—?No quieres una bolsita? Tengo de sobra.
La pregunta me pilló por sorpresa y me obligué a mí mismo a separarme de ella y negar con la cabeza.
—No.
—?Estás seguro, Ross? —se inclinó hacia mí y noté que me besaba el hombro. Estaba tan tenso que ni siquiera reaccioné—. Yo creo que te ayudaría a afrontar esta noche. Y te lo has ganado. Te has portado muy bien demasiados días.
Escuché que se bajaba del coche y me quedé mirando el frente, furioso conmigo mismo. Debería arrancar el coche e irme. Tenía que hacerlo. Y no mirar atrás. No tenía que ir a por nada. Tenía que irme.
Apoyé la frente en el volante y solté un gru?ido de desesperación.
Vamos, tenía que irme. No podía hacer esto. No ahora que había aguantado tantos días.
Otra punzada de dolor hizo que apretara los dientes y cerrara los ojos, frustrado.
Mi padre tenía razón, era el más débil de todos ellos.
Eché la cabeza hacia atrás y, con un nudo en la garganta, abrí la puerta del coche. Vivian sonrió al abrir de nuevo la puerta de su casa y tenderme cinco bolsitas.
—Pásatelo bien, amor —canturreó.
No respondí. Solo volví al coche con la cabeza agachada.
***
Esperaba que eso ayudara a quitarme el dolor de cabeza y mejorar mi humor, pero... había conseguido lo contrario.
Estaba más nervioso que antes. Me temblaban las manos y no dejaba de pensar una y otra vez en lo que había dicho Vivian. Era como si sus palabras rebotaran dentro de mi cabeza mientras paseaba por la cocina del piso, frustrado.
Jen no me haría eso, ?verdad? No me sería infiel con nadie. Ella no era así.
Casi pude volver a oír la voz de Vivian —o incluso la de mi padre— burlándose de mi forma de defenderla. Quizá tenía razón. Quizá estaba siendo ridículo, defendiendo a alguien que no había hecho nada por mí.
Dios, ojalá pudiera olvidarme de ella pulsando un botón. Sería todo tan fácil...
—?Te quieres estar quieto? —protestó Sue.
Dejé de andar, pero me pasé las manos por el pelo. La cabeza me funcionaba a toda velocidad. No debería haberme tomado nada. Mierda.
—?Ross?
La miré, frustrado. Ella levantó las cejas.
—?Qué te pasa? ?Ha ido mal la entrevista?
—No.
Si algo me gustaba de Sue, es que sabía cuál era el momento exacto en que alguien quería estar en silencio. Y lo respetaba.
Asintió una vez con la cabeza y se apoyó en la barra con la cadera, esperando a los demás. Jen, Will y Naya estaban tardando más de lo habitual. Yo solo quería salir de ese piso en cuanto antes.
Justo cuando abrí la nevera para sacar una cerveza, capté un movimiento por el rabillo del ojo y vi que Jen se acercaba por el pasillo.
Y... joder... ?por qué tenía que verse así de bien?
Casi pude escuchar la risita de mi conciencia cuando no pude evitar suspirar.
Malditos vestidos azules, ajustados y perfectos.
—Me gusta ese pintalabios —le comentó Sue.
Era cierto. Tenía los ojos pintados de rojo oscuro. ?Por qué le sentaba tan bien ese color? Ya podría haberse puesto cualquier otro.
Verde duende, por ejemplo.
—Puedo prestártelo si quieres —sonrió Jen.
?Cuándo hacía que no la veía sonreír? Ya ni siquiera lo recordaba. Y no entendí por qué, de repente, me importaba tanto.
Casi se me había olvidado lo frustrado que estaba por las palabras de Vivian cuando, de pronto, Sue intervino.
—?Va a ir tu nuevo novio?
Oh, claro. Su nuevo novio. Apreté los dientes y cerré la nevera con suficiente fuerza como para escuchar el tintineo de cristales tambaleándose dentro. Ya no quería la maldita cerveza. Solo quería irme.
—Curtis estará ahí —remarcó Jen, y no sé por qué, pero me estaba mirando y lo sabía—. Pero no es mi nuevo novio.
—Te has arreglado mucho para Charlie —mascullé.
Ella no me respondió. Casi lo preferí.
Tras casi media hora de silencio tenso en esa peque?a cocina, por fin aparecieron Will y Naya. Le dediqué una mirada resentida a Will, que se encogió de hombros a modo de disculpa, se?alando a Naya con la cabeza.
—?Podéis sentaros un momento en el sofá? —preguntó Naya con una sonrisita entusiasmada.
Lo que me faltaba para esta mierda de noche... entusiasmo.
—Ya llegamos muy tarde —remarcó Sue.
—Es una fiesta universitaria —Naya le puso una mueca—. No llegaríamos tarde ni aunque quisiéramos.
Así que no me quedó otra que sentarme en el sofá junto a Sue. Jen estaba al otro lado. Lo había hecho a propósito para no sentarse a mi lado.
Por fin estábamos de acuerdo en algo.
—?Qué? —pregunté bruscamente cuando pasaron unos cuantos segundos sin que nadie dijera nada.
—Tenemos que contaros algo —sonrió Naya.
—Sí —Will también parecía extra?amente feliz—. Algo muy importante.
—Dime que no vais a meter a más gente a vivir aquí, por favor —suplicó Sue.
Fruncí un poco el ce?o cuando Will y Naya intercambiaron una miradita divertida.
?Qué demonios les pasaba?
—No podemos decir que no —aclaró Will.
—No, por favor —a Sue iba a darle un infarto en cualquier momento.
Naya sonrió ampliamente, se?alándola.
—Pero... no tendrás que preocuparte del espacio hasta dentro de unos nueve meses.
Espera, ?qué?
?Qué...?
?Era...? ?Cómo...?
Alerta por cortocircuito.
Creo que ni siquiera lo había asumido cuando Jen se inclinó hacia delante, perpleja.
—?Estás...? —la se?aló.
—De tres semanas —dijo Will.
—?Qué...? —musité, pasmado.
?Will siendo padre?
??Naya siendo madre?!
Dios, pobre crío.
—Esperábamos un poco más de entusiasmo, la verdad —Naya nos puso mala cara.
Sue levantó las dos manos de pronto, como si quisiera congelarnos a todos.
—Un momento, ?voy a tener que aguantar a un ni?o baboso, llorón y gru?ón?
—O una ni?a —dijo Will, divertido.
No me lo podía creer. ?En qué momento...?