Tres meses (Meses a tu lado #3)

Al final, mi única conclusión fue que no entendía nada.

Y que tenía una maldita entrevista. Y llegaría tarde.

Genial, lo ideal para empezar el día.

***

La entrevista fue tan aburrida como esperaba, y lo peor había sido que durante todas las pausas Vivian había estado bombardeándome a preguntas sobre Jen.

No respondí ni una, claro. Lo que me faltaba.

—Esta noche tengo fiesta —sonrió ella ampliamente mientras salíamos del edificio—. Barra libre. ?Vendrás?

—No creo.

—?Seguro?

—Sí.

—Creo que irá la actriz de esa película de terror que tanto te gusta.

—Hoy estoy cansado.

—Bueno... si cambias de opinión, sabes dónde vivo.

Y me dio un beso sonoro en la mejilla antes de marcharse felizmente hacia su coche, donde su conductor la esperaba.

Cuando volví al piso esa tarde estaba más cansado que de costumbre. Solo quería tirarme en el sofá y dejar que pasara otro estúpido día más. Y así hasta morirme de algo.

Qué asco daban las entrevistas. Me quitaban las ganas de todo.

Pero no pude tirarme sobre el sofá porque ya estaba ocupado por un culo odiosamente perfecto.

Jen pareció casi espantada al verme, cosa que no entendí. Dejé la chaqueta en el sillón, incómodo, y escuché que se aclaraba la garganta antes de hablar.

—Yo... eh... —hizo un gesto hacia el pasillo.

Una parte de mí deseó decirle que se marchara si quería, pero la otra... bueno, solo quería poder mirarla un rato más.

—No te molestes —murmuré, yendo a la cocina y haciéndome con una cerveza.

En cuanto me senté en otro sofá y miré la televisión, noté que me miraba fijamente. No devolverle la mirada fue mucho más complicado de lo que habría esperado. Especialmente cuando vi de reojo que se retorcía los dedos.

Oh, no. Estaba nerviosa, ?por qué? ?Qué había hecho ahora?

?O qué había hecho yo?

—Ross... —empezó, y solo con esa palabra supe que esa conversación no iba a gustarme.

Bueno, estaba claro. Esa ma?ana no me había mirado, anoche nos habíamos peleado... estaba claro.

Quería irse.

—Yo... —murmuró—, creo que deberíamos hablar.

Apreté los dientes inconscientemente. Solo quería posponer esa conversación lo máximo posible.

—Creo que anoche ya dijimos todo lo que teníamos que decir.

—No, anoche no estábamos hablando —aclaró—. Estábamos discutiendo.

—?No te has dado cuenta de que todas las conversaciones que hemos tenido desde que decidiste aparecer de nuevo por aquí han terminado en discusiones? —pregunté, a la defensiva, mirándola—. ?Qué te hace pensar que esta será diferente?

Jen me sostuvo la mirada. Durante varios segundos.

Por favor, que no dijera lo que no quería oír y sabía que diría.

—Mira —empezó, respirando hondo—, he estado pensando toda la noche, y... y esta tarde... yo...

Cuando vi que agachaba la cabeza, sentí que se me tensaba el cuerpo. No quería oírlo.

—...esto no es sano —concluyó.

Y lo peor es que tenía razón. Tragué saliva, viendo cómo el mechón de siempre se le descolocaba y ella lo recogía detrás su oreja inconscientemente.

Y, claro, dijo justo lo que sabía que diría:

—No... no creo que sea bueno para ninguno de los dos que esté viviendo aquí.

Intenté decir algo, pero se me quedaron las palabras agolpadas en la garganta. Ella debió notarlo, porque siguió hablando.

—Y sé que fui yo misma quien volvió a meterse aquí —me dijo en voz baja—. Yo no... si hubiera sabido que estabas aquí... bueno, eso no importa.

Sí, sí importaba. Todo en ella importaba.

Maldita sea, se iba. Otra vez. Apreté los dientes.

—Yo... voy a pedirle a Chris que me deje quedarme con él en la residencia durante el tiempo que falte para que haya una habitación disponible. Creo... que es lo mejor. Para los dos.

No. No era lo mejor para mí. Mierda, ?por qué no me había callado anoche? ?Por qué co?o había seguido hablando?

Ella levantó la mirada hacia mí. No supe cuál era mi expresión, pero la suya estaba devastaba. Odiaba verla así. Daba igual lo que hubiera pasado entre nosotros, simplemente era incapaz de verla así y no sentir nada.

Bajé los ojos a la cerveza, tratando de calmarme. No funcionó.

—Sé que tienes mucho en lo que pensar —susurró—. Y yo también. Y no... eh... no quiero ser una distracción para ti. Quería que fueras el primero en saberlo. Después de todo, es tu casa y... bueno, podrías haberme echado.

Jamás haría eso. Y ella lo sabía perfectamente.

Por muy cabreado que estuviera, no lo haría.

—Y no lo has hecho —a?adió—. Yo... te lo agradezco, pero sé que tampoco eres feliz conmigo aquí. Es... creo que es lo más maduro que podemos hacer.

No. No era cierto. Yo no iba a ser feliz si se iba.

Pero... ?y si se quedaba? ?Qué pasaría? ?Lo mismo que había pasado hasta ahora? No, eso tampoco nos haría felices a ninguno de los dos.

La miré. Estaba preciosa aunque tuviera ese aspecto triste.

—Me iré ma?ana por la noche —me dijo con un hilo de voz.

No dije nada. No había nada que decir. Se iba a marchar. Otra vez.

Y yo, también otra vez, estaba ahí de brazos cruzados sin hacer nada. ?Qué podía hacer?

Dios, ojalá fuera Will. Seguro que él sabría qué decir en una situación así.

—Puedes... —hizo una pausa, incómoda—, la habitación es tuya. Es decir... puedo dormir esta noche aquí y...

—No quiero la habitación —le dije bruscamente—. Quiero...

A ti. Te quiero. Quédate.

Pero no lo dije.

Solo fui capaz de pasarme una mano por la nuca, frustrado conmigo mismo.

?Qué iba a reclamarle? ?Qué iba a pedirle? Tenía razón.

Ella no quería estar conmigo... y yo no podía estar con ella.

?Qué sentido tenía seguir juntos?

—Muy bien —dije en voz baja—. Haz lo que quieras.

—No es...

Pero no la escuché. Solo quería irme de ahí. Quizá, si no la volvía a ver hasta que viviera en un sitio distinto, todo sería más sencillo. Esperaba que lo fuera.

—Ross —Jen se puso de pie, también—, estamos hablando.

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