—Soy un gilipollas —murmuré.
Ella me miró, pero no lo negó.
—No tanto como un gilipollas —aclaró—. Solo... um... cuando estás de mal humor eres un poco... ejem... ogro.
—Vaya, gracias.
—?No te lo tomes como algo malo! Eres mi ogro favorito.
—Naya, a veces no sé si me estás halagando o insultando.
—Si te quisiera insultar no sería tan creativa —me aseguró, todavía devorando galletas.
La observé unos segundos antes de hablar de nuevo.
—Si tú discutieras con Will... mhm... y dijeras algo de lo que te arrepientes mucho... ?cómo lo arreglarías?
Naya me dedicó una mirada pensativa mientras cerraba el tarro de galletas. Se había comido casi la mitad en tiempo récord. Ni siquiera sabía dónde podía meter tantas galletas teniendo un cuerpecito tan peque?o.
—Bueno —dijo al final—, yo me iría a dormir, intentaría calmarme y luego, por la ma?ana, cuando los estuviéramos más calmados... intentaría explicarle que estaba cabreada y dije algo sin pensar. Will lo entendería.
—Ya...
—Y Jenna también —a?adió con una sonrisita.
—?Quién ha hablado de Jen? —murmuré, enfurru?ado.
—Oh, nadie, nadie... solo digo que ella es muy comprensiva —sonrió, divertida por mi reacción tan obvia—. Solo digo que en remotísimo caso de que dijeras algo de lo que pudieras arrepentirte... ella lo entendería. Es muy comprensiva.
Me miró, curiosa.
—?Te ha servido de algo?
—Creo que sí.
—Nunca creí que llegaría a darte consejos matrimoniales, Ross —dijo, divertida.
Puse los ojos en blanco y me tumbé dándole la espalda. Escuché su risita cuando fue a dejar las galletas a la cocina y sus pasitos hacia el pasillo. No tardé mucho en quedarme dormido otra vez.
Sin embargo, me desperté de nuevo cuando noté que me sacudían el hombro. Abrí los ojos, confuso, y vi que ya era de día. ?Cuánto tiempo había dormido?
—?Ross Rossi Ross! ?Despierta, venga!
Naya seguía sacudiéndome con suficiente fuerza como para arrancarme un brazo, la muy bruta.
—?Que ya estoy despierto! —protesté—. ?Deja de sacudirme!
—?Es que he tenido una gran idea!
—Me das miedo.
—?Escúchame! —protestó—. ?Podemos hacer tortitas de esas que hiciste el a?o pasado!
—?En serio, Naya? ?Tú y yo en una cocina? Se me ocurren pocas combinaciones peores.
—Oh, vamos, ?qué puede pasar que sea tan malo?
—Que muramos todos en un incendio —enarqué una ceja.
Ella no pareció muy asustada. Solo se puso a sacar las cosas de los armarios.
—?Vamos, a Jenna le encantaron! Podrías hacerle unas cuantas. Y pintarles un corazón con sirope o algo así. Las tortitas del amor.
La idea era tan estúpida y brillante a la vez... que no pude negarme.
Y así terminé haciendo tortitas con Naya a las cinco y media de la madrugada.
?En qué momento había acabado ahí?
Bueno, siendo sincero... tampoco estuvo tan mal. Naya en general me ponía de los nervios, pero era como una hermana peque?a y pesada. Y cuando coincidíamos en algo poníamos de los nervios a Will, cosa que nunca estaba de más. Era divertido verle perder los nervios por nuestra culpa.
Hablando de cierto se?orito... escuché pasos por el pasillo y miré por encima del hombro, ilusionado, pero solo era Will en pijama con cara de extra?eza.
—?Huele a... tortitas? —preguntó, pasmado.
—?Sí, mira, amor! —Naya ya se estaba comiendo una y fue corriendo hacia él para darle un bocado—. Toma, pruébala. ?Está genial!
Will miró la tortita con desconfianza, como si fuera una bomba antes de explotar.
—Pero... ejem... ?la habéis hecho vosotros dos? —preguntó, todavía más desconfiado.
—Yo las llevo comiendo un rato y sigo viva —protestó Naya, y le metió el tenedor en la boca.
La cara de sorpresa de Will al notar que estaban buenas fue un poco ofensiva, la verdad.
—Vale, os lo concedo: están muy bien —sonrió y dio un beso en los labios a Naya—. Buenos días.
—Buenos días —ronroneó ella con una sonrisita... y empezaron a morrearse.
Qué bien.
Puse los ojos en blanco y me giré hacia mi plato de tortitas, intentando ignorar la escena amorosa que tenía detrás de mí.
En serio, ?Jen y yo nos veíamos tan estúpidos el a?o pasado?
Yo sé que no te importaría verte estúpido con ella otra vez.
—?Son para Jenna? —preguntó Will directamente al ver que no tocaba las restantes. Seguro que había oído la discusión de anoche.
—Sí —murmuré.
—Pero... ?a ella no le gustaban con sirope de chocolate?
Y... mierda.
Sabía que algo fallaría.
El amor no es fácil, querido mío. Y menos contigo.
En serio, necesitaba una conciencia nueva. No me gustaba la que tenía.
Pues soy la que te ha tocado. Te jodes.
—?Qué piensas tanto? —Will frunció el ce?o.
—Nada —dije rápidamente. No quería que pensara que me había vuelto loco—. Voy yo a comprarlo.
Tanto Naya como Will me miraron, sorprendidos, cuando empecé a vestirme rápidamente y salí de casa.
Para ser honesto, quizá tardé un poco más de lo necesario. Quería alargar el tiempo antes de verla, y quería tener mejor aspecto del que tenía. Parecía que no había dormido en a?os y la cabeza me seguía doliendo. Y lo peor es que sabía por qué.
Al menos, Viv me había dado material de sobra para aguantar unos días más sin ir a verla. Aunque me asqueara pensar en ello.
Subí las escaleras con el dichoso sirope casi una hora más tarde. Había dado tiempo de sobra a Jen para que levantarse, salir a correr y decidir si quería las tortitas. Si todo iba bien, solo tendría que darle su sirope de chocolate.
Pero... no estaba ahí.
Me quedé de pie en el vestíbulo. Will estaba lavando los platos. El de las tortitas seguía intacto. Apreté los labios.
—?Y Naya y Sue? —pregunté para disimular el disgusto.