticamente.

Al final, conseguí que volviera conmigo al salón y esbocé una sonrisita triunfante cuando me colocó las manos en los hombros y me mantuvo quieto, mirándome con una ceja enarcada.

Vale. No moverme. Lo pillaba.

Seguí cada uno de sus movimientos cuando sujetó los bordes de mi sudadera, respiró hondo y tiró hacia arriba. Dejé que me la sacara por la cabeza y, cuando volví a captar su mirada, vi que se le había acelerado ligeramente la respiración.

De hecho, el ambiente entre nosotros dos era mucho más pesado que antes. En el mejor de los sentidos.

—?Por qué no quieres vivir aquí? —le pregunté en voz baja.

Ella tragó saliva.

—Tú no quieres que viva aquí —me dijo con un hilo de voz.

?Yo...? ?Qué? ?Era una broma?

Cuando hizo un ademán de alejarse para llevar mi sudadera al sillón con mi chaqueta, la sujeté inconscientemente de la mu?eca, deteniéndola a mi lado.

—?De verdad crees eso?

—?Qué? —murmuró, mirándome.

—?Crees que no te quiero aquí? —me incliné hacia ella—. ?De verdad lo crees?

Era imposible. Me conocía demasiado como para creerse eso.

—Ross —empezó con un hilo de voz—, anoche tú...

—Tú sabes cuándo miento, Jen.

Le solté la mu?eca, acariciando su piel tanto tiempo como me fue posible antes de que el contacto entre nosotros se rompiera, pero no dejamos de mirarlos el uno al otro.

Estaba como hipnotizado, con los ojos clavados en los suyos. Era como si el resto del mundo hubiera desaparecido. Solo existía ella.

—?Quieres que viva aquí? —preguntó en voz baja.

Cerré los ojos. No podía mentirle. Era incapaz de hacerlo.

—No puedo volver a dejar que te vayas. No otra vez.

Su respiración temblaba cuando respiró hondo. Abrí los ojos y vi que iba al sillón y dejaba ahí mi sudadera, como si quisiera ganar tiempo antes de mirarme de nuevo.

Y ya no pude aguantarlo más. Necesitaba saberlo.

—?Le querías? —pregunté en voz baja.

Ella me miró con una expresión que no entendí, pero sabía a quién me refería. A su maldito exnovio. O novio. No... ya no era su novio. Naya me lo había dicho. Pero necesitaba saberlo igual.

Negó con la cabeza y yo sentí que el alivio me relajaba los músculos de todo el cuerpo, pero eso no era suficiente. Todavía quedaba lo peor. Y la respuesta que más miedo me daba.

—?Y por qué él sí y yo no? —susurré.

Jen empezó a retorcerse los dedos, nerviosa. Me acerqué a ella, que evitaba mi mirada.

Joana Marcús Sastre's books