Tres meses (Meses a tu lado #3)



La chica que fue a Disney sin haber visto NI UNA SOLA película de Disney.

Si es que tenía que quererla.

Revisé concienzudamente cada nombre hasta levantas la cabeza, ofendido.

—?Y yo no estoy aquí?



Ella sonrió, divertida.

—Tú estás detrás. En la lista de errores de mi vida.



Le di la vuelta enseguida y lo leí todo el voz alta antes de volver a mirarla, esta vez todavía más ofendido.

—?Por qué no está escrito Monty?



—?Hace a?os que no escribo nada ahí!



—Nunca es tarde —le aseguré.

El viaje de vuelta fue casi aburrido. Digo casi porque me dio la sensación de que Jen estaba distraída por algo que no quería decirme. No dejé de echarle ojeadas una y otra vez, pero no le pregunté. Si tenía algo que decir, me lo diría ella misma, a su tiempo. Ya nos habíamos presionado bastante el uno al otro.

Pero la sensación no desapareció después de llegar, ni tampoco cuando ya nos habíamos instalado en casa. Ni al día siguiente.

Empecé a pensar que quizá se había agobiado porque el día de la noria le había pedido que viniera oficialmente a vivir con nosotros. Quizá... ?era demasiado pronto? ?La estaba presionando mucho? Tampoco es que fuera un experto en relaciones. Quizá lo mejor era esperar a que ella me lo pidiera.

Uno de esos días decidí ir a beber algo con algunos amigos de clase para dejarle algo de espacio y que pensara en lo que tuviera que pensar. Me daba la sensación de que lo necesitaba. Sin embargo, estuve todo el tiempo pensando en ella. En si se estaba arrepintiendo de haberme presentado a su familia o algo así, porque había estado rara desde que habíamos vuelto.

Bueno, tendría que preguntar a Will, experto en consultorios amorosos.

Cuando volví a casa, casi me esperaba encontrarla ya durmiendo. Pero no. Estaba en el sofá con Will. Cerré la puerta, sorprendido.

—Hola de nuevo —sonreí—. ?Qué hacéis? ?Conspiráis contra Sue y su helado?



Me acerqué y le di un beso a Jen en los labios. Después, me quité la chaqueta y la lancé al sillón, suspirando. Al volver a girarme, Will me hizo un gesto casi imperceptible que me decía clara y amorosamente aquí sobras, así que sonreí y me encogí de hombros.

—Voy a cambiarme.



Me desvestí y me puse unos pantalones de algodón. Como no quería molestar, fui directo a la cama y pasé el tiempo con el móvil hasta que escuché la puerta abriéndose.

Estuve a punto de sonreír, pero no lo hice porque Jen tenía una expresión triste que odié al instante.

—?Qué pasa? —pregunté enseguida, dejando el móvil a un lado.



Ella sorbió la nariz sin mirarme.

—Naya me ha puesto la película del perrito que se queda esperando a su due?o muerto. Estoy triste.



Maldita Naya y malditas películas lacrimógenas.

Abrí los brazos hacia ella.

—Ven aquí. Te quitaré la tristeza.



Ella esbozó una peque?ita sonrisa triste y se acercó a mí. En cuanto sentí su cuerpo pegado al mío, apagué la luz y nos tumbé a los dos debajo de las sábanas, pasándole los brazos alrededor. Jen me rodeó el cuello con los brazos y escondió la cara en la curva de éste. Le acaricié la espalda, sorprendido. Sí que le había afectado la peliculita.

—?Mejor? —pregunté.



Ella asintió con la cabeza. Pero seguía agarrándose a mí como si no pudiera aguantarse las ganas de llorar. Vale, tocaba hacerla sonreír un poco.

—Podemos adoptar un perro algún día —le dije—. Siempre he querido uno.



Al instante, noté que su agarre se suavizaba un poco.

—?Un perro? —repitió.



—Sí. Biscuit segundo.



—Lo dices como si estuviera muerto —pero por su tono supe que ya estaba sonriendo un poco.



—No es que esté muerto, pero necesita su representación en esta casa.



Esta vez, noté sus labios curvándose hacia arriba contra mi cuello.

—O un gato —a?adí—. Los gatos son más independientes. ?Qué me dices? ?Gato? ?Perro? ?Dragón de cinco cabezas?

SSe separó y me dedicó una peque?a sonrisa.

—El dragón suena bien.



—Pues un dragón. Aunque yo no pienso hacerme cargo de limpiar lo que destroce.

Iba a a?adir que obligaríamos a Sue a encargarse de ello, pero me interrumpió al besarme.

La verdad es que no me esperaba que me besara tan pronto y tan triste, pero correspondí al instante. Estuve a punto de dejarme llevar como siempre, pero me contuve cuando noté que me estaba besando de forma diferente. Casi como si fuera la última vez que lo hacía.

Estuve a punto de asegurarle que no sería la última vez ni por asomo, pero era mejor demostrárselo.

La sujeté con ambos brazos para darle la vuelta y dejara tumbada debajo de mí y seguí besándola de la forma más suave que pude reunir. Solo me separé para sacarle la sudadera por encima de la cabeza. Volví a besarla en los labios, en la punta de la nariz y la barbilla antes de empezar a bajar por su cuello, entre sus pechos y...

Me detuve encima de su ombligo cuando noté que algo iba mal. Levanté la cabeza y me quedé helado cuando vi que se había cubierto la cara con las manos. Estaba llorando.

—?Qué...? No, no, no... Jen, ven aquí.



No se quitó las manos de delante de la cara cuando volví a ascender hasta su rostro. Le quité suavemente una mu?eca tras otra y ella fue incapaz de mirarme. Todavía tenía rastros de lágrimas por la cara cuando se la sujeté con una mano.

—?Qué pasa? —pregunté, porque estaba claro que no era lo de la maldita película.



—Es solo q-que...



Ella se detuvo y negó con la cabeza, todavía llorando. No sabía qué hacer y eso siempre me desesperaba con ella, así que le quité las lágrimas con el pulgar.

—?Qué? —la insté a seguir.



—Q-que... ?nunca te ha dado la sensación de que tienes más d-de lo que te mereces?



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