—?Por qué, Jennifer? —murmuré, pasándole los dedos por la mejilla.
Me di a mí mismo el placer de colocarle el mechón de siempre tras la oreja. Jen movió la cabeza para mantener el contacto de mi piel con la suya más tiempo, cerrando los ojos.
—Jack... —murmuró.
—Quiero saberlo —insistí.
No, necesitaba saberlo.
Ella levantó la cabeza y mis dedos se quedaron en su nuca cuando me miró fijamente con una expresión de... ?culpabilidad?
—Si quieres saberlo, pregúntamelo cuando no estés borracho.
—Quiero saberlo ahora —murmuré, casi desesperado.
Negó con la cabeza, pero no apartó mi mano. De hecho, dio un paso hacia mí como si le doliera estar separada. A mí también me dolía. Apreté los dedos en su nuca, pero Jen no me tocó. Necesitaba que me tocara otra vez.
Cuando intenté encontrar su mirada, vi que ella la apartaba aún con más ahínco, dolida.
—?Me a?adiste a tu lista? —pregunté en voz baja.
—?A qué lista?
—A tu lista de errores.
Le recorrí la cara con los ojos, acariciándole la mejilla con los nudillos y memorizando todos y cada uno de los detalles de su expresión.
—No quiero ser tu error.
Apreté los labios cuando ella los entreabrió, inclinándose hacia mí. Pareció que quería decirme algo, pero me adelanté a ella.
—He sido un imbécil contigo estos días, ?verdad? —me incliné tan cerca de ella que el olor tan familiar de su pelo me invadió y me envolvió—. He sido un controlador compulsivo.
—Ross, no es...
—No puedo evitarlo —confesé en voz baja. Ojalá pudiera hacerlo. Lo había intentado. Podía seguir intentándolo, si es lo que ella quería. Daba miedo lo dispuesto que estaba a intentarlo por ella.
Moví la mano a su nuca de nuevo y la obligué a mirarme. Tenía los ojos muy abiertos y llenos de preocupación, pero no dejé de hablar.
—Nunca había estado en la situación de que... alguien que quisiera pudiera irse. Y menos por segunda vez. No sé qué hacer cuando te tengo alrededor. No sé cómo reaccionar. Solo sé... que no quiero que te vayas.
Jen me sostuvo la mirada por lo que pareció una peque?a eternidad hasta que, de pronto, sentí que sus dedos envolvían mi mu?eca y apoyaba la mejilla contra mi mano.
—No me estoy yendo a ninguna parte —me dijo en voz baja.
Cerré los ojos un momento, intentando contener las ganas de besarla, y me incliné hasta apoyar la frente en la suya. Ella no se movió. Solo apretó los dedos en mi mu?eca y soltó una bocanada de aire, pegando inconscientemente su cuerpo al mío.
—No quiero ser como él, Jen —le dije, mirándola.
No quería ser el motivo de su infelicidad. No como había sido su estúpido exnovio.
O... como había sido mi padre.
Mirando atrás, darme cuenta de que yo mismo había usado todos y cada uno de los métodos que él usaba para hacerme sentir mal cuando era peque?o... me entraban ganas de vomitar. No. Yo no era él. No podía seguir comportándome como él.
—No eres como él —me dijo, como si pudiera adivinar lo que pensaba.
—No hay tanta diferencia, ?no? Ya no.
—No sois ni remotamente parecidos, Jack —me dijo firmemente—. No digas eso nunca más.
—?Te hizo sentir alguna vez igual de mal de lo que lo hice yo anoche?
No dijo nada. No necesitaba que lo hiciera para saber la respuesta. Moví la mano hacia su mandíbula, acariciando su suave piel con las yemas de los dedos.
Y, por vergüenza que me diera admitirlo... tenía que saber la verdad. Y yo tenía que asumirla si quería cambiar.
—No lo decía de verdad, ?sabes? —le dije en voz baja, sin atreverme a mirarla, avergonzado—. Solo... quería que sintieras algo parecido a lo que sentí yo cuando me dejaste.
Hubo un momento de silencio. Si se echaba hacia atrás y me apartaba bruscamente, sabía que me lo merecería. Esperé con los ojos cerrados, sin atreverme a mirarla.
Pero no lo hizo. Solo noté que se tensaba.
—?Y... sigues queriendo eso?
—No —casi le juré. Nunca iba a hacérselo otra vez. Jamás. No podría perdonármelo. No sé ni cómo me lo estaba perdonando ella.
Jen me miró, esperando que terminara de hablar. Y tenía razón. Quedaba algo más por decir.
—Solo quiero poder verte cada día —a?adí en voz baja.
Ya no podía aguantarlo más. Si seguía pegado a ella de esa forma, iba a terminar besándola. No quería que pasara eso. No así.
Me aparté y ella se tambaleó un momento, buscando equilibrio, hasta que se aclaró la garganta y miró mi camiseta, como si quisiera quitármela.
Bueno, era un buen cambio de tema.
Respiré hondo y sentí que volvía a relajarme un poco al tirar del borde de la prenda.
—Deberías irte a dormir —dijo rápidamente al ver mis intenciones.
En cuando puso la mano encima de la mía para detenerme, no pude evitar sonreírle de lado.
—No puedo dormir con esto puesto, Mushu.
Ella dio un respingo con esa última palabra, cosa que me hizo inesperadamente feliz.
Tomé su mu?eca y tiré de ella hacia mí para volver a tenerla tan cerca como me fuera posible. Jen me quitó la camiseta con cuidado de no tocarme a no ser que fuera estrictamente necesario. Yo mismo me la terminé sacando por el cuello, impaciente, y tirándola al suelo.
Bueno, bueno... creo que había llegado su turno de desnudarse, ?no?
?De qué nos desharíamos primero? ?De esa sudadera? ?O de esos pantaloncitos malignos y tentadores?
Mhm... los pantaloncitos parecían una opción maravillosa.
Pero me distrajo de mis intenciones perversas cuando vi que me miraba el torso con la boca abierta, pasmada.
—?Algo que eches de menos? —insinué con una sonrisita perversa.
—?Qué... qué te has hecho?
—Un a?o es mucho tiempo, ?quieres un resumen o...?
—?Por qué te has hecho eso? —me interrumpió, alarmada.
Miré abajo. Ah, sí, el tatuaje del pecho. Había sido en Francia, en una noche de borrachera.
—Porque una noche me emborraché y tenía doscientos dólares —sonreí ampliamente.
Ella me puso mala cara, aunque tenía un ligero brillo de diversión en los ojos.