—Respóndeme —le exigí, se?alándolo con el cigarrillo.
—?Cuántas veces has tenido que soportarme hablando de Naya después de discusiones? Creo que te debo esto. Además, es divertido ver lo frustrado que estás. Estaba cansado de verte tan apático.
—No estaba... apático. Estaba tranquilo.
—Ross, tú no has estado tranquilo en tu vida.
Le puse mala cara.
—?Se puede saber qué te pasa hoy, Willy Wonka? ?Se te ha escapado un oompa loompa y por eso vas tan alterado?
—Yo no soy el que se ha metido en la ducha con su exnovia, le ha exigido que le dijera con quién tiene una cita y se ha gritado con ella.
—Vete a tu fábrica de chocolate y déjame en paz.
—Creo que si tuviera una fábrica de chocolate Naya y yo discutiríamos menos. Podrías sobornarla con dulces —reflexionó en voz alta.
—Gracias por informarme. No sé cómo he vivido hasta ahora sin saberlo.
—?Por fin un poco de sarcasmo! —sonrió, feliz—. Ya era hora. Incluso he llegado a echarlo de menos, y eso que no te soporto cuando te haces el gracioso.
—Yo no me hago el gracioso, soy gracioso.
—Y un capullo que debería disculparse, también.
—?Ella también debería disculparse conmigo!
—?Por dejarte hace un a?o? —enarcó una ceja.
—?Pues... sí!
—?No lo habías superado?
—?Y lo he superado!
—?Y para qué quieres que se disculpe, entonces?
—?Porque... sí! ?Déjame ya en paz!
él estaba riéndose de mí, ahí de pie, y yo no dejaba de sentirme como un imbécil. El sentimiento aumentaba por momentos.
Aunque se disipó en el momento en que sonrió y me puso una mano en el hombro.
—?Quieres que vayamos a dar una vuelta en coche?
Lo miré, más interesado.
—No sé. ?Habrá cerveza?
—Sin cerveza, no me molestaría en ir.
—?Y pagas tú?
—?Pero si tú ahora eres rico!
—Si empiezo a gastármelo todo no seré rico por mucho tiempo, ?no? —sonreí como un angelito—. Conduzco yo. Te espero en el coche.
—?Y a dónde quieres?
—Donde me lleve el viento.
—Muy bien, Pocahontas. Te veo abajo.
Bajé las escaleras, sonriendo, y me di cuenta de que era la primera vez que pasaba un rato con Will desde que había llegado.
Y, joder, había echado de menos a mi mejor amigo.
No se merecía que lo tratara como lo había tratado este último a?o. Puse una mueca y volví atrás. él todavía se terminaba el cigarrillo, pero se giró hacia mí.
—?Qué pasa? —preguntó.
—Oye, pago yo las cervezas porque soy un buen amigo.
él negó con la cabeza, divertido.
—Como quieras, Pocahontas.
***
Vale, la noche anterior al final había sido genial. Había ido con con Will al puente al que íbamos en el instituto —en los primeros a?os— para fumar a escondidas y nos pasamos casi tres horas enteras sentados junto al coche y hablando de esos a?os.
Hacía mucho que no pensaba en mis a?os del instituto. Los a?os buenos, quiero decir.
De hecho, casi siempre tenía tendencia a recordar solo lo malo, pero lo cierto es que el instituto no había sido una época tan mala en mi vida. Especialmente los primeros a?os. Will, Naya, Lana y yo nos lo habíamos pasado genial, incluso sabiendo que Lana intentaba pegarse a mí cada vez que tenía oportunidad de hacerlo y me ponía incómodo.
Habían sido buenos a?os. Tenía que encontrar el álbum de fotos. Ahora, necesitaba ver a Naya con su aparato dental y su corte de pelo horrible.
Todavía la recordaba llegando llorando a clase porque se había cortado el pelo a sí misma por curiosidad, se había hecho un desastre, y su madre la obligó a ir a clase sin arreglarlo para castigarla.
Creo que me reí de ella todo el día, la verdad. Y me gané varios empujones de Will cada vez que la defendía.
Pero es que justo había coincidido con el día en que nos hicieron la foto del álbum de fotos del curso. De verdad que estaba seguro de que ese fue el día en que más me reí de toda mi vida. Incluso ella terminó volviendo a casa riendo al ver su foto.
Volví a la realidad cuando la versión actual de Naya cambió de página de sus apuntes y siguió repasándolos con la mirada, en el sillón. La había estado ayudando hasta ahora. No se le daba muy bien el cálculo. A mí me gustaba. O me había gustado en el instituto, al menos, porque ahora ya no lo estudiaba.
Volví a acomodarme con el portátil y empecé a revisar todos los correos electrónicos de Joey. Como ya no le respondía a las llamadas, me mandaba correos para que fuera leyéndolos cuando pudiera y respondiendo a, más o menos, un ritmo habitual.
Admito que casi siempre se me olvidaba.
Estaba leyendo uno sobre una invitación a una cena de directores novatos o algo así cuando escuché pasos por el pasillo. La única que estaba en casa con nosotros era Jen.
Efectivamente, ella apareció y mis ojos se clavaron directamente en su jersey rojo. De todos los que tenía, era mi favorito. Le quedaba perfecto.
Bueno, todo le quedaba perfecto. Ojalá no lo hiciera. Sería más fácil no mirarla.
Aunque mi atención se desvió a su cara cuando empezó a juguetear con los dedos, nerviosa.
—Eh... —empezó—. Tengo que hacer un trabajo de clase.
Esperé que siguiera, pero no lo hizo. Solo agachó un poco más la cabeza y vi que el mechón de pelo que siempre se le escapaba caía por su frente.
Por un momento, el deseo de acercarme y colocárselo fue tan fuerte que tuve que sujetar el portátil con algo de fuerza para contenerme. En serio, ?cómo podía gustarme más ahora que la última vez que la había visto? ?No se suponía que tenía que NO gustarme?
—?Necesitas ayuda? —preguntó Naya.
Jen me echó una ojeada y creí que iba a pedirme ayuda a mí.
Sinceramente, los dos sabíamos que por muy desagradable que fuera con ella, la ayudaría en cuanto me lo pidiera.
Y odiaba ser consciente de ello.
—No, no es eso... —dijo, sin embargo—. Es que... mhm... tiene que venir un compa?ero.