Estaba hecha un desastre. Seguramente había estado aquí hacía muy poco tiempo. No me extra?aba, porque apenas lo había visto por casa.
Revisé su cuarto con los ojos y me acerqué directamente a su cómoda. Lo pensé un momento antes de abrir el cuarto cajón y dejar a un lado las camisetas que tenía en él. Después, metí la mano al fondo y tanteé hacia arriba en el interior de la cómoda.
Y... bingo. Ahí estaba.
Esbocé media sonrisa cuando encontré las pocas bolsas que todavía no había tirado de cuando la consumía él no hace tanto tiempo. él ya no las necesitaría.
Me lo metí todo en el bolsillo y volví a colocarlo todo tal y como estaba. Después, cerré el cajón de nuevo.
—Nunca cambiarás, ?verdad?
Noté que me tensaba de pies a cabeza cuando me di la vuelta y vi a mi padre de pie en la puerta, mirándome con media sonrisa condescendiente.
Oh, oh. Yo ya empezaba a estar alterado por estar tantas horas sin consumir nada y él parecía tener ganas de discutir. Era una muy mala combinación.
—?Qué te crees que miras? —le espeté.
—A ti —se apoyó en el marco de la puerta con un hombro, ajustándose las gafas—. Así que ya has vuelto a caer, ?eh?
No dije nada. Solo salí de la habitación, frustrado, y noté que mantenía su mirada clavada en mi nuca cuando crucé el pasillo.
—Siempre has sido el más débil de esta casa —lo escuché murmurar mientras bajaba las escaleras.
Empecé a notar la rabia líquida que solo él sabía sacarme empezando a latir por todo mi cuerpo y las ganas de darme la vuelta e ir a darle un pu?etazo empezaron a ser preocupantes, pero no quise hacerlo. No lo golpearía. Yo no era así. No quería ser como él.
Solo quería irme de ahí.
Pero, claro, mi madre tuvo que salir del estudio en ese momento.
Ella estaba limpiándose las manos con un trapo tranquilamente. Seguramente había estado pintando. Levantó la cabeza distraídamente, pero abrió mucho los ojos al verme, sorprendida.
—?Jackie! —exclamó, dejando el trapo a un lado—. Hijo, ?qué...?
Apreté los labios cuando su sonrisa empezó a desaparecer.
Por poco apegado que estuviera a mi madre... no dejaba de ser mi madre. Y me conocía mejor que nadie. Y sabía cuál era mi expresión cuando volvía a cometer una estupidez.
Ella se acercó a mí y vi que una oleada de pánico le invadía la expresión.
—?Qué llevas en el bolsillo?
Cuando hizo un ademán de meter la mano en mi bolsillo, me aparté instintivamente y ella empezó a negar con la cabeza.
—Jack, ensé?amelo —exigió con la voz temblorosa—. Ahora mismo.
—?Para qué? —espeté, mordaz—. Ya sabes qué hay.
Noté que se me partía el corazón cuando a ella se le llenaron los ojos de lágrimas. Respiré hondo y aparté la mirada.
—No empieces —murmuré.
—?Que no empiece? —repitió, acercándose a mí—. Otra vez, no, por favor...
—?Otra vez? —repetí, incrédulo, mirándola—. ?Y qué sabes tú de la otra vez?
—Soy tu madre, Jack. Sé perfectamente qué...
—?Mi madre! —repetí, con una risa amarga—. ?Y dónde estaba mi madre la otra vez? ?Eh? Porque no recuerdo que estuvieras ni un solo día conmigo, mamá.
Esta vez fue ella quien apartó la mirada.
—Yo... sabes que intenté estar contigo, Jackie.
—No, no me llames Jackie. Y no me digas que intentaste estar conmigo, porque los dos sabemos que no es verdad. Me diste por perdido y te olvidaste de mí.
—Eso no es cierto.
—?Sí, sí lo es! ?Si no hubiera sido por Will, ahora seguiría igual! ?Porque ni tú, ni Mike, ni papá estabais conmigo cuando más os necesité!
—?Intentamos dejarte tu espacio!
—?No quería mi espacio! ?Quería una madre!
—Jack...
—?Igual que la quería cuando tenía diez a?os y ese gilipollas con el que te casaste venía cada puta noche a darme una paliza y tú nunca hacías nada! ?Nunca!
No supe muy bien por qué sacaba eso ahora, pero de pronto me sentí como si me quitara un peso de encima. Y noté que empezaba a temblarme la voz.
Nunca le había hablado a mi madre de esos a?os. Ni a mi hermano. Mi abuela ni siquiera lo sabía. No lo había hablado jamás con nadie.
Pero, de pronto, sentí que necesitaba echárselo en cara a alguien. Especialmente a alguien que supuestamente me quería por aquel entonces.
A ella se le llenaron los ojos de lágrimas, pero no dijo nada. Ambos sabíamos que era verdad.
—?Te pasas el día diciendo que me quieres, que estás orgullosa de mí y todas esas mierdas, pero cuando las cosas se tuercen un poco desapareces de mi vida! Solo estás conmigo en los buenos momentos, porque cuando algo me va mal solo eres capaz de apartarte y dejarme solo, ?verdad?
—Yo no...
—?Cuando iba al instituto sabías que tenía un problema y nunca hiciste nada por ayudarme!
—?Y qué querías que hiciera? —dio un paso hacia mí, apretando los labios—. Intenté que entraras en una clínica de desintoxicación, pero...
—?No quería una puta clínica! —le grité, incapaz de entender cómo no podía comprenderlo—. ?Quería que no permitieras que él me tratara como una mierda! ?Quería que me defendieras!
—?Si me hubiera metido, habría sido peor!
—?No, lo peor fue cómo me trató! ?Durante toda mi infancia y toda mi adolescencia me hizo creer que no valía nada y que nadie me querría nunca! ?Y tú nunca fuiste capaz de acercarte y decirme que no era verdad! ?Nunca!
—Jack...
—?No, no quiero escuchar excusas de mierda!
Se?alé las escaleras. Ya tenía la respiración agitada y seguía temblándome la voz, pero me daba igual.
—?Cuántas veces me dejó inconsciente y tú no hiciste nada al respecto? ?Cuántas?
—Jack...
—?Sabes lo que le pasa a un ni?o que le repites una y otra vez que no vale nada y que nunca van a quererlo? ?Que termina creyéndoselo! ?Y lo sigue creyendo por el resto de su vida!