Tres meses (Meses a tu lado #3)

Fruncí un poco el ce?o, confuso, cuando me miró. No me gustaba que llorara. De hecho, lo detestaba. Los ojos dejaban de brillarle y, en lugar de una sonrisita divertida, solo conseguía ganarme expresiones tristes.

—?Lo dices por ti? —pregunté en voz baja, confuso.

—N-no... no lo sé.



Dejó de llorar un momento al mirarme.

—?C-crees que soy una mala... persona?



Casi me eché a reír.

—Eres la mejor persona que conozco.



—No me digas eso p-porque... porque sea tu novia. Dime la verdad.



—Es la verdad —insistí, sonriendo—. Si no lo fueras, no me habría enamorado de ti.



Creía que eso sería algo que la haría sonreír, pero solo conseguí que se le llenaran los ojos de lágrimas. Entreabrí la boca, sorprendido, pero ella me interrumpió.

—Yo... solo q-quería decirte que... que te qui... —se interrumpió a sí misma y cerró los ojos—. Que nada de esto hubiera valido la pena... e-el venir aquí... si no te hubiera conocido.



Si algo no era Jen, era una de esas personas que hablaban de sus sentimientos. O que se abrían para decirte cosas bonitas. Creo que por eso me quedé tan sorprendido.

—Jen... —empecé, perplejo.



—No —me tapó la boca con un dedo—. Ahora no... s-solo... ahora mismo te necesito.



Sonreí un poco al asentir con la cabeza. Ella se limpió el resto de lágrimas con el dorso de la mano y me volvió a rodear con los brazos y las piernas. Dejé que me abrazara durante casi cinco minutos antes de que ella volviera a girarse y me besara con una intensidad que me dejó sorprendido.

Esta vez, no se puso a llorar.

***

Al despertarme, me acomodé un poco mejor en la almohada y volví a cerrar los ojos. No tenía ganas de despertarme. Estiré el brazo inconscientemente hacia mi lado, pero no encontré nada.

Parpadeé, bostezando, y vi que el lado de Jen estaba vacío.

Seguro que había salido a dar brincos por el parque.

Volví a tumbarme y me froté la cara con las manos, todavía medio dormido. Seguía sintiendo que algo estaba mal con ella, así que tenía que hacer algo para mejorarlo. A lo mejor si íbamos al cine... bueno, no, eso me gustaba a mí. ?Y si la acompa?aba alguna ma?ana a dar brincos? No. Me daría un infarto. Mejor no. Podía volver a hacerle tortitas, ?no? Aunque me entraran ganas de ahogarme contra la almohada cada vez que pensaba en cocinar.

Fue entonces cuando me di cuenta de un peque?o detalle.

El armario estaba entreabierto.

Fue una tontería, pero sabía perfectamente que Jen tenía una obsesión insana con tenerlo siempre cerrado.

A lo mejor se había despistado, pero realmente tenía que estar muy despistada para dejárselo abierto. ?Qué demonios le pasaba esos días?

Me quité la sábana de encima y alcancé mi ropa. Hora de ir a consultar a Will y Sue. Mientras me terminaba de vestir, vi que había una nota doblada con mi nombre sobre la mesa. Sonreí de lado.

?Una notita de amor? No sabía que le fuera lo cursi, pero por mí no había problema, te lo aseguro.

La alcancé con una sonrisita y la abrí.

La sonrisa desapareció casi al instante en que leí la primera frase.

Lo siento, Jack, tengo que volver a casa. Ahora mismo no puedo explicártelo, pero ya lo entenderás... aunque no te culparía si no lo hicieras. He dejado tus cosas dentro del armario y el dinero de Chris encima de la cómoda. Dáselo cuando puedas, por favor. Y hay algo de sobra. No es mucho, pero quédatelo. Como agradecimiento. Ya sé que no vas a quererlo, pero... solo quédatelo.

Durante unos instantes, solo fui capaz de mirar fijamente esa nota, como si no tuviera sentido. Y no lo tenía.

?Qué era? ?Una broma de mal gusto?

La dejé en la cama y capté por el rabillo del ojo un sobre con dinero en la cómoda.

El corazón ya empezó a temblarme cuando abrí el armario y vi que estaba completamente vacío... excepto por mi sudadera de Pumba, la de Pulp Fiction... todo lo que le había regalado estaba ahí.

Y ella no.

Creo que todavía no era consciente de qué estaba pasando cuando volví a leer la nota como si fuera a decirme algo que no me hubiera dicho ya. Ni siquiera tenía una despedida.

No tenía... nada.

Abrí la puerta del pasillo antes de ser consciente de que lo hacía y llegué al salón, todavía perdido.

Sue, Mike y Will habían estado hablando en voz baja hasta que yo llegué. Mis ojos fueron directos a Will, que apartó la mirada. Mike y Sue fingieron que no me veían, cabizbajos.

—?Dónde está? —le pregunté directamente a Will.



él dudó un momento.

—No lo sé, Ross, no...



—?Dónde está? —repetí, enfadado.



Will suspiró y se pasó una mano por la cara.

—En la reside... ?Ross, espera!



Tarde. Ya había salido de casa.

Sinceramente, no sé ni cómo conduje, porque no sabía ni qué demonios hacía. De repente, me encontré a mí mismo entrando en la residencia. Chris se interpuso en mi camino, mirándome con confusión.

—?Ha pasado algo? Jenna vino anoche muy triste y... —se calló cuando pasé por su lado sin responder—. ?Oye, todavía no estamos en horario de visi...!



Creo que la mirada que le eché por encima del hombro le dejó bastante claro lo que me importaba su horario de mierda.

Subí a su pasillo y me detuve delante de la puerta de su habitación. Ni siquiera estaba seguro de lo que sentía cuando golpeé la puerta unas cuantas veces.

—?Jen, abre la puerta!



Había oído murmullos en el interior, pero se callaron al instante. Cerré los ojos. Tenía la respiración acelerada y ni siquiera sabía por qué. Apoyé la frente en la puerta.

No podía ser. Esto era una broma. Tenía que serlo.

Volví a golpear la puerta.

Ya estaba a punto de ser menos diplomático cuando la puerta por fin se abrió. Me aparté con la respiración en la garganta, y no sé si me sentí mejor o peor cuando vi a Naya con cara de precaución.

—Ella no...



Oh, no. Si había algún momento en que me importara escuchar excusas sobre no querer verme, te aseguro que no era ese.

—Naya, quítate ahora mismo.



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