Tres meses (Meses a tu lado #3)



—?Entonces? —insistió bruscamente.

—Yo... eh... hace poco.



—?Cuándo? —repitió.



—En... en mi cumplea?os.



Hubo un momento de silencio.

La verdad es que odiaba que Will se enfadara. Era siempre tan tranquilo que enfadarlo significaba que realmente habías sobrepasado el límite.

—Eso son varios meses, Ross —me dijo en voz baja.



—?Y qué? ?Te hubieras puesto más contento si te lo hubiera dicho al instante?



—?Si me lo hubieras dicho al instante, sería más fácil dejarlo!



—?Y qué te hace pensar que quiero dejarlo?



Supe que había dicho justo lo contrario a lo que quería oír en cuanto vi su cara.

En realidad, no había visto enfadado a Will muchas veces en mi vida. Como mucho, irritado, pero enfadado... bueno, era difícil conseguirlo.

Aunque, claro, yo tenía un don para sacar de quicio a la gente.

Se acercó a mí y se puso en cuclillas, mirándome fijamente. Apreté los labios cuando me quitó la bolsita de las manos y me al ense?ó.

Will tenía un verdadero don para hacerme sentir como un ni?o peque?o que se había metido en un problema.

—?Te acuerdas de la última vez que tomaste esto? —me preguntó bruscamente—. Porque yo sí me acuerdo, Ross.



—No eres mi padre, Will. No te comportes como si lo fueras.



—No, soy tu amigo. Y ya va siendo hora de que alguien te diga las cosas como son.



Eso, eso.

Genial, incluso mi conciencia estaba de parte del maldito listillo de Will.

Lo aparté y me puse de pie torpemente. La cabeza me seguía dando vueltas y estaba empezando a sentir el característico dolor en la parte trasera de la cabeza que sabía que solo sentía cuando necesitaba otra de esas bolsitas.

Intenté no centrarme en ello cuando Will también se puso de pie, mirándome.

—?Por qué te haces esto? —preguntó, frunciendo el ce?o—. ?Es por Jenna? ?Todavía es por ella?



—No me hables de...



—Voy a hablar de lo que quiera, y quiero hablar de Jenna.

El peque?o Willy Wonka se nos ha descontrolado.

Aparté la mirada, molesto.

—Sé que la querías —relajó el tono—. Sé que ella... también te quería... a su forma. Y sé que la echas de menos.



—Yo no la echo de menos.



—?Y esto no es por ella?



—?Te crees que solo puedo pensar en ella? ?Que no tengo más preocupaciones en la vida?



—?Y por qué es? ?Por la película? ?Te estás agobiando? ?Es eso?



Debió darse cuenta de que había dado en el clavo, porque dejó de fruncir el ce?o y se pasó una mano por la cara, suspirando.

—Mira, si no quieres hablar de ello... lo entiendo. Pero esto —levantó la bolsita otra vez— no es la solución, Ross.



No volví a mirarlo hasta que noté que me devolvía la bolsita, negando con la cabeza. Le puse una mueca, sorprendido.

—?No te desharás de ella?



—?Para qué? Podrías conseguir otra en cuanto quisieras.

—Pero...

—Mira, tienes razón, yo no puedo exigirte nada, pero... lo que estás haciendo no te aportará nada. Solo te perjudicará. Y algún día te darás cuenta y te arrepentirás de haber tirado a la basura todo el tiempo que has dedicado a esta mierda.



Se dio la vuelta y volvió al pasillo. Al cabo de unos segundos, escuché que cerraba bruscamente la puerta de su habitación.

Yo miré la bolsita unos segundos antes de metérmela en el bolsillo, frustrado.

No sabía ni qué hora era. Miré mi móvil y puse los ojos en blanco al ver más de diez llamadas perdidas de Joey y dos de Vivian. Seguramente había faltado a alguna entrevista. Me daba igual. Apenas hablaba con ninguna de las dos.

Con la primera, porque era una pesada y me ponía de los nervios. Con la segunda, porque había sido incapaz de seguir siendo su amigo después de lo que pasó entre nosotros.

Ni siquiera entablaba una conversación con ella cuando nos obligaban a interactuar en las entrevistas. Me limitaba a asentir y negar con la cabeza mientras ella trataba con ganas de acercarse a mí. Pero ya no lo quería. Ya no podía volver a ser lo mismo.

Además, ella... había cambiado desde el estreno. Cada vez se parecía menos a la Vivian que había conocido en Francia.

Por lo poco que sabía, había comprado una casa gigante a sus padres y ahora les mantenía ella, que tenía un piso moderno en el centro de la ciudad. Ahora, ya no se preocupaba por pasárselo bien imaginando guiones o viendo películas. Solo quería ir de fiesta con la gente más popular de la ciudad para emborracharse y colocarse cada día.

Y yo no podía acercarme a eso. Si quería dejar esta mierda, era lo último que necesitaba. Solo había ido a dos de sus fiestas y había sido más que suficiente como para no querer volver.

Además, ahora tenía otro problema. Uno que desearía no tener; solo me quedaba media bolsa.

Mierda, necesitaba más que eso. Apreté los dientes cuando vi que todavía era de día. No podía comprarla hasta la noche. Y no podría aguantar todo el día sin ella.

Tras dudar unos segundos, alcancé mi camiseta y me la puse otra vez junto a mi chaqueta. Solo me quedaba una alternativa.

No dejé de conducir hasta llegar a casa de mis padres. Dejé el coche fuera del garaje y saqué las llaves por el camino. Esperaba que no hubiera nadie, porque no había hablado con ninguno de los dos desde que había llegado. Solo con mi abuela, y porque me la había cruzado subiendo a casa.

Además, mi abuela era mucho mejor que esos dos.

Cerré la puerta principal a mi espalda y me asomé a la casa. Parecía vacía. Sin hacer ruido, crucé el salón y vi luz en el estudio de mamá. Vale, ella estaba en casa, pero podía evitarla. Subí las escaleras y llegué al pasillo de las habitaciones. Ni un solo ruido. Lo crucé algo nervioso y llegué por fin a la habitación de Mike.

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