Cojín afortunado...
En cuanto hizo un ademán de devolvérmelo, se detuvo en seco y se lo escondió tras la espalda porque su amiguito se había dado la vuelta hacia nosotros para despedirse.
—Ha sido un placer conoceros, chicos.
—Igualmente —le dijo Naya.
Sonreí con toda la educación que pude reunir, que fue poca.
—Sí, te echaremos de menos, Craig.
En cuanto Jen pasó por detrás de mí para acompa?arlo a la puerta, se detuvo un momento para hundirme bruscamente el cojín en la cara. Empecé a reírme al sujetarlo.
Los miré con los ojos entrecerrados mientras se despedían. Casi esperaba un beso. Pero no, solo se dieron un abrazo y el amiguito se marchó. Eso no debería haberme aliviado tanto como lo hizo.
Jen volvió y empezó a recoger sus cosas echándome miradas de amor puro y duro cada vez que tenía que apartarme para recoger algo más. Yo estaba extra?amente encantado con la situación.
—Te odio —masculló de camino a la habitación.
—Gracias.
Se detuvo y me entrecerró los ojos.
—Eres un inmaduro.
—Oh —me llevé un amano al pecho—. No me hagas llorar.
—?El pobre Curtis no querrá volver a venir!
—Qué pena que tu amiguito no quiera volver a venir.
—Yo no montaría una escena si entraras con una amiguita tuya.
?A qué venía eso de mis amiguitas? Si ni siquiera me había acostado con nadie en un maldito a?o.
—?Alguna vez me has visto con una amiguita?
—Como sea —se irritó—. Inmaduro.
—Pesada.
—Idiota.
—Pesada.
—Capullo.
—Pe-sa-da.
—?Imbécil!
—?Acaba de decirme que me quiere, Naya?
Ella sonrió como si entendiera perfectamente la situación.
—Yo creo que no quiero meterme en esto.
—Yo creo que sí me ha dicho eso.
—Idiota —insistió Jen.
—Pesada.
—?Ugh, te odio!
—Yo también te quiero, pesada.
Sonreí cuando se dio la vuelta, cabreadísima, para ir a la habitación. Sin embargo, se detuvo de repente para mirarme con expresión malévola.
—Pues que sepas que esta noche he quedado con él.
Dejé de sonreír al instante.
Jen 1 - Jackie 0
Cállate.
Puse mala cara a Naya cuando ella se encerró en la habitación. Naya me devolvió la mirada, solo que parecía bastante divertida.
—Sabes que solo lo ha dicho para ponerte celoso, ?no?
—Yo no estoy celoso. Solo... pensativo.
—Ajá —sonrió.
—Dios, no empieces a hablar así. Ya tengo más que suficiente con un Will en mi vida.
Ella repiqueteó un dedo sobre la mesa, divertida.
—Ese te quiero ha sido muy tierno, Ross.
Fruncí el ce?o al instante, a la defensiva.
—Ha sido una broma.
—Y entre broma y broma... la verdad asoma.
Volví a ponerle mala cara.
—Mejor sigue repasando apuntes por un ratito —musité.
Ella seguía pareciendo divertida cuando volví a mi sofá y abrí el portátil de nuevo, tratando de centrarme.
Capítulo 13
Maldita Joey.
Suspiré cuando terminamos la estúpida entrevista. Apenas había hablado. Todo lo había dicho Vivian, que no dejaba de colgarse de mi brazo, sonreír de forma encantadora y parpadear varias veces seguidas al presentador, que tenía las orejas sonrojadas y se trababa al hablar por culpa suya.
En cuanto terminamos y Joey nos dejó marcharnos, suspiré y me quedé sentado en el asiento del conductor unos segundos más de los necesarios. No quería volver a casa. Sabía quién estaría ahí.
Y, por si fuera poco, hoy teníamos una fiesta en casa de Lana.
Sinceramente, como se pusiera algo parecido al vestido negro del a?o pasado... la pobre Sue tendría que limpiar muchas babas del suelo.
Puse mala cara inconscientemente cuando escuché que la puerta del copiloto se abría y se cerraba. Vivian se sentó a mi lado con una sonrisita.
—Hola, Ross —saludó como si nada.
Ella estaba más delgada que la última vez que la había visto, y también más maquillada. Ninguna de las dos cosas eran necesariamente malas; ahora tenía una nueva maquilladora y un entrenador personal. Vivian realmente quería sentirse una estrella del cine, ?no?
Me pregunté si yo debería hacer lo mismo, aunque enseguida descarté la idea.
—?Qué haces en mi coche? —pregunté lentamente.
—He pensado que podrías llevarme a casa.
—Tienes tu propio conductor.
—Tú también podrías tenerlo.
—No necesito conductor. Tengo coche. Sé conducir.
—Oh, vamos, Ross. Es solo para pasar un ratito juntos. ?Cuánto hace que no hablamos?
—Desde que te aprovechaste de mí cuando estaba colocado.
Hubo un instante de silencio en el que, al menos, ella tuvo la decencia de ponerse colorada.
—Eso no fue... exactamente así —musitó—. No pensé que estuvieras tan inconsciente, yo...
—Mira, Vivian, ahora mismo lo último que necesito son más dolores de cabeza. Sal de mi coche y vete con tu conductor.
Me miró durante unos segundos, dolida, pero en ese momento no podía importarme menos. Empecé a apretar los dedos en el volante, frustrado. Me dolía la cabeza, tenía la garganta seca y sentía que me era imposible estar quieto. Mi rodilla no dejaba de subir y bajar a toda velocidad.
Vivian bajó la mirada hasta ella antes de volver a subirla a mis ojos.
—?Cuánto hace que no tomas nada? —preguntó, curiosa.
—Eso no es asunto tuyo.
—Tengo de sobra en mi casa —ladeó la cabeza con una sonrisita—. Sabes que para ti es gratis.
—No necesito esa mierda.
Era cierto, ?por qué había dejado de tomarla?
Ah, sí, porque había estado muy ocupado pensando en cierta se?orita cuyos pantaloncitos me atormentaban por las noches.
Y por las ma?anas, y por las tardes...
—Bueno —ella suspiró y se puso el cinturón de seguridad—, ya le he dicho a mi chófer que se fuera. ?Puedes llevarme, al menos?