Sonreí y di por zanjada la conversación al acercarme a Jen. Le pasé un brazo por encima de los hombros y fuimos los dos juntos a la habitación.
Capítulo 8
Abrí lentamente los ojos cuando noté una mano peque?a sacudiéndome el hombro con suavidad. No necesité levantar la mirada para saber quién era.
—Jack —murmuró Jen.
Cinco minutitos más...
Debió ver mis intenciones, porque esta vez fue algo más brusca al moverme el hombro.
—Vas a llegar tarde a clase.
—Qué pena.
Me acomodé mejor sobre su almohada. La única parte buena de que dejara la cama antes que yo era que podía robársela. Olía a ella. Escuché que se reía, divertida.
—?Me vas a obligar a sacar mis armas pesadas? —preguntó.
—No me voy a mover.
Pensé que iba a volver a intentar sacudirme el hombro, pero en lugar de eso rodeó la cama y fue directa a por las cortinas. En cuanto me dio la luz del sol en la cara, fruncí el ce?o.
Vale, seamos sinceros, si eso lo hubiera hecho alguien que no fuera Jen... le habría lanzado algún objeto punzante a la cabeza.
Ella me miraba con los pu?os en las caderas como si esperara que me levantara. Y yo solo quería quedarme en la cama. Me recordó al instituto y a mi madre. Sí, ya era un vago por aquel entonces.
—Ugh —murmuré, frotándome la cara—. Me recuerdas a mi madre.
—Despierta —ella se acercó—. Ya.
—Despierta. Ya —la imité, divertido.
Esbocé una sonrisita malvada cuando me volví a tumbar boca abajo, rodeando su almohada con los brazos. Noté que el colchón se hundía a medida que ella llegaba encima de mí. En cuanto noté que se pegaba a mi espalda, me entraron ganas de darme la vuelta y faltar a clase por algo mucho mejor que dormir.
Jen me rodeó el cuello con los brazos y se asomó por encima de mi hombro para mirarme.
—Vamos, levántate o llegarás tarde.
—Si no voy, no puedo llegar tarde.
—Venga, deja de ser un ni?o —noté sus labios en el hombro. Igual si me hacía el idiota por un rato conseguiría robarle otros cuantos besos de esos—. Tienes responsabilidades.
—?No has dicho que soy un ni?o? Los ni?os no tienen responsabilidades.
El plan funcionó. Sonreí de lado cuando noté que me pasaba la punta de la nariz por detrás de la oreja.
Dos más de esas y nos encerramos aquí toda la ma?ana.
—Así no vas a conseguir precisamente que me levante, Jen.
La miré por encima del hombro. Parecía divertida, pero no con el tipo de diversión que terminaba con nosotros dos desnudos —mi favorita, por cierto—, sino con la sonrisita de voy a provocarte porque sabes que puedo hacerlo. Y, por algún extra?o motivo —igual me había vuelto masoquista sin saberlo—, me encantaba que lo hiciera.
—Tienes que ir a clase —me dijo, confirmando mis sospechas.
—Ahora mismo quiero quedarme a hacer algo más productivo contigo toda la ma?ana.
Casi solté un gru?ido de frustración cuando se incorporó y se sentó sobre mí. Lástima. Ya no podía sentir sus tetas en la espalda. Había sido agradable.
—Jack, levanta, vamos.
—Hazme eso de la nariz cinco minutos más y me lo pienso.
Ella intentó estar enfadada —lo intentó de verdad—, pero no le salió. Todavía sonreía.
—?Tengo que ir a buscar un jarro de agua fría? —preguntó, cruzándose de brazos.
Vale, hora de asumir que no iba a tener mi ma?ana ocupada con ella. El día empezaba mal.
Ella me lanzó unos pantalones para que no fuera desnudo por la vida y le sonreí de lado al ponérmelos. Después, la seguí hacia la cocina. Todos estaban ya ahí desayunando. Bostecé y me senté junto al idiota de mi hermano.
—Oye, ?y por qué a mí me despertáis con ruido? —protestó él—. Yo también quiero que me despierten cari?osamente.
Jen sonrió y negó con la cabeza mientras robaba comida del plato de Will. Se situó a mi lado. Todavía llevaba la ropa de deporte y, por consiguiente, esos pantalones tan maravillosos que se le ajustaban tan bien. Por no hablar del sujetador deportivo.
—Pues búscate novia —murmuré, mirándola.
—Si tuviera novia, no estaría aquí.
Sue miró al cielo al instante.
—Por favor, dale una novia. Es todo lo que pido.
Sue, Will y yo empezamos a reírnos cruelmente de él. Jen no. Ella no era así. Ella solo le pasó un brazo por encima de los hombros y le dio un ligero apretón. Dejé de reír para poner mala cara cuando Mike me sacó la lengua disimuladamente y se pegó a ella, encantado.
Idiota con suerte.
Bueno, en realidad era mi novia, así que el idiota con suerte era yo.
Je, je, je. Eso ya me ponía de mejor humor.
—A mí no me molestas —le aseguró Jen.
Mike se pegó a ella como una garrapata. Me entraron ganas de tirarle la estúpida tostada a la cara. Para contenerme, le di un mordisco.
—Gracias, cu?ada. Eres la mejor de esta casa con diferencia. No como esos amargados.
—Vaya, gracias —Will le sonrió irónicamente.
—Es la única que se acuerda de mí. No hace ruido al pasar por el salón, me guarda la comida y me pregunta cómo estoy. ?A qué te caigo bien?
Acababa de morder mi tostada otra vez, pero dejé de masticar cuando vi que la garrapata idiota rodeaba a Jen con los brazos y, sin siquiera dudarlo, le metía la cara entre las tetas.
?Esa cara tenía que ser la mía, no la suya!
La tostada se me atragantó y empecé a toser.
—Eres demasiado buena para mi hermano —escuché que seguía parloteando mientras yo hacía esfuerzos por no morir ahogado y que eso fuera lo último que viera—. Pero aquí estoy yo para cuando te canses.
En cuanto conseguí respirar de nuevo, enganché a Jen del brazo y la atraje hacia mí. Ella se estaba riendo cuando se quedo de pie entre mis piernas y yo se?alé a Mike con mala cara.
—Vuelve a hacer eso y duermes en la calle.
—?Solo era un abrazo!