Ella dudó por un breve momento antes de apartarse y dejarme el paso. Entré precipitadamente en la habitación.
Creo que fue justo cuando la vi cuando me di cuenta de que no, no era una maldita broma. Por mucho que quisiera creerlo, no lo era.
Jen tenía un aspecto terrible. Como si no hubiera dormido en a?os. Y tenía los ojos hinchados. No entendía nada. ?Había llorado? ?Se iba? ?Qué...?
Naya dijo algo, pero ya era como si estuviera en otra galaxia. Bajé la mirada hacia la maleta de Jen. Sus cosas no estaban tampoco en esa habitación. El armario también estaba abierto y vacío.
En cuanto escuché que la puerta se cerraba, me giré hacia ella.
—?Qué...? —empecé—. No... no entiendo nada, ?qué? ?Te vas?
Jen no me sonrió. Ni me entrecerró los ojos, divertida. Ni siquiera me enarcó una ceja para indicarme que estaba haciendo algo mal.
No hizo... nada.
—Sí —dijo, sin más.
Tardé unos segundos en poder responder. Era como si mi cerebro no quisiera asumir lo que estaba pasando. Y yo tampoco quería hacerlo.
—?Por qué? ?Qué...? ?Qué ha pasado?
—Quiero irme.
?Cómo podía decirlo tan segura? ?Cómo podía no... dudarlo?
—Anoche... yo... —había intentado consolarla. ?No lo había hecho bien? ?Era eso? ?Tendría que haberme limitado a abrazarla?—. Joder, ?no estaba todo bien?
No respondió. Solo me siguió mirando con esa expresión vacía que nunca había visto en ella.
No. Esto no estaba pasando.
Me pasé una mano por el pelo solo por hacer algo. De pronto, no sabía ni qué pensar.
—No puedes irte —no así. Teníamos que encontrar una solución—. No sé que ha pasado, pero no puedes irte.
Me acerqué a ella y noté que mi pecho se llenaba de alivio cuando no se apartó.
—Quiero irme —repitió, sin embargo.
No. Estaba mintiendo, lo sabía. La conocía.
Le sujeté la cara con las manos. Todavía tenía las mejillas húmedas. Le revisé cada centímetro de la expresión. Cada puto centímetro... en busca de esa mentira que tenía que estar diciéndome.
Y no encontré nada.
No, no, no...
—Jen, yo... —no sabía ni por dónde empezar—. ?Por... por qué?
Por primera vez, pareció que su expresión se suavizaba. Pero no por amor. Sino por compasión.
—Solo quiero irme a casa, Jack.
—No lo entiendo, ?qué ha pasado? Anoche todo estaba bien.
—Jack... —empezó, pero no quería oírlo.
—?Qué he hecho mal? Sea lo que sea, te lo compensaré, te lo juro, yo...
—No es por nada que hayas hecho —le temblaba la voz.
—?Y qué es? ?Qué pasa? ?Por qué quieres irte?
Cuando no respondió, sentí que mi desesperación empezaba alcanzar niveles que ni siquiera conocía.
—Solo dímelo, por favor. Solo...
—No quiero seguir contigo.
Me quedé en silencio de golpe.
Sentí que le soltaba la cara y me apartaba, pero ni siquiera fui consciente de ello. Solo de su mirada inexpresiva clavada en mí.
—?Qué? —pregunté en voz baja.
—No puedo seguir con esto —insistió—. No puedo seguir... con nada de esto. No puedo ir a vivir contigo, Jack. No... no quiero. Quiero ir a casa.
—?Ya estás en casa!
—?No lo estoy! Este no es mi hogar, es el tuyo.
—Jen...
—No formo parte de esto, Jack.
—Formas parte de mí.
No podía ser capaz de irse así, sin más. No después de todo lo que habíamos pasado. No después de... de todo. De estos tres meses. Era imposible que yo me hubiera enamorado hasta ese punto y ella ni siquiera parpadeara antes de irse.
—Tengo que irme —insistió en voz baja.
—No, no tienes por qué hacerlo. Quédate... quédate en el piso un tiempo más. Dormiré en el sofá, no me importa. Piénsalo... déjame compensarte y...
—No. Tenía un trato con mi madre, ya te lo dije. Si en diciembre quería volver a casa.
—Ya ha pasado diciembre.
—Por eso. Ya ha pasado. Todo que sucedió antes de diciembre... es pasado.
Lo dijo con una simpleza y una honestidad... como si no lo importara.
Y ya ni siquiera fui capaz de medir lo que decía.
—No me dejes.
Ya no me importaba suplicar. No lo había hecho nunca. Ni una sola vez. Nunca me había arrastrado por nada.
Casi me reí de la ironía que era esa. Durante a?os, me había reído de cualquiera que pudiera hacer eso. De Will por disculparse con Naya por tonterías, por ejemplo. Me había reído de él tantas veces que ni siquiera recordaba el número, y él me había dicho en broma, en todas y cada una de esas veces, que algún día sería él quien se riera cuando yo me arrastrara por una chica.
Y ahí estaba, suplicándole a la chica que quería que no me dejara. Abriéndole mi corazón.
Y ella no se quedaría. Ya lo sabía. Lo había sabido desde que había entrado.
Pero era incapaz de aceptarlo.
—No me dejes. Te quiero, Jen. He estado seguro de muy pocas cosas en mi vida, pero esta es una de ellas —cuando apartó la mirada, la obligué a mirarme de nuevo—. Quédate conmigo. Aunque sea viviendo aquí, en la residencia. Vendré a verte cada día si hace falta. Te compensaré por lo que sea que haya pasado.
Solo no me dejes. No así.
—Jack...
—?Es por algo que dije? ?Te... te he hecho algo sin darme cuenta?
—No es eso, Jack.
—?Y qué es? ?Qué ha pasado?
—?Nada!
—?Eso no es verdad!
—?Sí lo es! ?Solo quiero irme!
—?No es cierto, hay algo más, algo...!
—He vuelto con Monty.
Y ahí estaba. Justo lo que necesitaba para terminar de perder la esperanza de que fuera a quedarse conmigo.
Intenté negarme a mí mismo la posibilidad de creerla. Lo intenté de verdad.
—No —empecé, apartándome.
Su expresión era decidida, indiferente a lo que yo estaba sintiendo.
—Era mi novio antes de llegar aquí. Y... me he dado cuenta de que... lo echo de menos. Por eso... tengo que volver.
—No —repetí como un idiota.
—Lo siento, Jack.