Jen nos dedicó una última sonrisa. O más bien se la dedicó a todo el mundo menos a mí. De hecho, me pareció que me evitaba con la mirada. Y lo hizo hasta que desapareció entre la gente.
—Bueno —Sue se giró hacia nosotros—, no sé si es un buen momento decirlo en medio de todo este drama, pero la verdad es que me he quedado sin helado, así que si nos pasamos por el supermercado de camino a casa...
—Venga, vamos —Will sonrió y le pasó un brazo por encima de los hombros a Naya.
Yo no dije gran cosa por el camino. La verdad es que me sentía un poco raro. Especialmente cuando llegamos al piso. Naya decidió quedarse en la residencia y Mike seguía ahí, así que el balance no fue muy positivo para nadie.
No tardé en ir a la habitación y ponerme una película cualquiera. Incluso en esa tontería se me hizo raro que Jen no estuviera ahí, irritándome para elegir ella la película. Suspiré. Iban a ser dos días y medio muy largos.
***
Mi madre me llamó al día siguiente para volver a ayudarla con lo de la galería —es decir, para tener una excusa y que fuera a verla— y, como no tenía mucho más que hacer, le dije que sí. Fui a su casa y la ayudé a organizar los cuadros que quería en cada caja. Era un aburrimiento, pero al menos estaba distraído. Además, Mike había decidido venir conmigo y, aunque no aportaba mucho —estaba sentado en un rincón de la sala mirando su móvil—, hacía compa?ía.
—Vale —mamá me detuvo de repente, cruzándose de brazos—, ?te ha pasado algo con Jennifer?
Levanté la cabeza, sorprendido, y escuché la risa ahogada de Mike.
—?A qué viene eso? —pregunté.
—?A que siempre que vienes a ayudarme pareces distraído por esa chica! ?Os habéis peleado?
—No.
—Solo se ha ido de su casa —murmuró Mike.
—Por dos días y medio —puse los ojos en blanco—. Mamá, déjalo. Estoy bien.
—?La echas de menos? —mamá sonrió tan disimuladamente como pudo.
Oh, no. No iba a tener esa conversación con ella. Suspiré y solté el cuadro en la caja que me había dicho.
—Voy a por agua —murmuré.
—Siempre huyendo de las conversaciones que no te gustan —ella negó con la cabeza.
Mike me sonrió ampliamente cuando pasé por su lado y yo lo ignoré, pero no pareció importarle demasiado. Fui directo a la cocina y escuché las teclas de un piano en el piso de arriba. Ni siquiera me había dado cuenta de que mi padre estaba aquí. ?Cuándo había sido la última vez que no me había dado cuenta de su presencia? Maldita sea, necesitaba centrarme.
Llené un vaso de agua y ya me había bebido la mitad cuando las notas del piano dejaron de sonar, siendo sustituidas por los pasos de mi padre bajando las escaleras. Ni siquiera me di la vuelta para mirarlo cuando escuché que se detenía en la puerta de la cocina.
—Hijo —saludó frívolamente.
Dejé el vaso en la encimera sin responder. él soltó una risa algo amarga.
—?Sigues enfadado por lo de tu amiga? No seas ridículo.
—No hables de mi amiga —murmuré, girándome hacia él.
—Realmente te ha afectado, ?eh? —él se cruzó de brazos con media sonrisa—. Nunca pensé que te vería realmente comprometido con algo.
—?Y tú qué sabes lo comprometido que estoy?
—Solo lo supongo por tu expresión. Y por tu forma de mirarla el otro día. ?Dónde está?
—Eso no es problema tuyo.
—Bueno, está claro que no está contigo. ?Se ha ido? ?Ya?
—No, todavía me aguanta —sonreí irónicamente.
—Pero no está aquí, ?no?
?Cómo demonios podía saberlo? Odiaba lo rápido que leía mis expresiones. Y lo fácilmente que las usaba todas en mi contra.
No respondí, y eso fue todo lo que necesitó para echarse a reír.
—Solo espero que ella esté tan comprometida como tú —me dijo lentamente.
—No hay nada a lo que comprometerse, así que déjala en paz.
—Entonces, si se marchara de repente... ?no te importaría?
Sí, claro que me importaría. Joder si me importaría. Pero eso no era algo que quisiera compartir con mi padre.
—No —mentí.
Durante unos segundos, solo me miró fijamente, analizando mi expresión. Yo sabía mentir muy bien —aunque no me gustara—, pero él también. Era de las pocas personas que conocía capaces de identificar mis mentiras.
—?No? —repitió, enarcando una ceja.
—Ya me has oído.
Sonrió y se separó del marco de la puerta, yendo de nuevo a las escaleras. Casi creí que había dado por zanjada la conversación, pero no fue así.
—Entonces, tienes suerte —me dijo, subiendo las escaleras sin mirarme—, porque algo me dice que es exactamente lo que te hará algún día.
Apreté los labios.
—Confío en ella —murmuré, más para mí mismo que para él.
Y lo hacía.
Ahora, solo cabía esperar que ella fuera mejor que las otras dos chicas con las que había confiado.
***
Las noticias perfectas eran que Jen había vuelto.
Las noticias malas eran que el imbécil de su exnovio la había golpeado.
Las noticias esperanzadoras eran que iba a partirle la nariz en cuanto le viera.
Las noticias GENIALES eran que ahora Jen era mi novia.
Las noticias regulares eran que habíamos pasado el fin de semana en la casa del lago de mis padres.
Las noticias que no sabía calificar eran que Jen había decidido hacerse el mismo tatuaje que yo en la cadera mientras estaba borracha.
Las noticias buenas a pesar de todo eran que ahora tenía una excusa para pedirle que se levantara la camiseta más veces.
Nota para el futuro: pedirle que se haga un tatuaje en el culo para tener una excusa y pedirle que se baje los pantalones más veces.
—?En qué demonios estás pensando?
Levanté la cabeza hacia Will. Estábamos los dos delante del edificio de Jen, esperando que terminara su examen. Me había comprometido a comprarle un pastelito a Jen si le salía bien. Esperaba tener que ir a comprarlo.
Pero ahora tocaba centrarse en Will, que me miraba con curiosidad.
—En nada.
—Venga ya. ?En qué piensas?
—En la vida. En el universo. En la inhóspita y efímera existencia del ser humano.
—Sigue sin gustarme tu sentido del humor, ?sabes?