Como no se callaran y me dejaran concentrarme en esas malditas tortitas del demonio, iba a matar a alg...
—?Qué hacéis?
Casi me salió una tortita volando cuando escuché la voz de Jen.
Me giré hacia ella con la sartén en la mano y una gran sonrisa
—Buenos días, ?quieres tortitas?
Oh, mierda, me estaba quemando.
Solté la sartén bruscamente en la encimera y no sé cómo me las apa?é para a?adir la última tortita al plato. Me metí el dedo quemado en la boca y le ofrecí el plato con la otra mano a Jen, que parecía perpleja.
—?Ella sí y nosotros no? —protestó Sue.
Le dediqué una mirada que perfectamente la habría matado de haber sido posible. Ella resopló.
Jen finalmente aceptó el plato y sentí que la esperanza volvía a mí cuando las comisuras de sus labios se curvaron un poco hacia arriba.
Se sentó entre los dos pesados —Will había tenido el detalle de apartarse— y miró su plato con ganas. Igual que las dos aves carro?eras que tenía al lado.
—?Nos das un poco? —Mike sonrió.
—O a mí —sugirió Sue.
—Yo soy más amigo tuyo que ella.
—No es cierto. Vive conmigo. Somos más...
Perdí la paciencia.
—Es suyo. Dejad de molestar, pesados.
Por fin Jen lo probó. La miré, cauteloso.
Solo me faltaba envenenarla sin querer para ser oficialmente el peor novio de la historia...
—?Qué? —preguntó al darse cuenta de que todos la mirábamos.
—?Saben... bien? —pregunté yo.
Asintió con la cabeza alegremente y casi sentí que el alma volvía a mi cuerpo.
—Menos mal —casi lancé la sartén al otro lado de la cocina, cansado.
No iba a volver a cocinar en mi vida.
Hasta que vuelvas a joderla, claro.
Me acerqué a Jen, nervioso. Ella me miró sin dejar de comer.
—?Has dormido bien? —pregunté.
Porque yo había dormido fatal. Había tenido ganas de girarme y abrazarla cincuenta veces. No sabía cómo me había contenido.
Ella asintió con la cabeza, aunque no parecía muy segura. Tragué saliva.
—?Estás...? ?Estamos bien?
—No lo sé, ?vas a decirme algo?
Vale, eso era un no.
—Jen...
—Entonces, no.
Bueno, estaba claro que ese no era el camino a la felicidad. Decidí cambiar un poco la dirección de la operación reconciliación forzosa.
—?Puedo llevarte a clase? Solo tienes una, ?no?
—Me gusta el metro.
—Podemos hacer algo, entonces.
—Tengo planes.
Escuché las risitas de Sue y Mike, que se apagaron en cuanto los miré fijamente.
Estaba claro que no había mucho más que hacer. Al menos, lo había intentado. Ahora solo tenía que afinar un poco el plan. Decidí ir al cuarto de ba?o, frustrado, y quitarme toda la mierda de harina y azúcar de encima.
Ya volvería a intentarlo por la tarde.
Y sin ninguna maldita cocina, eso seguro.
Capítulo 9
—No me creo que estemos yendo a casa de mis padres —me dijo en voz baja.
No pude evitar sonreír al ver a la peque?a y temblorosa Jen apretujándome la mano con fuerza. ?Por qué estaba tan nerviosa?
—Esto va a ser interesante —murmuré.
No dijo nada más en lo que quedaba de trayecto. Solo se mordía las u?as y se colocaba compulsivamente el mechón de pelo de siempre. Era divertido verla, la verdad.
Estábamos yendo a casa de sus padres para Navidad. Mis padres —había hecho una tregua con mi padre, por cierto—, mi abuela Agnes y Mike vendrían al día siguiente para que cenáramos todos juntos. Jen había querido presentarme por separado.
Qué raro era todo eso de conocer a... bueno, la familia de otra persona. Realmente nunca había conocido a los padres de ninguna de mis parejas. No me había interesado demasiado. De hecho, más bien me había aburrido solo la idea de tener que caerle bien a unos cuantos desconocidos solo porque eran la familia de mi novia.
Eso no me pasaba con Jen. Con ella... bueno, realmente quería no decepcionarla y caerle bien a toda su familia. Porque, si todo iba bien, iban a tener que aguantarme muuuucho tiempo como yerno.
Si a Jen no le daba un infarto antes de que llegáramos a conocerlos, claro.
—?No se supone que yo debería ser el nervioso? —pregunté cuando ella resopló, temblando.
Para mi sorpresa, me enganchó del brazo justo antes de cruzar la puerta de salidas. Por su cara de espanto, cualquiera habría dicho que iba a presentarme a unos asesinos en serie.
—?Qué pasa? —pregunté.
—Antes de que vayamos ahí... tengo que advertirte de algo.
Creo que debería haber estado centrado en tomármela en serio, pero es que se había puesto mis pantalones favoritos y mi atención se desviaba continuamente.
—Muy bien, ?qué pasa? —pregunté igualmente.
—Mi hermano mayor se cree que tiene la necesidad de espantar a cualquier chico que se me acerca porque se cree que eso le hace un mejor hermano.
?Hermano mayor sobreprotector? Podría lidiar con ello.
—Vale.
—Mis otros dos hermanos son horribles, ?vale? Son como dos monos peleándose por una banana.
—Jen, ?qué...?
—Y mi hermana mayor va a interrogarte —me sujetó los hombros, mortalmente seria—. Va a empezar a bombardearte con preguntas hasta que respondas sin siquiera pensar.
—Vale...
—Por favor, no te creas que soy como ellos. Es decir, ellos están bien, pero... ya me entiendes.
Esta vez no pude ocultar la sonrisa divertida.
—No lo creeré.
—Y mi madre te va a empezar a acosar y achuchar. Es muy pesada. Como... MUY pesada. Pero... ?no lo hace para molestar! Es su forma de ser, ?sabes?
Ya podrías haber heredado un poco más de eso, mi querida Jen.
—Podré vivir con ello.
—Y quizá te haga muchas preguntas. Muchas. Se pone muy intensa cuando quiere.
—Jen...
—Y mi padre es muy...
—Jen —esta vez tuve que sujetarle la cara con una mano para cortarla—, relájate, ?vale? Son tus padres, no los Addams.