Tres meses (Meses a tu lado #3)

Cuando Naya se entusiasmaba, ardía el mundo.

—Es que... me he enterado de una cosita de Jenna que a lo mejor podría interesarte.



Apreté los labios y enseguida me encogí de hombros.

—No me interesa nada de ella.



—Bueno... pues nada.



Ella volvió a girarse hacia la televisión y los demás fingieron que me ignoraban durante unos segundos, aunque estaba claro que todos esperaban para que volviera a preguntar.

Pero no lo haría.

Sí lo harás.

No. Lo. Haría.

Si no lo haces te explotará una arteria y la pobre Sue tendrá que limpiarlo.

Suspiré, frustrado, y los tres se giraron hacia mí al instante con grandes sonrisas.

—?Qué es? —pregunté, a la defensiva.



—?No decías que no te importaba? —me irritó Sue.



—Cállate. ?Qué es? ?Qué ha hecho?



—Qué va a hacer —corrigió Naya—. Va a tener una cita con un chico de su clase.



Durante un momento, me quedé en blanco.

Una cita.

Con... otro.

Bueno, eso era obvio.

Noté que se me apretaban los dientes sin siquiera poder contenerme. ?Una cita! ?Si llevaba solo un maldito día aquí!

?Yo había estado pensando en ella un a?o entero... y ella se iba a una cita con cualquier el día después de llegar!

—Pero como ya no te importa, supongo que no estarás celoso —a?adió Naya felizmente.



No dije nada. Estaba cabreado, vale. ?Para qué intentar ocultarlo? Era obvio.

Además, ?no se suponía que tenía novio? ?Qué pasaba con el imbécil? Puse los ojos en blanco al recordarlo llorando junto a su coche. Ya lo habría dejado. Me había dejado para cortar con su nuevo novio en menos de un a?o. Genial. Qué bien.

O a lo mejor seguía saliendo con él y volvían a tener esa extra?a relación abierta. Solo que esta vez el que formara parte de ella no iba a ser yo.

Y no me importaba.

Qué gran chiste.

No me imp... maldita sea, ?por qué demonios me lo habían dicho?

Me puse de pie automáticamente y escuché que Naya me llamaba cuando fui directo al cuarto de ba?o, pero la ignoré. Mi tormento estaba detrás de esa estúpida mampara.

La que, por cierto, abrí sin acordarme del peque?o detalle de que la gente para ducharse se desnudaba.

Menos mal que estaba lo suficientemente cabreado como para no bajar la mirada y centrarme solo en su cara de asombro absoluto.

—?Qué...?



—??Tienes una cita?!



Su cara de estupefacción era tan tierna que, por un breve momento, casi se me olvidó el motivo por el que estaba ahí.

Y quizá eso jugó en mi contra, porque de pronto fui consciente de que el ba?o olía a ella, de que estaba desnuda y de que el agua le resbalaba por todo el cuerpo.

Mierda.

Vista al frente, soldado.

Levanté un poco más la barbilla para frenar el impulso de bajar la mirada y me aclaré disimuladamente la garganta.

Vale, igual debería haber ido en otro momento. Cuando no estuviera desnuda, por ejemplo.

Además, tenía las mejillas sonrojadas por el vapor de la ducha. Siempre me había gustado cuando se sonrojaba. Estuve a punto de cubrirle las mejillas con las manos para no verlo.

—?Qué...? —de pronto, reaccionó—. ?Me estoy duchando, maldito pervertido.

Ella intentó cerrar la mampara, pero la volvió a abrir sin siquiera pesta?ear. La pobre no podía usar mucha fuerza porque estaba intentando taparse las tetas con un brazo mientras forcejaba conmigo.

Por favor, cerebro, no le dejes bajar la mirada.

La tentación era grande.

—?La tienes o no? —pregunté, intentando centrarme con todas mis fuerzas.



Ella empezó a ruborizarse más, para mi suerte o desgracia, cuando empezó a enfadarse conmigo.

—?Sal del cuarto de ba?o!



—?Ross! —chilló Naya desde el salón como una loca—. ?No seas infantil!



Apreté los labios y volví a mirar a Jen.

—?Dime si la tienes o no!



—?No es tu problema!

Lo peor es que sabía que ella tenía razón, pero era incapaz de apartarme de esa ducha.

De hecho, lo que quería era meterme en ella.

Diablos, se?orito.

Cuando intentó volver a encerrarse, abrí otra vez.

—?ROSS! —chilló, frustrada.



Y siguió intentándolo, la muy testaruda.

Dijo el que no deja a la pobre chica ducharse en paz

Por supuesto, volví a ganar la peque?a batalla por el poder de la mampara.

Ella resopló, frustrada, y sacó un brazo de la ducha para empujarme hacia atrás. No me moví de mi lugar. Tampoco lo había hecho con tantas ganas como para apartarme de verdad. Y eso lo sabíamos los dos.

—?VETE DE AQUí! —me gritó igual.



Oh, yo también sabía gritar.

—?NO!



—?ROSS, COMO SALGAS AHORA MISMO DE AQUí, TE DOY CON EL CHAMPú EN LA CARA!



Y cerró la mampara de un golpe.

Por un momento, me encontré a mí mismo esbozando una peque?a sonrisa divertida por su repentino ataque de nervios. Sin embargo, la borré al instante en que me di cuenta.

?No tenía que sonreírle, era mi enemiga!

La abrí de nuevo y ella volvió a intentar cubrirse torpemente.

Por favor, que no se resbalara. Si lo hacía, sabía perfectamente que mi primer instinto sería sujetarla. No quería sujetar a Jen con tanta poca ropa de por medio. Mi enfado se evaporaría.

?Y quería seguir enfadado!

Ella intentó decir algo con calma, aunque estaba claro que no estaba calmada. Además, perdía bastante credibilidad mientras seguía intentando cubrirse torpemente.

—Solo quiero duch...



—?Y yo quiero que me digas si es verdad!



—?ESTOY DUCHáNDOME, PERVERTIDO, SAL DE AQUí AHORA MISMO!



Enarqué una ceja, me incliné hacia delante y metí la mano baja el agua para cerrarla.

—Ya no te estás duchando.



Por su cara, deduje que la oferta de tirarme el champú a la cabeza seguía vigente.

—Esto es ridículo —murmuró.

—?Tienes una cita o no? —insistí, deseando no necesitar la respuesta con tanta ansiedad.



?Qué demonios me pasaba? ?Yo no era celoso! ?Nunca lo había sido! ?Qué tenía esa chica que me hiciera cambiar tanto solo por verla?

—?Déjame ducharme, maldito pesado!

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